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Fuego de hogar

Las mayores revoluciones comienzan con los gestos, con los detalles aparentemente más nimios. Calentar la casa, cocinar con fuego de leña puede ser un gesto revolucionario, revolución amable de los aspectos sencillos, pero cargados de significados. Por más frío que haga en nuestros Petrogrados de adentro, ya desistimos de asaltar Palacios de Invierno. Ya no iremos más allá de la revolución ghandiana, revolución sobre todo del perímetro cercano, revolución de las pequeñas, pero hermosas cosas cotidianas, de nuestras costumbres más arraigadas.

Hogar es el lugar donde flamea la llama. Antes era inconcebible un hogar sin llama. Junto a ella siempre hay alguien de guardia. El fuego en el hogar significa que hay un punto nuclear, un espacio de reunión, hay guardián/guardiana del fuego y cuanto le rodea. Durante el día podemos estar dispersos, pero hay siempre retorno a ese punto original. Podemos ir lejos, podemos pasar penuria dolor, enfermedad…, pero en algún lugar hay un fuego amigo que siempre arde y al que siempre nos podremos acercar.

Fuera puede ser el viento, la lluvia y el frío, pero dentro del hogar arde la llama. Hay un centro en torno al cuál gira la vida de la familia o la comunidad. Nuestro mundo necesita su centro, su llama donde calentar nuestras manos, sobre todo nuestro espíritu. Necesitamos un centro dentro y un centro fuera y así evitar el desvarío, así no andar errantes, perdidos.

La vitrocerámica simboliza el fracaso de nuestra civilización. Ya no es la leña que reúnes con cariño, el paseo que te das por el bosque formando el atillo; son unos números que no sabes lo que significan y menos lo que queman, es una placa que sólo calienta la comida, pero no las manos, menos el espíritu. La vitrocerámica nos distancia de los elementos. Los botones nos engañan, nos sumen en un maya alejado de la vida. Las modernas cocinas se enciende con el pulsar con la punta de un dedo, pero nos reducen a una condición pasiva, sedentaria, consumista. La punta del dedo se ha convertido probablemente en el vértice más peligroso de una civilización reacia al mínimo esfuerzo, tan reticente a fortalecer voluntad. La revolución digital tiene indudables aspectos positivos, pero conlleva otros peligrosos de los que conviene alertar.

Poner conciencia al cortar la leña del árbol que se sacrifica para nuestro confort, poner conciencia al hacer los pelotas de papel, al poner las piñas y las cáscaras de nuez, al colocar con inteligencia primero las más pequeñas ramas, después las más gruesas, es resaltar el instante, poner conciencia a nuestro día a día.

Vivir con el fuego, con su luz y con su calor, sobre todo con su magia oculta, con su amor, he aquí la invitación de estas letras. En el fuego del hogar tenemos el recordatorio siempre presente del fuego del amor. Ser nosotros también fuego que consume lo que no nos sirve, dar luz y calor fraterno a los demás. Cada leño que nosotros conscientemente arrojamos es una invitación a ser nosotros más donación, más entrega, más sacrificio en favor del prójimo.

Llevamos en O Couso más de dos semanas cocinando exclusivamente en fuego de leña en una de las cabañas nuevas. Escribimos ahora también junto al fuego. No pregonamos la vuelta a las cavernas, auspiciamos la vuelta al hogar fraterno, a la civilización en unión con la Tierra, nuestra Madre y sus elementos. Fuimos muy rápido y en la carrera acelerada de un progreso desnortado, en alguna vieja estancia a la vera del camino, nos olvidamos del fuego y cuanto significaba y alumbraba.

Volvemos en busca del Fuego. No nos alejemos mucho del Él, no tomemos mucha distancia del Amor que se dio por entero, del Amor que siempre nos aguarda. Podamos ser nosotros también Fuego levantado con todas las ramas que no nos servían, Fuego para calentar nuestro hogar, para calentar más allá de él a cuantos tiemblan de necesidad y de frío.

O Couso 16 de Diciembre de 2017


* En la imagen nueva cabaña de O Couso (www.proyectocouso.org) en la que hemos instalado fuego de hogar, en la que estamos cocinando y comiendo.

 
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Feliz Navidad Koldo, esperamos seguir tus letras en el 2018. Que el humanísimo Dios nos siga acompañando y llenando de sus bendiciones. Un abrazo grande dentro del otro gran abrazo de Dios desde La Habana, María Cristina, c.m.
 María Cristina Rivas Díaz   2017-12-23

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