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Historia echada a andar



La historia, en su inherente vocación de ir hacia adelante, va buscando por doquier aquello que la empuje. La barbarie y sus manadas inconscientemente la impulsan. Un dilatado pasado de impunidad, una salvaje e indigna tradición de abuso del hombre sobre la mujer va felizmente llegando a su fin, se ha tropezado hoy, en España y en muchas partes del mundo, con un pétreo muro de ciudadanas y ciudadanos firmes en su imperioso “¡basta!”. 
Tarde, pero amanece. Las buenas noticias vuelven a esconderse entre los titulares y su actualidad agitada. Un patriarcalismo agresivo ha quedado felizmente herido de muerte. El futuro nos va alcanzando, no sin sus cuotas de dolor en tristes portales y segundos y sórdidos pisos. Las olas de indignación, son olas de imprescindible evolución, pero sería también positivo que los interrogantes se prodigaran y no se limitaran a unos magistrados.

¿Y si ahondáramos también en causas más profundas? ¿Y si cuestionáramos los sanfermines del alcohol y el desmadre? ¿Y si pusiéramos el interrogante a la fiesta catártica, a la sociedad desnortada, hastiada que nos conduce a ella? ¿Y si esta ola de indignación que recorre todos los rincones de nuestra geografía comenzara a cuestionar además un hedonismo imperante que banaliza las relaciones sexuales, que se libra muy mucho de vincular sexualidad con imprescindible amor?


Quisiera whashaps en mi móvil que no únicamente cuestionaran a unos jueces. Los interrogantes se prodigan, son positivos y necesarios, nos hacen ir hacia adelante. ¿Y si pusiéramos también el interrogante sobre una sociedad materialista que va buscando el placer en cualquier lugar, por cualquier motivo y a toda costa…? Sería una pena que la interpelación se ciñera a tres togados, cuando hay tanto que dejar atrás en el pasado, tanto por alumbrar en el futuro.


La historia se ha echado a andar. No debiéramos tener miedo a los interrogantes. Una sociedad que continuamente se pregunta, es una sociedad que camina. Está por escribirse una nueva historia, un futuro en el que la mujer recupere su lugar sagrado en la pareja, en el hogar, en la sociedad, por su puesto en la fiesta y la celebración. Está por escribirse una nueva historia en la que todas nuestras relaciones serán más amables y consideradas, por supuesto más sagradas. Está por escribirse una historia en la que el deseo desenfrenado irá perdiendo espacio en aras de un amor más noble, puro y generoso. En ese imprescindible reto colectivo no será obstáculo ningún magistrado.


No sólo camina un hartazgo, sobre todo avanza un noble anhelo. Pamplona se ha puesto en estos días a la cabeza de esa humanidad que camina, de esa humanidad decidida a dejar atrás un anacrónico y vejatorio machismo. La revolución lila ha estallado y se viene a sumar a otras revoluciones cabales, pacíficas, no violentas, cargadas de futuro que tenía pendientes la ciudadanía despierta.


No hay sentencia capaz de detener ese avance de la historia. No volverán. Las manadas no podrán alcanzar el mañana. Se dispersarán por los campos de la vergüenza, por los prados de la ignominia, por las estepas de la nada. Se abrirá el tiempo del mutuo y supremo respeto. Ellas caminarán libres las más oscuras avenidas. La fiesta no encubrirá barbarie, no será excusa para el despropósito. Será expresión de pura comunión, de sano disfrute. Antecederá al amor sincero y verdadero, aquél que vendrá a quedarse para siempre.

 
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