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“… y marchamos tras el Sol”

Breve crónica del encuentro “Eguzki deia”, Estella, Urbasa 8, 9 y 10 de Junio.  
Cielo e infierno pactaron en el amanecer del 9 de Junio. Se pusieron de acuerdo y dieron cita a la misma hora, al borde del mismo y colosal abismo. No sabíamos que seríamos probados de esa forma en aquella altura. Los partes no avisaron de aquel viento que helaba y al tiempo bendecía. No hubo “Om”, ni sosegada respiración, ni piernas en loto… No sabemos de dónde salió ese intenso frío, desde qué averno se desató ese aire congelador. El viento tiró el programa abajo. Paradoja de estar tiritando, pero a la vez felices, estrechamente unidos en medio de un paraje, de un tiempo privilegiados.

Reportaje gráfico con más de 60 imágenes del “Llamado” en: https://picasaweb.google.com/110596131607472121742

Los cantos y las invocaciones tragaron todos los silencios allí arriba sobre el cortado majestuoso. El silencio quedó para el camino de ida y vuelta, silencio encogido y a la vez sobrecogido, impresionado. No, no hubo meditación solar, hubo inolvidable cascada de niebla cayendo al valle, hubo saltos de frío y de gozo, hubo contemplación aterida, cantos de una y otra tradición, hubo oraciones que pusieron a danzar en círculo a las aves, hubo un momento en que éstas nos sobrevolaron…

¿Qué hacía aquél Ártico en el arranque del verano? “Gracias por el frío más tremendo que he pasado en mi vida”, rezaba una misiva post encuentro enviada desde Sevilla. En el mail también agradecían que les hubiéramos señalado la puerta del “paraíso” en referencia al escenario en que hemos desarrollado el “Llamado”.

De suerte que abajo teníamos refugio, que en el valle nos aguardaba la casa de blanca lona. De suerte que la fraternidad halló en Artaza ancho cobijo a resguardo de los vientos. Y allí en el marco más protegido del camping y la carpa, pudimos desarrollar el intenso programa del “Llamado”. Allí llegó Alberto Ruz con su América a cuestas, con su testimonio poético y glorioso de toda una vida invertida en el empeño colectivo… Fuimos detrás de sus sueños y de sus caravanas y de sus mil y un iniciativas emancipadoras a lo largo de muchas décadas. Allí llegó Miyo y su constante invitación a ir más allá de todos nuestros límites, su provocación al vuelo por encima de la rutina de nuestro días. Allí llegó Gerardo Said con su reveladoras cuentas cósmicas, su presentación del portal www.redholistika.com. Pero los ojos se inundaron de belleza cuando Marianna Legar (Arboleda de las Hijas de Gaia) y Verónica Sacta (compañera de Alberto) nos permitieron entrar en su mágico círculo de mujeres e impregnarnos de tanta ternura, poesía, buen hacer y compromiso. Entre las dos levantaron la carpa y a quienes en ella estábamos a otra esfera. Con sus tambores y sonajas, con su verbo hondo y alma ardiente, colocaron aquel aro sagrado en una elevada expresión de dicha. Shanti y Assun (FBU) pusieron el norte, afinaron la brújula del trabajo colectivo. Abundaron en la importancia de los trabajos de acercamiento al sol. La Paneurritmia nos empujó de nuevo a otra dimensión de sonidos sublimes, de movimientos mágicos, de armonía celestial.

Selene llevó el júbilo de la danza al ancho prado. En realidad fuimos más lejos, fuimos danzando por el mundo sin movernos de ese cerco entre las encinas. Israel, Macedonia, Irlanda… vinieron a nuestros pies, a nuestro corazón ya tocado. Por su puesto también danzas de paz universal a cargo de Victoria en ese anhelo de fundirnos con las diferentes tradiciones del espíritu. Con Saya (Sahnti Rubio) hubo quienes “salieron a la caza”, cada cual, entre aquel tupido verde, al encuentro de su animal de poder. Con Domingo Díaz los caminos se desandaron, tras las huellas del Maestro entre maestros, tras las múltiples rostros de Jesús el Cristo. En Saludarte, Saraswati rasgó con honda devoción oriental su guitarra y los amigos/as de Leku abrían su círculo de oración y canto a los participantes del Llamado.



Pero el momento solemne llegó cuando las hermanas de la Arboleda anclaron su laberinto solar en la noche del sábado. Los centenares de cirios nos hicieron olvidar si caminábamos la tierra o nos habían dado ya pase a otras superiores geografías. No supimos por dónde dimos vueltas, dónde nos buscábamos. Quizás deambulamos por la plaza de Artaza, quizás hollamos un césped que ya no era de este mundo. El grupo Sarva y sus suaves mantrams terminaron de soltar las últimas amarras que, junto a aquella sobrecogedora luminaria, aún nos ataban a la tierra.

De suerte que en último momento descargó la tormenta. El agua que había aguantado durante todo el fin de semana se volcó justo tras el cierre de la ceremonia del domingo por la tarde. De suerte que cayó aquel diluvio, por que sino quién hubiera abandonado aquel círculo, aquella piña de centenar y medio de almas. De suerte que nos alcanzó el fuerte chaparrón, porque sino quién hubiera encendido los motores, quién hubiera puesto rumbo a su destino, tras vivir tan intensamente ese Otro Destino, ése que tejemos unidos/as cuando llama el Sol, cuando nuestros corazones se entregan por entero.

Si es voluntad del Cielo, volveremos juntos/as al Sol, con bufanda al cuello y manta a la espalda, con nuevos cantos en los labios, con nuevos hermanos a nuestra vera. Volveremos al cortado majestuoso, cuando el verde enseñoreado, allí al rayar la alborada, allí de nuevo enmudecidos por la belleza infinita, allí a renovar juntos la nueva, la eterna hermandad.

 
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