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El perdón y las urnas

En las ya cercanas elecciones vascas se concita un legítimo entusiasmo por parte de la izquierda abertzale, un anhelo de aflorar que viene de lejos y que se habría sobrepuesto a innumerables dificultades. Se les suma además unos buenos pronósticos. Parece que hubiera llegado su hora, su momento que podría ser de sectores aún más amplios a nada que un perdón imprescindible se esbozara. Sí, vivimos como pueblo nuestro más feliz tiempo. Poco puede llegar a representar una crisis económica, cuando observamos la sociedad vasca de nuevo vertebrada, cuando percibimos que van cediendo viejos odios y poco a poco se inaugura el tiempo de la concordia y la esperanza. Bildu, con sus más o menos amplias cotas de poder autonómico, representará, no sólo un signo de normalización política, sino también, pese a su evidente inexperiencia, una oportunidad muy saludable de renovación de la clase dirigente.

Deseo a Laura Mintegi, a la izquierda abertzale el mejor de los resultados, sin embargo Bildu errará sin memoria, no sólo de lo vivido y soportado, sino también de lo generado. No hay real progreso sin exigente repaso. Somos la consecuencia de nuestros aciertos y de nuestros errores. El reconocimiento de las graves equivocaciones cometidas puede en verdad abrir las puertas del futuro a la izquierda abertzale, fundamentar un mañana más glorioso. Hasta el momento presente de gran expectativa, su aparente progreso ha exigido muchos sacrificios, el más reciente el de Aintzane Ezenarro y sus valientes. Con ella/os marchan de Aralar las voces más críticas y a la vez enlazadoras con otras formaciones.

Bildu necesita de la memoria objetiva para poder construir un sólido futuro. Tanta prisa por tomar las riendas del poder, puede volverse a la contra. ¿Quién ensalzará primero la memoria de Perthur, de Yoyes, de Imanol Larzabal…? ¿Quién subrayará la valentía de Carmen Guisasola, de Txelis…? ¿Quién honrará el buen nombre de quienes preconizaron la renuncia a la violencia que ahora toda la izquierda abertzale felizmente asume? ¿Quien restablecerá el legado de los/as que primero se alzaron contra la crueldad de ETA?

Cicatrizar el pasado permitiría ensanchar el presente. El sano, abierto y progresista nacionalismo vasco no podrá ser sin memoria, sin reconocimiento del dolor causado por la organización armada, por cuantos durante tantos años, bien la jalearon, bien adoptaron ante su accionar silencio cómplice. No podremos ser sin hacer nuestro el sufrimiento de quienes rodean a cada uno de los guardias civiles, policías, ertzainas, militantes del Partido Popular y del Partido Socialista, jueces, empresarios, funcionarios… asesinados. No, no podremos ser sin cargar esas víctimas a esas espaldas, en alguna medida, colectivas. Más allá del GAL o del Batallón Vasco Español, de los abusos del Estado…, en medio de algún silencio, se impone un sinceramiento, un postergado “mea culpa”. No se puede recurrir siempre a los desatinos de los gobiernos españoles o la barbarie de Franco, para poder pasar por alto la barbarie propia. La exigencia ética no puede relajarse, todo lo contrario deberá acentuarse, para con quienes, por tradición cultural, respiran más cerca. Ajuriaenea no vale un perdón, pero sí es preciso el perdón para llegarse con la cabeza bien alta a pie de sus alfombras.

Es cierto que sólo un rancio sentido del rencor, aún instalado en importante parte de la clase política y judicial de Madrid, mantiene entre rejas a los presos de ETA gravemente enfermos, pero quizás no es menos cierto que la ausencia de autocrítica, consecuencia de un desmedido orgullo, frena medidas de indispensable flexibilidad penitenciaria y dificulta la total rehabilitación democrática de la izquierda abertzale. El terror a que se desplomen de repente 50 años de “heroísmo” puede al día de hoy más que el apremio ético.

Queremos la libertad para Iosu Uribetxeberria. Merece apurar sus días a cielo abierto y en compañía de los suyos. Otegi entre rejas es una flagrante injusticia, sólo esa “caverna” política y judicial es capaz de privar de libertad a quien más ha hecho por la evolución de la izquierda abertzale y por lo tanto por la paz. Sin embargo las centenares de víctimas de ETA, la amplia ciudadanía española y vasca, que por décadas ésta maltrató, merecen también un sincero gesto de arrepentimiento por parte de quienes gestionarán en el futuro todo el caudal político de la izquierda abertzale.

“El fin debe estar en los medios”, afirmaba el líder no-violento que consiguió doblegar al imperio británico. Observe la izquierda abertzale la máxima ghandiana. Difícilmente puede gobernar Bildu si no contribuye con su perdón a la cohesión ciudadana. Tomar o compartir Gobierno en Vitoria reclama una seria revisión del pasado. La carrera hacia la lehendakaritza, no puede obviar el dolor sembrado en el camino. La evolución de las conciencias más atrincheradas requiere sus tiempos. Esa revisión no se producirá de un día para otro. Pero los dirigentes de Bidu pueden dar pasos importantes en ese sentido, dentro de una campaña electoral que ya calienta motores. No podremos admitir que todos los proyectiles verbales se vuelvan a enfocar sólo hacia Madrid. Algo de su artillería, por fin pacífica, deberá caer en tejado propio.

Estaremos más pendientes de la autocrítica que sean capaces de esbozar los/as candidatos/as de Bildu, que de sus números en las urnas. Los sillones pueden esperar, la ética menos. ¡Ojalá no nos defrauden!

 
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