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Las tribus de la Aurora

… y se reunieron las tribus que cuidaban la tierra y las genuinas tradiciones indígenas y sagradas. Traían cintas de algodón en la cabeza y el cuero aroiris en el pecho. Venían de volar con el águila y el cóndor, de apuntalar los tipis, de engrasar sus pieles antes de las nieves. Y se acercaron los que custodiaban la arcana, inmemorial, perenne sabiduría. Venían de arrancar al Misterio sus últimos susurros. Llegaron los círculos de mujeres con sus flautas y arpas, con sus largas faldas de colores, con sus ojos generosos, con sus melenas descosidas, con sus corales en el pecho. Venían con la luna colgada del viento. Y vinieron los de las ecoaldeas, con su sudor aún en la frente, con su panes de sésamo y pasteles de pasas recién cocidos. Venían de colocar una estrella en el tejado de arcilla y escarlata. Se llegaron los de permacultura y la otra economía posible. Venían de abrir el último Banco del Tiempo, de imprimir una nueva moneda con pinturas de barro y pastel. Corrieron las legiones de niños y sus escuelas sin tabiques. Cargaban con sus bosques y sus duendes, sus elfos y sus hadas. Les acompañaban los maestros de Waldorf, de Montessori…, las maestras que les ayudan a cultivar el alma y su color y su música y su anhelo de eternidad… Concurrieron también los contadores de historias bellas, los juglares de la Amada, las sacerdotisas de todos los templos, los artistas de la luz, los pintores del alba, los poetas del noble anhelo…

Estuvimos cantando y rezando hasta el amanecer y con las primeras luces del alba sellamos un pacto sagrado, una alianza que saltaría montañas y valles, mares y océanos, que trascendería el tiempo y las geografía, las generaciones y los tiempos. Sellamos una alianza eterna y allí estaban los Guías de todos las edades, las Grandes Almas, las que nosotros consideramos separadas y en realidad eran todas juntas la más sólida de las piñas. Eran las que siempre nos estuvieron acompañando e iluminando, las que culminaron el Camino, las que pudieron haber volado y sin embargo se quedaron con nosotros y nosotras. Allí estaban para bendecir aquella alianza tan aguardada, escrita en lo profundo de tantos corazones.

Podamos decir que fuimos testigos cuando se selló la síntesis pendiente, la comunión tantas veces postergada. Podamos decir que estuvimos allí, porque allí es cada barrio, cada pueblo, cada biorregión en que salimos al paso de cuantos/as portan el brillo en la mirada y la fe y la esperanza en sus corazones. Allí es donde formamos sagrados aros en favor del otro mundo posible, alianzas en pos del futuro. Allí es cualquier espacio donde burlamos las fronteras, las diferencias y los abismos. Allí es donde se acaricia el mañana, donde se cuidan las nieves del ártico y las cosechas de espelta y cebada de las próximas generaciones. Allí es cualquier lugar donde se fragua el más elevado de los sueños de todos los tiempos y geografía, el sueño de la fraternidad humana, en unión con nuestros Guías, en unión con los benditos reinos animal, vegetal y mineral.

Podamos decir que estuvimos allí, cuando salimos de nuestras cuitas personales y nos unimos a la corriente de servicio sin marca, sin color, sin siglas. Cuando nos unimos al Plan Uno, al Trabajo Uno, a la Urgencia Una…; cuando olvidamos nuestras diferencias, sacrificamos nuestros egos y nos entregamos por entero a la Causa sin nombre ni tiempo, a la Unidad consagrada en toda su diversidad ¿Cuándo sino ahora? ¿ Cómo sino unidos? Bendito sea, a pesar de todos los “peros”, de toda las noches y sus hierros y amenazas, este tiempo tan aguardado, tan privilegiado, en que por fin nos reunimos todas las familias de la Aurora.

 
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