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Cinco-cinco

No entra el vértigo por esos años que avanzan alocados, sino por no haber culminado lo acordado. Cinco-cinco y cierta pena por los pétalos que no llovimos, por las nubes que detuvimos, por las zarzas que sembramos... Cinco-cinco, y alegría por el poema en nuestros otoños, por la sonrisa en sus inviernos, pero escozor también por no haber agradecido y amado lo debido. Amar es abrazar, pero es sobre todo olvidarnos de nosotros mismos. Voluntad de hacerlo mejor en lo que pueda restar de partida, más allá del cinco-cinco.

Cinco y cinco y convencimiento de que pudo haber sido diferente. Temor de no haber recogido el perfume que la flor tantas veces acercaba; de no haberme bañado en todos los ríos que la vida susurraba. Determinación de apurar ese perfume, de sumergirme en esos ríos, de soplar sobre las heridas que salgan a paso... Voluntad por lo menos de no abrir ninguna más, de en la próxima hacerlo con más cuidado y ternura, con más comprensión y cariño...

Cinco cinco y pena de haber dejado sin pasear desnudo tantos rocíos... ¿Por qué sonó tan tarde el despertador? El sol brillaba ya en lo alto cuando metíamos las manos en la nueva masa; cuando cocíamos el pan de nueva vida. El sol brillaba en lo alto cuando empezamos a conocer quiénes éramos, de dónde veníamos y a dónde íbamos... En la próxima no esperaremos al cinco-cinco para que Arriba sepan que pueden contar con nosotros.

 
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