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Merecen paz

Vuelven los misiles a los cielos, las madres a los refugios, la sangre a las calles… Horror de otro tiempo y esfera instalado de nuevo junto a nosotros. ¿Para cuándo la lección de la tolerancia, la justicia, el no abuso…? ¿No padeció la humanidad lo suficiente para callar por siempre todos los cañones?

Grave es un ejército judío descorazonado, sin principios, ni piedad bombardeando impunemente a la población civil del Sur del Líbano y los barrios de Beirut, pero más aún lo es ese silencio ante tamaño despropósito, esos seis millones de israelíes que no abren la boca ante semejante desmán de sus fuerzas armadas. Más grave aún es ese mutismo cómplice, ese ojo por ojo que se instaló en la mayoría de los testamentos.
Tampoco hay firme freno a la barbarie en el adversario palestino y libanés. No por menos medios, el fundamentalismo de Hamas o Hezbolá es menos atroz. Lo terrible en ambos lados del conflicto de nuevo enfrentados es ese dolor que sigue siendo ajeno, pues el misil agujereó otro asfalto, otro tejado, otras vidas…; es la vigencia de ese término ancestral e incuestionable de enemigo, como si hubiera algún sufrimiento que no fuera nuestro o algún humano que no fuera hermano.
Paz a cambio de territorios, pero también paz por paz, porque ningún pueblo se puede apropiar a la larga de la tierra, el sol y el agua del vecino y ser próspero y ser feliz. Paz por paz y justicia y el mayor bien para todos, porque podemos vivir en cooperación y armonía, compartiendo recursos, suelo, futuro y limoneros también a la vera del desierto.
Beirut descansaba ya al sol tras tres décadas de reconstrucción, cuando retornó el estruendo y saltaron sus puentes y ardieron sus depósitos y bombardearon sus aeropuertos, sus pistas a los cielos, a los sueños... Demasiada sangre, demasiado horror a cambio del soldado hebreo.
¿Por cuánto tiempo habrán de bajar las madres despavoridas a los subsuelos huyendo de bombas inmisericordes? ¿Para cuándo la guerra sólo un rincón oscuro en el recuerdo?
¡No más aviones israelíes cargados de muerte en sus barrigas, no más misiles de Hezbolá arañando vidas también inocentes! ¡Fuera ya esa inquina, esa fuerza embrutecida, esa ley de fuego y sangre! Merecemos ya otro planeta, la humanidad ya pagó su cuota de ignorancia y consiguiente dolor, ya conquistó para siempre su debida recompensa de armonía y paz.

La Redacción
www.portaldorado.com

 
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