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El rastro de Miriam en la mujer haitiana

Quinta y última crónica del Caribe.  
Despedimos el mar y su merecido descanso cada tarde tras fragor de trabajo y batallas, despedimos esas noches con sonido de salsa y olas a un mismo tiempo. Al ceder la luz, el cansancio aplastante callaba pronto el mar y sus mareas y los bailes de la fiesta en el pueblo cercano. ¿Cómo meter en el armario del recuerdo aquel enorme balcón que dominaba todo el océano? Hay noches colmadas que uno desearía alargar en la eternidad, noches cálidas llenas de salitre y cantos de sirenas, ecos de sonrisas de tez morena y feliz sosiego tras la función de la tarde…

* Imágenes del periplo por la Dominicana en http://www.facebook.com/media/set/?set=a.10150569069517379.381890.714557378&type=3

Aquel trueque de sonido de olas por claxon y urbano alboroto no terminaba de convencernos. Despedimos primero las playas y después los vergeles que hubiéramos querido nunca se acabaran. Nos embargó la belleza, nos colmó la abundancia. La Madre Naturaleza muestra su faz más generosa en los países tropicales, allí donde se derrama en las frutas y verduras más sabrosas. Cuando nos invitaban a un jardín sabíamos que en realidad nos daban entrada al paraíso. En Constanza paseamos entre romeros que rozaban nuestra cintura y nos salían al paso limones del tamaño de balones. Allí pudimos también comprobar que la canela no brota en botes de cristal, sino que se saca de un pequeño árbol de poderoso aroma cargado de flores amarillas y de frutos negros. Hemos visto también competir a los altos árboles de los mangos con otros para ganar en altura y así engordar su dulce y jugosa ofrenda. Podemos imaginar cómo la gozaron los espíritus elementales dando vida a tan variados y suculentos tipos de fruta, concibiendo las más diferentes texturas, sabores, colores, envolviéndolos en las más variadas pieles, colgándolos de diferentes ramas. La creación nos sorprende allí con su colección inmensa de frutas que hacen las delicias de nuestro paladar. Cada pieza que acercamos a nuestros labios es una oportunidad para susurrar también renovadas gracias a Dios.

El viaje ha sido un baño en una belleza natural de difícil olvido. Más belleza nos alcanza y penetra, más cerca nos situamos de la Fuente. Eso es lo que nos ha permitido la República Dominicana, dejarnos deslumbrar aún más por el Origen de todo lo bello. No podríamos salir iguales después de ese nadar al amanecer a océano abierto junto a los amables peces manta. No podemos ser los mismos tras pasear, al ceder la tarde, por esos otros “océanos” de verde rodeados de jardines de los mil y un colores. La pura belleza nos ha tocado y quisiéramos que dentro no nos dejara, que dentro nos siguiera imantando y nosotros imantar con ella. Volvemos envueltos en múltiples recuerdos de hermosura, con la firme determinación de seguir trabajando por un mundo más bello también para todos.

No podríamos ser los mismos tras habernos cruzado con tan limpias miradas, con tan noble gente que en el más absoluto anonimato trabajan por y para los más desafortunados. Aquí recordar, pues no lo hemos mentado en crónicas anteriores, a Jorge el voluntario madrileño de “One Respe” que nos reveló que una enorme e inteligente capacidad de entrega también mora en las más jóvenes generaciones. Él fue nuestro guía por la geografía pobre de las afueras de Santiago.

Volvemos ricos por unas sonrisas que a nosotros nos han encendido, no por las que eventualmente hayamos prendido. De vuelta para casa, observamos enajenados la rica Miami. Nos gana el convencimiento de que somos llamados a invertir en otro negocio, a cotizar en otra bolsa, con otros valores. Los grandes hoteles que se levantan ante sus tan televisadas playas no ejercen poder de llamada. Lo pequeño, lo familiar, lo cercano es lo que hemos constatado hermoso, nos repetimos mientras que paseamos por una orilla que semeja infinita.

Tras disfrute de sol y arena, entramos en una cafetería a ver que nos daban por nuestros últimos 20 dólares. Saciamos el hambre, pero entre bocado y bocado sin bebida, Javi, mi compañero de farándula y viajes (www.creandoutopias.org), recibió dura noticia. Se enteró por un sms de la Caixa, en la cafetería había wifi, de que se quedaba sin casa. El banco se llevaba su blanco hogar en un pueblito de la sierra de Córdoba. Tras paseo por mansiones de lujo, ahora le toca al buen amigo meter sus enseres en el coche. Todo apunta a que hemos de estar preparados para los más diferentes roles, que somos llamados a aprender en una misma vida de muy variadas experiencias.

Se acabaron los días de este boleto de la suerte por nombre República Dominicana. La satisfacción que nos llevamos, bien podría ser la de un eco que sigue resonando, la de un barullo constante de niños felizmente alborotados que no nos abandona. Desde el avión, la nieve en los montes de Madrid, nos recuerda que el invierno aún se empeña, que los baños en la playa eran en otro continente, que hay que buscar la bufanda del doble fondo de la maleta.

Del doble fondo del recuerdo traemos también aquí para finalizar a los olvidados entre los olvidados. A los niños y adultos haitianos que hemos tenido en suerte conocer y que sufren una doble discriminación en cuanto pobres entre los pobres. En lo que se refiere a las mujeres haitianas estaríamos hablando de una triple explotación. A través de los amigos de “One Respe” hemos podido saber del drama de estas niñas y adolescentes arrancadas de sus familias en Haití, para servir como criadas, sin sueldo alguno, en hogares de la República Dominicana. No traeremos a estas líneas esos dramas sórdidos, esas injusticias monumentales. No hay espacio para el relato pormenorizado de las consecuencias de esa clase de descomunal egoísmo que priva de adolescencias, de escuelas y de juegos… Remitimos eso sí, al excelente trabajo de Catucho (“One Respe”) por nombre "El rastro de Miriam en el ir y venir de las mujeres inmigrantes".

En las colas para pintar la nariz de los niños junto a los poblados pobres de Santiago pudimos comprobar como ese duro egoísmo racista ha calado incluso en los más pequeños. Hay narices más chatas que otras y ese detalle no es anecdótico. Hay pieles más oscuras que otras y ese detalle tampoco es anecdótico. Observamos delante nuestro con tristeza cómo niños dominicanos querían privar de su rojo en la punta de la nariz a sus compañeros de origen haitiano más negros y sin apenas nariz.

Sorprende constatar que se le conceda tanta importancia al color de la piel. Los escalafones sociales están establecidos en orden a la oscuridad de esa piel. El mulato que entra en una taberna oteará si hay entre los presentes alguno más negro que él. La claridad de la epidermis da aún rango en una sociedad con un gran componente de racismo. Hay que honrar la forma de cada pueblo de estar en el mundo, hay que respetar usos y costumbres, pero nunca, nunca a costa de la conculcación de los derechos universales.

Aprendimos mucho en esas colas, como en aquella enorme que creamos cuando se nos ocurrió comprar helados a la puerta de un orfanato y vimos que en el frigo ambulante no había suficientes unidades para todos los niños. Aprendimos que la buen voluntad sin un mínimo de juicio y criterio puede ser contraproducente. Aprendimos mucho en esas colas, como cuando unos pequeños nos pidieron algo de comer para llevarse a la boca en vez de pintura roja a estampar en su rostro. Para los niños que se desmayan en las aulas por falta de alimento, el juego y el aprendizaje carecen de motivación. Los casos eran aislados pero aún ocurren.

Lejos de “la Española”, crepita ahora una estufa bien cargada en medio de todos esos recuerdos del trópico. Arde la dura encina mientras bendigo la preciosa oportunidad de que hemos gozado al caminar con privilegiados cicerones por aquella geografía para nosotros ignota. Volvemos con la tez más morena y la mirada más soleada, con el cuaderno de notas a rebosar, cargados de belleza, de enseñanza y experiencias… En alguna escuela olvidada quedó sembrada alguna sonrisa, en el recuerdo de algunos niños su primera imagen de algo parecido a unos torpes payasos. En estas crónicas que ya se acaban, queda también firmemente plantada la defensa de la dignidad y el honor de absolutamente todos los humanos.

Si Dios quiere, cuando Javi pueda aterrizar de nuevo en la normalidad, editaremos libro. Volcaremos en él todos los apuntes de los viajes por los tres continentes con la nariz roja y la bolsa de caramelos. Gracias por vuestra cercana compañía en todos estos periplos gozosos. Seguimos juntos/s trabajando por un nuevo mundo de sonrisas para todos. Fuerte y fraterno abrazo.

 
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