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Soberbio, sagrado templo de altura

Penetrar en el alto valle pirenaico es adentrarse en el más sagrado templo. Algo mágico acontece a la vera de los grandes montañas, cuando sientes la necesidad de quitarte hasta las botas y hollar descalzo tan privilegiado y remoto escenario. Te sorprenderás sacando la libreta y escribiendo tremendos desvaríos: "Vengo de hablar con Dios, allí arriba en las alturas, de intimar con su Presencia allí donde Su esplendor hace cumbre. Estuvimos solos hablando de tú a tú, como desde tiempo no lo hacíamos. Sólo mediaba a veces, suave, muy oportuno, el Señor de los vientos…" El Cielo me perdone, pero todo era tan sublime que, cándido y orgulloso, por un instante iluso me llegué a creer en Su Cercanía.

¿Por qué no retornamos más a menudo en soledad a las alturas…? Intimar en privada audiencia, quizás no con las más altas Jerarquías ocupadas en otros más importantes menesteres, pero si con los grandes ángeles o "apus", cuyo cuerpo de manifestación son esas soberbias montañas, testimonio de fortaleza y serenidad inamovible. Acercarnos a esos poderosos seres que desde la tiempos remotos aguardaban por fin nuestros pasos admirados, reverentes.

No paré de disparar con la cámara en el intento baldío de atrapar la belleza. La hermosura está llamada a ser fotografiada por dentro, pero se nos escapa, nos desborda y en balde buscamos la cámara y creemos encerrarla. Pero la verdadera belleza no la puede atrapar una máquina, sólo la puede alcanzar el alma. Sumar las instantáneas que saca el alma para devenir nosotros y nosotras cada día un poco más belleza, más armonía.

En algún momento hice por conectarme con móvil, pero felizmente no había cobertura. ¿Qué más conexión buscar? Aún sin colmarnos ese silencio…, aún tecleando números en pos de una palabra simple gastada. Aquel milenario silencio no merecía mi alboroto. Ya de vuelta atravieso valles más verdes y llanos. Los pies se posan despacio para no hacer el mínimo ruido. ¿Quién osaría perturbar esa paz? ¿Cómo expresar allí que te sientes uno con todo, con el árbol solitario, con el río callado, con la roca desnuda, con la robusta brizna de hierba…, que no te deseas extranjero en tan privilegiadas alturas?

Volvemos a la naturaleza pura, a la montaña siempre sagrada, cargados de humildad, resueltos a unirnos a ella, decididos a engrandecerla, nunca más a mancillarla. Así debió ser antes de nuestra huella. ¡Queremos volver a empezar, Dios mío…! ¡Concédenos otra oportunidad, queremos hacerlo definitivamente de otra manera, con más respeto, cuidado y ternura!

 
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