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Puro y libre néctar

Nadie en ningún ámbito puede igualar a la marca de la Creación. El progreso humano depende también de la asunción de una buena carga de rendición y de humildad. Jamás, nadie en ningún laboratorio podrá dar con la leche de la madre. Su fórmula no se vende en los mercados del Nasdaq. Nadie podrá hallar la magia de su incomparable poder nutritivo. Sólo los accionistas de Nestlé y demás fans de un progreso sin alma, ponen en cuestión las grandes ventajas que para el bebé implica ser amamantado por la madre. Hoy sabemos que la salud del pequeño depende mucho de que no llegue a sorber de la tetina de caucho, de que se hunda en la ternura infinita del pecho materno.

Sin embargo ni siquiera las evidencias se imponen, se asumen. Maduro no debiera imponer en Venezuela la lactancia materna. La leche se puede cortar. La Creación es también libertad absoluta. Los postulados que cargan con grandes verdades tienen que encontrar el cauce del convencimiento, no el atajo atropellado de la imposición. La leche de la madre es caudal de salud, río de Vida y ésta nunca se impone, ésta se da y se sorbe en el más absoluto libre albedrío.

Saltando mares, en nuestra propia geografía, nos encontramos con postulados que pueden ser acertados, pero que sin embrago han adoptado la misma y muy cuestionable fórmula de la implantación obligatoria. El tan discutido “Puerta a puerta” puede ser un envite ambicioso en el reciclado de los residuos, puede ser la apuesta más responsable y ecologista en lo que se refiere al tratamiento de las basuras, pero el “Atez ate” habrá que convencerlo, no imponerlo, so pena de dividir aldeas, pueblos y ciudades, como ya ha ocurrido. Es importante el “residuos 0”, pero lo es más aún el mantener a una población unida y cohesionada. La imposición política nunca será bienvenida en el seno de una ciudadanía madura. Buena parte de Gipuzkoa se ha revelado contra una imposición. Su población no ha sido convencida, ha sido ordenada.

Ya en Venezuela, ya en la Gipuzkoa seducida por el eje bolivariano, los postulados se proclaman, se argumentan, se contagian…, nunca se imponen a la fuerza. La razón se suicida cuando ésta es impuesta. “Aquel venceréis, pero no convenceréis” debiera quedar clavado, sin replica alguna en su lóbrego rincón de la historia. La dinámica de los unos frente a los otros, en cualquier ámbito humano, tiene los días contados. Cede por fin el paradigma de confrontación y emerge lentamente el de la colaboración, la complementación y la comunión. Cualquier triunfo de unos sobre otros, constituye un fracaso por muy puras y brillantes banderas que se ondeen.

Nadie gana realmente sobre nadie. Nadie alardee ya de “músculo” a estas alturas. El “Sonreíd, porque vamos a ganar…” de Otegi no termina de ubicarse en nuestros días. Reclamo urgente de liberación del líder abertzale por delante, queremos decir que no comulgamos con su ya popular lema aventado desde tan injusta sombra. Nos inquieta la prolongación de un léxico de batalla, si bien muchas gentes en el seno de Bildu y la izquierda abertzale ya se han dado cuenta y se darán de que sus sueños y utopías son, a sus ojos, demasiado hermosos para ser impuestos. Legazpi, Bergara, Zumaia… han abrazado ya consenso. Han concluido que tan importante como la ecología del ambiente es la de las personas; la cohesión de la ciudadanía.

Nos deseamos que la historia se alargue, que sigan siendo unos los que venzan a los otros, que no seamos todos y todas los/las que venzamos y ganemos. A lo primero ya hemos jugado demasiado. El otro es un territorio sagrado y las relaciones son tan sagradas como el cuerpo ya particular, ya colectivo, la Tierra. Cuidar de nuestros cuerpos, proteger la Madre Tierra/Amalurra, es velar también por nuestras relaciones sagradas, es consideración con el latir y el sentir del otro; es respeto a la Divinidad que al otro también habita; es convencimiento de que la libertad ha de imperar; es certeza de que sólo desde esa unión en libertad, podremos alcanzar altos y verdes prados, pura leche, puro néctar, puras y gloriosas realizaciones colectivas.

“Aterpe xamur hortan lo hartu nahi dut nik…” (Quiero dormir en ese tierno refugio…) cantaba nuestro entrañable bardo Lete, con respecto al pecho de la madre. Incluso a ese abrigo sin par hemos de ir libres, con nuestra propia voluntad, sin necesidad para ello de ser empujados.

 
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