Política y paz | Una sola humanidad | Espiritualidad | Sociedad | Tierra sagrada

Ante las apuestas nacionalistas del presente

Esbozando un posicionamiento que se pretende en la perspectiva de los servidores del mundo  
Las aspiraciones de los nacionalistas catalanes y más concretamente la apuesta por la independencia en un plazo relativamente corto, ha convulsionado en gran medida la vida política española. Más allá de la respuesta pronta, partidaria e interesada que nos ofrecen las formaciones políticas en su más variado arco, tratamos de buscar claves en la resolución del conflicto, ahondando fundamentalmente en las causas. Más allá de las apuestas enardecidas de uno y otro signo, tratamos de tomar un punto en la altura, una mirada objetiva al tiempo que comprensiva con las diferentes y más moderadas partes. Más allá del revuelo generado, tratamos de encarar la cuestión desde el mayor grado de imparcialidad, como creemos que lo abordarían desde Arriba, como la observarían los Grandes seres que tutelan el devenir evolutivo humano.

De cualquiera de las formas, esta reflexión no deja de ser una interpretación que personalmente hago de las Leyes y del Dharma ante esta cuestión de plena actualidad. Trato de aplicar las Leyes espirituales y los principios del Sendero a nuestra coyuntura concreta, pero en el trazado de esa interpretación tengo por supuesto el riesgo de caer en equivocación. Buscamos con nuestra mejor voluntad salidas a este conflicto que deteriora relaciones en tantos escenarios y niveles. El momento demanda búsqueda de soluciones coherentes, que traten de dar con la parte de razón que alberga cada una de las partes.

Mente superior y gobierno de la emocionalidad

Loable es el amor a nuestra cultura, a nuestras tradiciones, a nuestra lengua y costumbres. Suma siempre el amor a lo propio al el amor a lo universal, no hay en ello incompatibilidad sino todo lo contrario. Sin embargo ese amor, a la luz de la Ley, queda en entredicho desde el momento en que torna apegado en exceso y suscita distancia y división. Más allá de las razones coyunturales que han dificultado e incluso impedido la manifestación de ese amor a lo propio, estamos llamados alentar el espíritu de unión y de acercamiento entre los pueblos.

Vivimos un presente especialmente convulso en el que despiertan emociones reprimidas y el servidor del mundo habrá de preguntarse qué actitud deberá adoptar en medio de un panorama tan confrontado y a la vez confuso. Observar esta realidad radicalizada y hervida en las más dispares y atizadas emociones, nos exigirá una distancia y un esfuerzo añadido para intentar instalarnos en la cumbre de nosotros mismos, en nuestro mental superior, allí donde avizoran la realidad también las Grandes Almas, los Grandes Seres que en su día alcanzaron la perfección y triunfaron sobre la condición humana y sus contradicciones inherentes. La cumbre de nosotros mismos es también la que deja abajo nuestra personalidad y su sentimiento de creernos separados de los demás.

La confusión generalizada es una invitación al análisis lo más objetivo y desapegado posible; nos emplaza a discernir como almas desde un mental superior adherido a las causas más nobles. Desde ese mental desvinculado de la personalidad, habremos de tratar de interpretar la aplicación de la Ley en estas cuestiones candentes. Una encendida emocionalidad se acusa en ambas partes confrontadas, ya sea nacionalismo español, ya catalán. La emocionalidad en este segundo caso se ve acentuada por unos agravios históricos que no podemos aquí abordar, pero que resultan evidentes para cualquier estudioso imparcial de la historia. Hay unos derechos culturales y políticos de los catalanes que fueron conculcados durante muchos años, sobre todo a partir del triunfo en la guerra civil del dictador Franco.

El sentimiento de una conciencia nacional diferenciada, los agravios históricos mencionados y por último la desafección ante los gobiernos centrales que se van turnando en Madrid y que manifiestan tan poco respeto a las decisiones soberanas del Parlamento catalán, han exacerbado el deseo de una importante porción de su población de salir de España. Esos sentimientos han tratado hasta el presente de abrirse paso de forma legítima en el ámbito político.

Las emociones nacionales necesitan su tiempo para reciclarse en sentimientos más desapegados, para encauzarse hacia el valor superior de la unidad en la diversidad. En un panorama de mayor respeto ello resultaría más sencillo y natural, por el contrario lo que se reprime se exacerba. El sentimiento nacionalista catalán va a más precisamente porque se cierran las puertas a su expresión y así hemos llegado al punto conflictivo en que nos hallamos. En un contexto más tranquilo esas emociones se irán elevando. La emocionalidad superior, aquella que alienta el alma, no persigue en ningún caso la separación. Hay un apego nacionalista de ambas partes confrontadas que ha de ser trascendido con el tiempo, y mientras tanto la democracia, no la imposición unilateral, es la que ha de arbitrar esas complicadas situaciones. El apego excesivo a lo propio habrá de sublimarse en abrazo al todo; ese apego ya nacional español, se irá rindiendo en el altar del sacrificio, en el ara del alto ideal de fraternidad humana.

Trascendidas la emociones inferiores de uno y otro signo, los problemas entran en vía de solución. La emocionalidad apegada rinde poco a poco vasallaje a esa mente vinculada a su vez a un alma que no tiene patrias, que habrá de pasearse vida tras vida por todas las patrias. Nuestro mental superior nos invita siempre a buscar el encuentro entre los humanos, a asumir el valor de la unidad. El emocional superior alienta los sentimientos más nobles, que después el mental superior plasmará en forma de ideas y pensamientos.


Dharma, Leyes superiores y nacionalismo

Nuestro deber consistirá por lo tanto en trabajar por la unidad humana, por el encuentro entre los alejados, entre los diferentes. Nuestra apuesta, nuestro Dharma es el de ir creando las condiciones para la realización, más pronto que tarde, del alto ideal de fraternidad humana. Allí donde hay separación, donde hay abismos, donde hay distancias…, nosotros habremos de alentar aproximación, nexo, encuentro… Los servidores del mundo no deberíamos por lo tanto nutrir, defender aspiraciones de separación. Somos servidores del Plan y el Plan es unidad, es fraternidad humana.

Los servidores del mundo somos también valedores de las Leyes, de las Leyes superiores, de la inmutables, de las que operan aquí y en el otro extremo del Universo. Hemos de procurar por lo tanto siempre el respeto a la Voluntad de Dios expresada a través de estas Leyes. Una de las principales leyes es la del Libre albedrío. Cada persona, cada conjunto de personas es siempre dueño de su presente y futuro. Se podrán, nos podremos equivocar, pero es preciso ser sumamente respetuosos con las decisiones de las personas y de los pueblos. En nuestro nivel evolutivo avanzamos en la mayoría de las ocasiones espoleados por el dolor que comporta los errores cometidos. Pero ha de ser así. Nadie puede ni suplantarnos en nuestras decisiones, ni por lo tanto evolucionar por nosotros mismos.

Aquí y ahora

Tenemos entonces un deber (Dharma) y a la vez una Ley que cumplir. ¿Son ellos contradictorios, como a veces se nos desea dar a entender? No, en absoluto, son complementarios. Esbozados esos postulados de la Arcana Sabiduría estaremos en condiciones de acercarnos con más luz a nuestra coyuntura concreta, podremos abordar más certeramente el problema: ¿Cómo podemos aplicar estos Principios a la realidad que vivimos ahora en el Estado, en mayo del 2015, en un momento en que las emociones separatistas, sobre todo de catalanes, pero también de vascos, se hallan a flor de piel?

A la luz de lo expuesto, del cumplimiento del Dharma y de la Ley, a la luz de lo que vamos interpretando con respecto a lo que ha de ser nuestro trabajo como servidores del mundo, nuestro objetivo sería por lo tanto doble. Por un lado apoyar el derecho de los pueblos a decidir su futuro. Si ese derecho se conculca o se atrasa sin fecha, la herida emocional va a quedar abierta y el espíritu separatista va a medrar aún más. Nunca hay un excusa de peso para negar la voz a los pueblos. El sufragio, el referéndum son, al día de hoy, los instrumentos más democráticos de que disponemos para conocer la voluntad de los pueblos.

Ahora bien conquistado ese derecho inalienable, una vez instalado un debate cordial, amable, respetuoso, habremos de abogar por la no separatividad, por la unidad en la diversidad, es decir por la permanencia de todos los pueblos en el marco del mismo Estado actual ¿Cómo se concreta este ideal en nuestro aquí y ahora? No es quizás éste el lugar más apropiado para extendernos al respecto, pero la opción de un Estado Federal, con importante poder para las autonomías que así lo demanden, parece ser la fórmula administrativa que más se puede ajustar a los Principios superiores anteriormente aludidos.

Importante déficit democrático actual

Concluida la exposición general, será sin embargo preciso apuntar que en estos momentos en España, nos encontramos con un problema que enrarece la cuestión, a saber el déficit democrático reinante. Estamos algo rezagados en el desarrollo del espíritu colectivo de buena voluntad y sana ciudadanía y la merma actual de libertades es un claro indicador de ellos. Nuestra democracia no es, al día de hoy, homologable con las democracias del mundo más avanzadas. La cuestión nacional, que en países de democracias más consolidadas como Canadá e Inglaterra, se aborda con grandes dosis de naturalidad, aquí entraña un enrarecimiento social, una confrontación exacerbada. El debate queda limitado y las posiciones polarizadas, dada la negativa del gobierno a plantear la cuestión con normalidad, oponiéndose a que sean los ciudadanos los que deciden al respecto, en un referéndum en el que se apliquen todas las garantías democráticas.

Anclarse en posiciones autoritarias e inmovilistas puede traer un importante coste en forma de conflictos sociales. La cerrazón del gobierno central en esta cuestión sólo alienta el reforzamiento del separatismo. La única forma de mantener una unidad sólida y perenne es que ésta sea, como ha ocurrido en Inglaterra, libremente asumida por el conjunto de la ciudadanía y no constituya una imposición superior. Por más que queramos y lo queremos que Catalunya no se desgaje de España, habremos de cuidar para que la voluntad de los catalanes, en esta fundamental cuestión, sea respetada. Ellos son sujeto de decisión a la hora de definir su mañana. A estas alturas no hay ningún futuro que no se deba de escribir en pleno ejercicio de la libertad. El fin del bipartidismo y la entrada de nuevas formaciones en el panorama político español, esperamos que redunde también en la formación de un gobierno con talante más aperturista que aborde con mayor respeto y realismo esta cuestión candente.

Que podamos superar esta coyuntura difícil en un esfuerzo de mutua comprensión. Que la cordialidad y el respeto a las voluntades expresadas democráticamente en las urnas, sean las características que signifiquen en el futuro este debate. Que la ponderación se imponga en las partes enfrentadas; que más allá de las circunstancias del ahora, de las aspiraciones del momento, el ideal de unidad humana salga reforzado; que el principio superior de fraternidad progrese, integrando en diversidad nuestras más variadas identidades nacionales.

* * En la imagen "lauburu" confeccionado en la ceremonia de Aralar 2015

 
   |<  <<    >>  >|
NUEVO COMENTARIO SERVICIO DE AVISOS

 
  LISTA DE COMENTARIOS