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Poderoso testimonio de amor y paz

Somos afortunados pues nuestra tierra es hollada por almas cada vez más sensibles y evolucionadas. Sus cuerpos jóvenes pudieran despistar. En el caso presente, no sé si es "índigo", "cristal", "arco iris"…, poco importa su origen, sí su desembarco entre nosotros/as. Es una fortuna que tamaño testimonio esté llegando ahora mismo a millones y millones de hogares por todo el mundo. Se trata de un joven australiano que ha perdido a sus padres en el avión malasio derribado en Ucrania. Nos dejó con la boca abierta hoy a la mañana. Sin una lágrima en su ojos, con voz clara, con mirada firme, en compañía de sus hermanos, hacia esta tajante declaración ante las cámaras: “No nos interesa encontrar a los culpables, para nosotros es mucho más importante que se alcance la paz en Ucrania”. De repente un escalofrío nos recorre el cuerpo, de repente nos quedamos mudos ante semejante alarde de amor y sabiduría de boca de un hombre tan joven.

En los tiempos en lo que sigue pujando el “ojo por ojo” por las arenas de Oriente Medio y allende ellas, declaraciones de este signo no tienen precio. El joven es seguramente conocedor, más o menos consciente de la ley del “karma”. Sabe que todo se ordena, que hay un Plan superior que todo lo ajusta, una Ley que todo lo equilibra. Sabe que hay un amor que nunca se extingue. Quizás es conocedor de que detrás de lo aparente, no existe la casualidad, que sí hay un pequeño margen para el accidente, pero nunca para el infortunio. “La casualidad es el desconocimiento de la ley” pregona la sabiduría eterna.

Las consecuencias de los accidentes también se reequilibran, nos dice esa conocimiento sin tiempo. La vida en los mundos espirituales, las siguientes vidas en la carne, son oportunidad para las compensaciones pendientes. Nadie padece más de lo que la Ley marca. Lo incomprensible se esclarece a la luz de una Justicia que no da margen a mínimo error. Una humanidad cada vez más madura irá despejando sus incógnitas más mayúsculas, al tiempo que los testimonios de tremendo amor y compasión irán proliferando por la Tierra.

No sé el nombre de ese joven australiano que semejante lección ha regalado al mundo entero. Del sufrimiento humano emergen espontáneas y valiosas enseñanzas. El propio e inconmensurable dolor encuentra razón en la apertura de las conciencias. Bendiciones pues para ese joven rubio, cuyo poderoso testimonio de concordia planetaria difunden ahora todas las televisiones del mundo.

El joven debe saber que los lazos de amor perduran por la eternidad y que no hay ningún misil, de ningún calibre que pueda destrozarlos. Los cohetes derriban aviones, pero jamás pueden acabar con la vida eterna y el amor que la sostiene, el amor genuino que une igualmente a las almas. Macabro mundo éste si cualquier descerebrado de cualquier guerra cruel y absurda, pudiera poner fin a esa vida, a ese amor que no tienen principio, tampoco final. El margen de maniobra de la inconsciencia se irá reduciendo. El dolor ya trae sus recompensas en forma de luz retransmitida a todos los continentes. No nos quepa la menor duda: mañana los cohetes arados, los hijos disfrutando junto a sus padres y los aviones alcanzado sin contratiempo sus destinos.


www.KoldoAldai.org
21-VII-2014

 
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