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Fogones sagrados

Estancia en Casa Taller Saluz  
Prima seguir explorando lo oculto. Lo verdadero a menudo no se manifiesta a la orden del día. Se abre en el horizonte de quienes lo buscan con la indoblegable aspiración del alma. El establecimiento de nuestros amigos en Treviño no colgará nunca una estrella Michelín, sobre sus fogones no se proyectarán potentes focos, a su puerta no llamarán las grandes cadenas de televisión…, pero allí encontraremos la alquimia sagrada, el misterio de la “segunda cocción” al recrear el Ángel del Fuego los alimentos que nos ofrece la Madre Tierra/Amalurra. A su puerta llamarán los buscadores, los soñadores, los alquimistas que aspiran a cambiar el sabor de sus días, también el de sus alimentos. Nos alcanzan ya nuevos vapores, nuevas mesas colmadas de productos naturales de un suelo vivo.

Atmósfera de familia, esmerado arte, selectos alimentos…, todo se concitaba en la cocina de esa casa rústica enclavada en la Alava profunda. Fui tras el calor de los fogones, tras el buen hacer de una pareja entrañable. Intenté quedarme con cada aroma e instante, con cada pauta y porción, con cada movimiento de la larga cuchara de madera, con cada canto… de este arte sagrado de la cocina y la sana alimentación. Hasta el más mínimo detalle cobra relevancia en medio de esa alquimia tan exigente: ubicación del producto en su temporada, sentido de las vueltas en el puchero, materiales de los utensilios, pensamientos que asoman en medio del trajín culinario…

Los fogones nos enseñan las Leyes de la vida. Nos invitan a alcanzar el punto de en medio, el equilibro perfecto de las cantidades, los tiempos, los sabores… Los fogones nos entrenan también en el oficio supremo de dar lo mejor de nosotros mismos para entregarlo a los demás, para poder intentar ofrecer al otro/a el más puro y adecuado nutriente. Éste será, al fin y al cabo, parte de nuestra carne y nuestra sangre. Hemos de pujar por la mejor calidad de esta sangre, por la mejor salud del cuerpo, receptáculo del espíritu, a partir de los alimentos más sanos, preparados y presentados con conciencia y cariño.

Se iba el tiempo sin darnos cuenta junto a los diferentes fuegos, junto a las lecciones claras, vivas y amenas de Javier y Noah. Después nos sentábamos en una gran mesa ovalada de madera para disponernos ritual y solemnemente, previa bendición, al elevado “yoga de la nutrición”. El pan esenio entraba en nuestra boca y salivábamos en silencio y con cuidado ese trigo recién germinado, esos granos que también dan lo mejor de sí y se ofrecen en sacrificio. Nos aportaban lo más tierno, lo más joven que llevan dentro, sus dulces y tiernos brotes, proporcionándonos ese alimento completo y sano que demandan nuestros cuerpos. ¿Será que con el pan esenio a vueltas en nuestra boca, habremos podido viajar más raudos a aquellos tiempos del Maestro tantas veces soñados?

Con una suave música de fondo, deshacíamos en la boca ese delicioso pan de trigo germinado e intentábamos atrapar la impronta que en él dejó el Ángel del agua en el remojo, el Ángel de la Tierra en el triturado, el Ángel del Fuego en la suave cocción… El tiempo que está llegando es una reeducación, es una nueva formación en tantos aspectos de la vida; por supuesto también una nueva cultura en el paladar, en ese masticar concienzudo, silencioso e inmensamente agradecido. En algo de esto y mucho más, hemos profundizado este fin de semana en el taller de Saluz, junto a Javier y Noah. Cocinábamos uno y otro plato y después nos sentábamos en el acogedor comedor, en un ritual sagrado en el que no nos atrevíamos a hacer el mínimo ruido por temor a quebrar el instante.

En esos momentos únicos de comunión en la mesa, la imaginación se echaba a volar y paraba en el “Culinary Center” de mi ciudad, en los multitudinarios congreso gastronómicos del Kurssal, en el omnipresente “Master Cheff” de Televisión española… Imaginaba que vendrá el día en que ellos también se acordarán del Ángel del Agua, del Fuego y de la Tierra…, y que les tendrán presentes ante sus fogones. Quizás la revolución comience en la boca y su antesala, no en la complicación artificial y desnaturalizada, sino en los alimentos sencillos, naturales, cocinados con amor, a la vera de una llama respetada y venerada…. Quizás la nueva era arranque en realidad con ese guiño a los Ángeles y los devas que anónima y calladamente nos han procurado tan maravillosos nutrientes.

Los focos siguen despistados, reparando en esa carne cargada de hormonas y sufrimiento, en esa cocina sofisticado o masificada… Ojalá en un futuro curso, en el “Basque Culynari Center” de Donosti hablen de la previa cocina que sin manteles, ni gorros blancos desarrollan los primeros “chefs” de la naturaleza, los devas y elementales a quienes debemos tan suprema entrega a la raza humana. Nuestra cocina sólo sería una respetuosa continuación de esa sagrada labor de la Madre Naturaleza, a realizar con parejo cuidado, atención y cariño, sin química, vitrocerámicas o adulteraciones. Esos verdaderos “Masters Chefs” no van a los platós, permanecen invisibles en la dimensión etérica, aguardando que un día salgamos al paso, para agradecerles su inmemorial donación a la condición humana.

Los templos iniciáticos como Taller Saluz, seguirán su labor silente, oculta a las cámaras, pero su grano germinará, emergerán sus finos brotes verdes. No serán los tres días que necesita el trigo sarraceno, pero la nueva conciencia germinará y bendeciremos cada bocado que alcanzará nuestros labios, cada Ángel que se cruzará en nuestros caminos, cada deva que se esforzará sobre la blanda y fértil tierra de nuestras huertas ecológicas. Por lo demás recuperar la familia como primera e irremplazable escuela de fraterno amor, proyectar la comunidad de la nueva era, tiene seguramente mucho que ver con el mantenimiento y cuidado de ese sagrado fuego en mitad de un hogar cada vez más ancho.

* En la imagen Casa Taller Saluz. Toda la información de sus actividades en http://www.casatallersaluz.org/

 
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