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Ya está aquí

Ya ha llegado donde pensamos que nunca llegaría. Se ha sentado en el despacho que nunca creímos conquistaría. Ya está gobernando, ya asoma la mano de hierro por las mangas de seda. Trump, presidente de la nación más poderosa del mundo. El día que pensamos que nunca amanecería, ya nos ha alcanzado. Ya ha jurado, sobre dos Biblias a falta de una y los cielos no se han abierto. Sólo una fina lluvia, nada de diluvio, nada de granizo. Sonaron hasta las músicas que tocan el alma, se agitaron todas las banderas, dispararon sin catarro, ni rubor las “salvas”.

Arranca la era Trump y nosotros con estos pelos y con esa moral que deberemos izar por lo menos tan alto como sus banderas estrelladas. Tendremos que hacer un descomunal esfuerzo para abrir nuestros brazos, quizás no tanto físicos como del alma. Ése era el pacto antes de aterrizar en esta Tierra bendita. Abrazar siempre, abrazar todo. Abrazar hasta que nos duela. ¡Vaya que si duele…! Abrazaremos. Con él a quienes quieren ser más grandes que los demás, con él a quienes se creen superiores y levantan murallas, a quienes blindan fronteras y poco les importa nada más allá de su confort en medio de su hogar y "sueño americano"… Abrazaremos, ése era el pacto. No recularemos. No podemos fallar cuando llega la hora…

Amar más allá de lo que conocíamos por amor. Amar no es necesariamente decir amén, amar era disolver hasta el último ápice de odio y frenar el abuso y defender los valores y derechos conquistados. Concluir que, a la postre, todo era un gimnasio para agrandar nuestra compasión, para intentar comprender también la supina ignorancia.

 
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