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Otra justicia es posible

La pantalla no puede convertirse en catarsis sobre todo si vuelan lejos sus contenidos. Durante horas me contuve. Demasiado coraje para escribir en sano, para redactar sin que se torcieran los renglones. Durante horas me exigí a mí mismo dejarlo pasar. No debía haber entrado en Wikipedia y constatar además que Carlos Dívar es “un buen cristiano” que peregrina a menudo a Tierra Santa… Lo siento. No creo en mucha de la “justicia” de este mundo. Creo en la Justicia del otro y ello templa mi ánimo alterado.

¿Hasta cuándo erraremos en la búsqueda del punto medio, despistados entre la callada y el vociferio? ¿Hay silencios que significan lujo desaconsejado? ¿Cuando comienzan los labios cerrados su confabulación con el desatino? Son preguntas demasiado grandes que de cualquier forma habrá que pulsarlas antes de ponerse a teclear en clave de reprobación.

Hiere a la moral ciudadana que el presidente del Consejo General del Poder Judicial y del Tribunal Supremo pasara gastos de 20 viajes a Puerto Banús de máximo lujo con cargo a los presupuestos Generales del Poder Judicial. El más alto magistrado dejó de pasar los gastos cuando se enteró que el vocal del Poder Judicial, Gómez Benítez, le estaba investigando. Sus parrandas habituales con séquito de siete escoltas eran, como mínimo, de cuatro días, de jueves a lunes. Acudía al trabajo tres días por semana. Sin embargo hiere aún más que sea el Tribunal que él preside el que mantiene a Otegi en la sombra. El dirigente abertzale no es ningún ángel, pero es quien ha logrado convencer a todos los suyos para optar por la vía de la no-violencia. Ya en los años de plomo empezó su callada tarea de ganar a sus correligionarios para la causa de la paz. Eso lo sabe todo el mundo, menos quienes le juzgan y mantienen preso.

Nuestro reino no es de este mundo. Levantemos la mirada de esperanza más allá de una realidad tan diaria como a menudo cruda e injusta. Mas no deseo invitar a la huída, sino exhortar a la templanza, a la serenidad de las quien suscribe primero adolece. Deseo alentar para seguir demandando, pese a las punzantes cabeceras de estos días, la instauración de una justicia más elevada y verdadera.

No, nuestro reino no es de este mundo de tan flagrantes atropellos cometidos también por los “máximos veladores de la justicia”, sin embargo nos tenemos que implicar en esta geografía desordenada, mover por sus barros. Tenemos que censurar con ánimo apaciguado, sin ápice de rencor, el desatino que cometen algunos que se supone son los custodios de nuestros derechos.

Somos graduados en nuestra capacidad de albergar aquí, pese a todo, fe y esperanza. Elevemos nuestra mirada y pensemos en el día en que sean en verdad los hombres y mujeres más puros, más perfeccionados, con más vocación de servicio quienes ocupen los máximos puestos de responsabilidad en los tres poderes, pero mientras tanto, no cedamos, permanezcamos firmes, inalterables en nuestras cabales recriminaciones. Quizás cuando peregrinen a Tierra Santa en algún momento la conciencia escueza, en algún instante clave, ante algún abarrotado altar, reflexionen sobre si son verdaderamente dignos de vestir la toga con la que juzgan a sus congéneres.

En algún Lugar mora otra Justicia, en alguna Esfera se dictan sentencias adecuadas, ajustadas a Ley. En algún Estancia no se nos calentará la sangre ante los Tribunales, pero mientras tanto trabajemos, aquí también en la tierra, para mejorar el estado de las cosas, para que sean la ponderación y la luz en las mentes de quienes juzgan, para que las togas caigan cada vez más sobre los hombres y mujeres dignos de vestirlas.

 
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