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¡Shema Israel!

¿Qué le ocurre a este pueblo ancestral que no termina de mirar hacia adelante, que sigue optando por el ojo por ojo, que prefiere seguir arañando tierra a sus hermanos árabes en vez de sentarse a firmar la paz y celebrarla y regalarla a sus hijos y a los hijos de sus hijos? ¿Qué le ocurre a este pueblo hermano que desoye a sus Pofetas, a su Hijo más excelso, que quiere seguir durmiendo abrazado al fusil de asalto y despertar acorazado. Triunfa Benjamin Netanyahu y pierde la entente, el diálogo, la negociación imprescindible. Pierde el derecho de los palestinos a constituirse en Estado independiente. Gana el líder del Likud y con ellos los de las escavadoras, los de los muros infinitos, los que creen suyos todos los campos de limoneros.

Perdemos un poco todos, pierden sobre todo los hermanos palestinos y sus derechos, los hermanos judíos con voluntad de paz, que sí escuchan a los Profetas, que saben que el futuro es cuanto menos mutuo respeto y acuerdo. Perdemos todos aquellos que, pese a estas tristes noticias, seguimos creyendo en un mundo fraterno

"Shema Israel Adonai Elohenu Adonai Ehad..." El día pasado disfrutábamos de esas danzas judías entrañables y al término del círculo, rendidos, agotados tras horas de brincar sobre su desierto sagrado, creímos que ya amanecía, que ya llegaba la paz, que triunfaba la Voz de los Profetas en una Tierra por fin compartida... "Escucha Israel, el Señor es nuestro Dios..." Escucha al Dios único de judíos, musulmanes, cristianos...; al Dios único de todas las tribus humanas; al Dios de la paz, del amor y la concordia por los siglos de los siglos...

 
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