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Durmiendo sobre el asfalto

Las verdaderas trasformaciones no tienen ventana a los telediarios, no se anuncian en las noticias de las nueve. Los auténticos progresos van más por dentro, son más sigilosos, más imperceptibles a las pupilas de afuera. No conviene preocuparse en exceso por unos resultados electorales. No debería afectarnos el gran avance de las fuerzas conservadoras en las elecciones pasadas, tampoco su próxima toma de la Moncloa en los escrutinios generales de Marzo.

Las trasformaciones más reales y duraderas acontecen en la urbe interior hasta que comienzan a florecer a la luz del día. La ley de la manifestación opera de lo más sutil a lo más denso, nunca al contrario. Progreso y libertades son ante todo conquistas personales a las que un buen día, de forma espontánea, les llega la hora de manifestarse allá fuera. Debajo del asfalto de Sol estaba también el triunfo de los populares, pero nuestras esperanzas no se ciñen a lo que se manifiesta ya debajo, ya encima de las grandes plazas. Tienen más que ver con una nueva forma de latir, sentir, mirar, abrazar, caminar, construir…, ya sobre ese hormigón, ya preferiblemente donde se acaba.

Los números de los escrutinios tienen una importancia relativa. ¿Quién escruta por dentro, quién lee la transformación que va operando en las personas hacia una mayor donación de sí mismos/as, de mayor entrega a la humanidad y a la vida? Por muy hartos que estemos de los bancos y de los poderosos, nunca deberemos perder de vista al tacaño, al tirano… que también pulula por dentro. Los definitivos cambios arrancan más cerca de lo que imaginamos. Si esa mutación interna se contagia, la vieja y obsoleta civilización materialista e individualista, sostenida merced a nuestro propio temor e ignorancia, se irá desmoronando. No será siquiera necesario precipitar su caída.

El gran valor del movimiento del 15M es el espíritu exquisitamente pacífico, la audacia e imaginación manifestados, lo cual es ya la expresión de un nivel de conciencia y desarrollo internos. Debajo del asfalto de Sol estaba una reacción copando más y más centros de poder, pero, ¿quien hará olvidar a los jóvenes la utopía que, siquiera por unos días, aterrizaron y plantaron en el corazón de las ciudades?, ¿quién les hará olvidar ese otro Mayo en el que descansaron juntos bajo las estrellas, en el que dieron rienda suelta a toda su creatividad? Quienes han dormido cabeza con cabeza, sueño con sueño sobre el duro asfalto tienen al amanecer un largo itinerario, todo un recorrido juntos por delante.

Lo que ha distinguido la “spanish revolution” de otras revueltas anteriores ha sido su orden, su espíritu noble y no-violento, su capacidad de autoorganización, de proporcionar propuestas, su ánimo de reconstrucción de otro mundo, no sólo de tumbar el viejo sistema. Debajo del asfalto de Sol aguardaba la fiesta en la calle Génova, pero ya nada será como antes de aquel 15 M en que descubrimos, gracias a las redes sociales, nuestro poder y capacidad para ir en pos de nuestros sueños.

Quienes han vivido esa primavera con toda la fuerza de la mutua ayuda, de la solidaridad, de la co-creación…, albergan la semilla en sus corazones para engendrar nuevas primaveras allí donde vayan. Saben ya cómo se tensan las lonas, cómo se dibujan las grandes letras y se moderan asambleas, cómo se acaricia el futuro y se conjuga la esperanza…

Debajo del asfalto de Sol aguardaba también un avance del inmovilismo, sin embargo ello no debiera mermar la ilusión entre los/as constructores/as de lo nuevo. Sigamos reciclando el descontento de forma que vaya encontrando más y más concreción en nuevos y amplios movimientos sociales, en nuevas y emancipadoras propuestas alternativas, que nunca de confrontación.

Lo pequeño es también en grande. Quienes han creado un mundo más armonioso, fraterno y colorido siquiera por unos días, bajo unas lonas precarias, podrán recrearlo a una escala más extendida, por un tiempo más prolongado. Olvidemos los triunfos de los populares, el color de los concejales y junteros, reparemos más en el color que lanzamos a las paredes de nuestros días, el color que somos capaces de imprimir a la convivencia en nuestro entorno más cercano. Al fin y al cabo son las pequeñas revoluciones las que puntúan, las grandes las abrazaremos más tarde, una vez haya amanecido lo suficiente por dentro.

 
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