El Misterio de las infinitas formas, colores y sonidos no termina de entrar en nuestros reducidos monitores encima de la mesa. Clavamos nuestra mirada en las más diferentes pantallas, pero allí apenas daremos con asomo de Su Presencia, con atisbo de Su Huella. ¿Cómo vivir a Dios sin haber tomado el sendero del río y haber escuchado el canto de sus aguas y el trino de los pájaros? ¿Cómo vivir a Dios en la distancia, en el medio del artificio y del asfalto? Necesitamos del río para alcanzar la Fuente. Urgimos del canto para llegarnos al Canto, de la belleza para alcanzar la Belleza, los supremos arquetipos de la armonía y la hermosura. ¿En medio de los asfaltos sin ríos, sin árboles, sin pájaros…, cómo daremos con las pistas del Dios verdadero? Nos pueden salvar los ojos del compañero, del hermano también urgido, necesitado. Una deuda con los que más sufren nos puede aún clavar en medio del ruido, la contaminación y el gran laberinto urbano, pero debe haber allí también una huída, un pasadizo a la Tierra pura, no contaminada. |