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Enseñanzas del "procés"

Llega la hora de la recapitulación. En el "break" en medio de este sobresaltado y convulso otoño, será preciso hacer sitio a la necesaria evaluación. No sin pudor, no sin cierto agotamiento por todo lo vivido, habremos de intentar extraer las enseñanzas de un procés en plena revisión. A lo largo de los últimos días se nos ha revelado todo tipo de detalles con respecto a cuanto aconteció en las horas previas a la Declaración unilateral de la independencia. Los extremos ganaron la partida, cuando parecía que iba a imponerse la cordura. Los Obioles de turno se obcecaron en el 155 con cualquiera de los escenarios posibles. Por su parte los Rufianes, su rodar de las “155 monedas de oro” y las emocionalidades incontenidas de quienes estaban dispuestos a toda costa a ir al “sacrificio”, tampoco ayudaron. A Puigdemont se le tildó por unas horas de Judas y traidor.

El president estaba más que decidido a convocar elecciones, pero parece ser que el radicalismo lo fagocitó en el último momento. El propio Mas reconoce que no era preciso correr tanto. No había, ni hay mayoría suficiente para tan arriesgada y fragmentadora apuesta. Ahora hemos sabido también del “Hicimos todo lo que pudimos” de Sabin Etxea. Por estos lares la realidad está dando la razón a la moderación, a la gradualidad y el bilateralismo. La cohesión, la convivencia, la paz que estamos en Euskadi alcanzando no tienen precio. Estamos viviendo una primavera que quisiéramos eterna. Por eso el lehendakari Urkullu se esforzó por entero en la búsqueda de la salida negociada, por eso le invitó tantas veces a Puigdemont a echar el freno.

Ghandi siempre consideró que las cárceles llenas eran la victoria más clara. En la Catalunya de la "satiagraha" diferida, por las libertades y mayores cotas de democracia sí que merecía la pena haber llenado las cárceles, por la independencia no es el caso. El tren se debía haber detenido bien antes. Por lo menos esa mañana del 24 de Octubre en que Puigdemont trataba de frenar y al intentar tirar de la palanca y convocar elecciones, le llegaron desde la calle los gritos de “cobarde” y el president le dijo al lehendakari que no podía con la rebelión en las propias filas. La determinación de Madrid de no suspender el 155 aún sin DUI, terminó de frustrar las esperanzas.

Nada de toda está crisis hubiera acontecido si desde el gobierno central se hubiera consentido un referéndum legal; si desde que las urnas salieron a la calle, tan severo autoritarismo no se hubiera desatado por parte del Estado ¿Cuánto dolor no se habría ahorrado para todos? Los problemas políticos merecen soluciones políticas, no porras, ni dirigentes en mazmorras, pero el soberanismo por su parte nunca debió haber pisado acelerador. Nada de esto hubiera acontecido si la independencia hubiera dejado de ser la madre de todas las batallas.

Bien está lo vivido, si de todo ello extraemos las enseñanzas imprescindibles. Bien está lo vivido si los presos políticos vuelven a casa, si Puigdemont desembarca en Barcelona y no en la Audiencia. Bien está lo vivido si el 155 pasa a ser triste historia, si reparamos en que para ir más lejos, en cuanto a grado de independencia, es preciso ir más juntos. Correcto está lo vivido si a la postre consideramos que la cohesión social es el bien colectivo más sagrado a preservar y que una apuesta soberanista, mientras no sea aplastantemente mayoritaria, no debería nunca osar quebrarla.

Había que sembrar de luz las avenidas por la libertad de los dirigentes detenidos y exiliados, pero no merece la pena volver a intentar algo tan osado por lo que la inmensa mayoría de la ciudadanía aún no apuesta. En la próxima vamos todos juntos, compañero/a.


Artaza 27 de Noviembre de 2017

 
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