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Cartas desde Chíos (3) Ensayando paz en medio del tumulto.(2)

La repartición de la comida en esa fila es toda una prueba iniciática. Toca enfrentar las más diferentes situaciones. La gran diversidad humana se hace presente en estas largas y tumultuosas colas. Tienes que pasar de la cortesía y la amabilidad a una actitud firme y severa en función de quien se te acerque. Hay muchos refugiados que vienen a repetir mientras que todavía hay quienes no han tomado su primeras ración. Sin embargo esa severidad habrá que desnudarla de toda emocionalidad, sujetarla a férreo control interno. La firmeza no se podrá asociar con enfado, so pena de que se agrave la situación. Hay entre los repartidores quienes lo hacen muy bien, hay quienes son ganados en alguna medida por ese enfado. No es fácil mantener el equilibrio en medio de tanta tensión y griterío. Quien quiera alcanzar la paz interior inamovible que no se retire a una cueva, que no coja pasaje a ningún Himalaya, que se coloque a repartir comida ante todos esos estómagos hambrientos. Si no se altera es que ya ronda el puro Nirvana.

Por lo demás cuando no hay trampas, ni empujones, hemos de volcarnos en amabilidad. Sí bien es cierto que necesitan ese alimento que llevar a la boca, no urgen menos el ser tratados con cordialidad. Su alma necesita seguramente tanto del cariño, como el cuerpo requiere de su arroz y legumbre diarios. Para evitar el abuso de la repetición hay quienes despliegan una gran creatividad. La ONG suiza Humans-nation ha desarrollado un método sumamente creativo para repartir la leche a los niños. Lo hacen justo cuando Zaporeak finaliza su repartición. Cada niño cierra la mano y en el puño le dibujan con sumo cariño y dulzura un corazón con un rotulador en el puño. Creo sinceramente que hay que superar el prejuicio de decir que son marcados. No, no es el caso. Se les hace un dibujito gracioso, original que va imbuido de mucho amor. Aún así hay niños que corren a lavarse la mano para colocarse de nuevo a la cola. Pero la controladora ve enseguida la piel enrojecida a causa del frote justo en el lugar donde antes estaba el corazón. No dejan pasar dos veces a nadie. Lo hacen muy bien. Más importante que dar de comer es imbuirles de valores.

Hay días en los que falta la comida y otros en los que sobra. No es fácil calcular. Las gigantescas cazuelas de Zaporeak tienen sus limitaciones. Comenzaron dando respuesta a unas necesidades muy puntuales de unos refugiados que a penas permanecían un par de días en la isla. Enseguida partían para el Pireo. Pero ahora la situación ha cambiado y no van para la península. La demandan es mayor y a más largo plazo. Hoy sin embargo, después de hacer el reparto de las 1.300 raciones al mediodía, sobraban tarrinas. Ese reparto se realiza diariamente en los campos de Souda y Depethe donde viven 800 y 400 refugiados respectivamente, también en el orfanato local donde han acogido a los niños refugiados que no tienen padres. Excepto un equipo de coreanos, que diariamente reparte una sopa, no hay nadie más proveyéndoles de comida a los refugiados de los dos grandes campos no oficiales. Los coreanos son vegetarianos y pertenecen a un movimiento espiritual. Antes de dar la comida, la agradecen con un canto. En verdad que se agradece esa contribución de armonía y paz en medio de todo el jaleo.

Las grande ONGs y agencias de cooperación no están presentes en este cometido de alimentaciónn. De ACNUR sólo se ve el logo estampado en los grandes toldos que dan cobijo a los refugiados. Entre las pequeñas ONGs que sí están presentes, se encuentran “Drop un the ocean”, “Humans-nation”, “Samaritan´s purse”... Coordinándolo todo está la ONG que, ante la necesidad, ha creado la extraordinaria mujer que nos alquila los apartamentos. Es originaria de la isla y se llama Toula.

Acompañamos a la tarde a los compañeros de la ONG donostiarra al campo de reclusión de el Vial, el campo "oficial" de la isla, el único que está cerrado y custodiado. A él han de acudir los refugiados que deseen solicitar oficialmente asilo. En casas-containers viven un total de 1200 refugiados. Cuando nos hemos acercado a las vallas metálicas coronadas por alambradas, los internos han venido a nuestro paso. Salían sin ningún problema de un agujero que han hecho a la gran valla. Eran de diferentes naciones. Mayormente afganos, iraquíes y nigerianos. También hay sirios dentro del campo, pero no los vimos.

No se si hicimos bien en prestarles nuestros oídos, pues hemos podido generarles falsas expectativas. Se quejaban de falta de comida, de agua, de higiene... También decían que los sirios reciben mejor trato, en virtud de los acuerdos con la Unión Europea. Alegaban los afganos que es cierto que los sirios llevan cinco años bajo las bombas, pero que ellos llevaban mucho más tiempo padeciendo la dictadura y el acoso de los talibanes. Sí les dimos la palabra de que les llegaríamos balones, pues por lo que nos contaban, uno de sus mayores adversarios es el aburrimiento. Doce balones ya están en el maletero de nuestro cochecito y mañana por la tarde cumpliremos con nuestra palabra. Hemos hecho la compra con el dinero recaudado entre amigos antes de emprender viaje.

Zaporeak hace el reparto un poco a escondidas, entre los olivos junto al campo, mientras nosotros charlamos con los refugiados junto a la alambrada. La policía no ve con buenos ojos la labor de las ONGs. En realidad éstas organizaciones ayudan a perpetuar la estancia de los refugiados, con lo que su labor es cuestionada no sólo desde instancias europeas, sino hasta donde hemos podido saber, también por parte de crecientes sectores de la isla. Sí que hubo al comienzo de la crisis un importante movimiento de ayuda, pero a medida que va pasando tiempo y se acerca una segundo verano, la oposición a esa presencia, mayormente de la hostelería, va en aumento.

Es ya entrada la noche. A duras penas alejo el sueño para completar esta breve crónica. En Chíos capital, la gente llena la multitud de bares, cafeterías y restaurantes que se asoman al mar. El mundo del ocio y de la extrema necesidad conviven uno al lado del otro, pero no habrá plena felicidad en esta tierra mientras persista el sufrimiento de nuestros hermanos a la vera. Me quedo solo en el apartamento. Los compañeros se han apuntado a un servicio de vigilancia y asistencia nocturna. Desde hace cuatro días no llega ninguna lancha a esta isla griega. Parece ser que los acuerdos de la Unión Europea y Turquía están dando ya sus “frutos” en forma de un mayor control , sobre todo por parte de la policía turca, para impedir la salida de nuevas lanchas. Nadie sabe del futuro de los casi 2.500 refugiados de la isla. Para una población de poco más de 50.000 habitantes, no cabe duda de que es un número considerable.

Isla de Chíos 10 de Mayo del 2016

 
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