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Desbordados en agradecimiento

Primera crónica desde el Caribe  
Piden a gritos rojo sobre su negro. De repente son decenas de rostros infantiles reclamando su nariz de payaso. Estampamos la barra roja sobre su piel oscura, al tiempo que arrojamos bendiciones sobre esas miradas brillantes, sobre esos centenares de niños humildes que nos rodean ilusionados. Quisiéramos poner rojo de alegría y de gozo en todas las narices oscuras. (Encontrareis más info gráfica y escrita en el blog de Javier, www.creandoutopias.org)

La estancia en la Romana (República Dominicana) es un regalo para estos payasos aficionados acostumbrados a bregar en más difíciles entornos. Sólo corremos el riesgo de acostumbrarnos a tanto confort. Una belleza verde y exuberante nos asalta y envuelve por doquier. Sobre los imponentes acantilados y sus ríos agua y barro, al borde de unas playas con otra arena más fina, con otros corales más caprichosos, con otras olas más calmas…; en medio de este calor y su vegetación tan generosa, en las noches salpicadas de otros sonidos, del canto de otros pájaros…, hemos conocido también otro de los infinitos rostros de Dios, nos ha vuelto a enamorar, esta vez con Su candor tropical, nos hemos desbordado, nosotros también, cómo no, en infinito agradecimiento.

Optamos finalmente por no cuestionarnos tantos dones. Optamos por no rechazar lo que la vida nos acerca de una forma inesperada, estos días de gloria que nos han salido al paso. Desde buena mañana ese sol especialmente poderoso sabe de nuestras “gracias” una y otra vez repetidas. Pedimos para que esta vida de tanta calidad sea cada vez más y más de todos en la tierra.

Nos hubimos de pellizcar varias veces cuando, hace tres días, desembarcamos en esta casa tropical de madera. No buscamos este mirador de ensueño, ni el atardecer bajo su palmera, ni el verde ancho colmando por doquier la mirada, ni el mar aguardándonos tras el follaje como gozo postrero… No fuimos tras nada de ello y sin embargo esta aquí. Cada mañana nos aguarda el baño a la sombra de árboles desconocidos y una bandeja de las más variadas frutas tropicales al acercarnos a una mesa ya puesta.

En honor a la verdad no podremos contar la historia de los payasos trabajando en las duras condiciones de los años anteriores. En medio del lujo inesperado vienen al recuerdo los ratones que literalmente casi nos comían, ahora justo hace un año, en la choza de campesinos de las montañas de Nepal. Bendecimos aquella precariedad, bendecimos este privilegio, pues no fuimos ni tras lo uno, ni tras lo otro. Dice Javi entre risas desde la tumbona de al lado que “vamos progresando”. Seguramente el progreso estribe en que nuestras mentes no se queden amarradas a estas tumbonas con horizonte de palmeras, quizás sí algo más atadas a aquellas cabañas de barro con catre de paja. Ayer compartíamos arroz y frijoles con los últimos de la tierra y hoy nos hallamos en el corazón de una urbanización de gente muy potentada, rodeados de inmensos vergeles.

Bendecimos el instante, el agua que salta por doquier y que pone tanta frondosidad ante estos ojos maravillados. Bendecimos nuestra condición de príncipes hoy, nuestras manos ajadas de campesinos ayer. Cuando la prosperidad, agradecimiento, cuando la austeridad, agradecimiento, me repito mientras el último sol acaricia el rostro, mientras paseo descalzo, al ceder un intenso día, por un verde recién regado...

A la mañana, cuando la amable asistenta con cofia llamaba a la puerta de nuestra casa, reflexionaba en las vueltas que da la existencia. Pensaba en cuando nosotros también tuvimos que vestir uniforme, cuando nos arremangamos y limpiamos los baños de otros... Ya no hace falta que transcurran las encarnaciones para fungir tan diferentes rolles. En medio de todo ello la aceptación, que poco tiene que ver con sumisión. Aceptación tiene más que ver con la exploración de todas las sorpresas, enseñanzas y bendiciones que acercan las más diferentes y a menudo inesperadas situaciones de la vida. Aceptación es fluir con la ley, sabiendo que cada nuevo paisaje y panorama lo han labrado nuestras acciones pasadas. Aceptación es saber que en algún momento hicimos algún gesto para merecer esta sombra en medio del paraíso, lo mismo que ayer erramos para merecer otros zumos más amargos.

Aceptamos pues esta carambola de la vida, este paseo por los aledaños del paraíso, ese asiento de príncipes a la mesa, como coyuntural regalo, pero la mente permanece firme en el principio de que cada quien asuma sus propias responsabilidades, cada quien se empleé, si no media impedimento, en la limpieza de aquello que mancha y así más pronto que tarde en la tierra, desaparezca no el servicio, pero sí el servilismo. Más pronto que tarde todos dueños y señores en una nueva geografía bendita.

Hoy por hoy, nosotros aquí, ya ni siquiera insistimos en fregar los platos. Nos abandonamos al momento, nos dejamos cuidar. Aceptamos la dicha con todas las consecuencias. Agradecemos la generosidad de los anfitriones para con estos payasos torpes. Aceptamos esta vida de privilegiados a cambio de ojos encendidos bajo las trencitas de colores, a cambio de sonrisas y más sonrisas en los hogares y orfanatos de la Romana.

 
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