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El nuevo Hogar que se prepara

¿Debemos seguir tripulando la misma Nave, unidos surcando el espacio sideral o es llegado el momento del "hasta luego"? No leo las profecías, no sé de astrología, no conozco los oráculos, sólo leo los periódicos. Una mañana sí, a la siguiente también. Algún día deberé abandonar tan fatal hábito. ¿Deberemos seguir compartiendo Hogar con quienes ametrallan a las niñas que se dirigen a sus escuelas, con quienes infligen violaciones correctivas por amar de forma diferente, con quienes cuelgan a las jóvenes que intimaron con quien deseaban, con quienes desfiguran con ácido el rostro de sus esposas por mirar donde “no debían”…? ¿Deberemos seguir compartiendo planeta con quienes no permiten que una mujer coja el volante, con quienes quieren imponer su credo a golpe de terror y violencia, con quienes ametrallan enfermeras en servicio o irrumpen en la tribu vecina con el machete bien afilado…?

Puede haber un "hasta luego", más nunca despedida definitiva. Hay porciones de humanidad que de momento no manifiestan aspiración alguna hacia la luz y el amor. Dicen que se prepara para ellos otro Hogar y yo creo que es cierto, porque las niñas deben dejar de ser dianas, y las mujeres saudíes tienen ya puesto el pie en el acelerador y ninguna rama de ningún árbol de la tierra quiere soportar el peso inerte de ninguna joven. Es la ley de evolución, es la ley que nos conduce a cada quien al lugar que nos corresponde. La ley de la fraternidad no está reñida con la de la evolución. Somos hermanos de esos seres aún agresivos, de esas almas aún primarias, pero ellos necesitan un día hartarse y emerger del propio infierno que han creado. Ellos han de dejar de disparar, de perseguir, violar, matar por pensar, por sentir, por respirar diferente.

Quisimos hacer un planeta en el que cupiéramos todos, del que nadie quedara fuera, quisimos una ancha patria para todos los hijos de Dios, pero nos derrotaron los telediarios, nos hundieron las noticias. Las profecías y diferentes textos sagrados nos hablan de que la humanidad ha de dividirse en dos, de que tras un largo periodo de convivencia, las almas han de reagruparse en función de su nivel evolutivo. La Tierra ascendería en su nivel y albergaría igualmente a las almas que se ajustaran a esa nueva rata vibratoria.

La misma compasión que los grandes seres tienen para con nosotros, hemos de albergar nosotros para con esos seres tan escasamente evolucionados, pero los reajustes han de llevarse a cabo. Cada quien habite en el espacio que anhela. El Califato que ahora, por ejemplo, se inaugura en buena parte de Siria e Irak proclamado por los Issa, habrá de ser hasta que el alma clame por otro escenario, ahogada en ese ambiente de tanto odio y violencia. Quienes no queremos más califatos, ni más geografías aterrorizadas por atropelladoras “sarias” de cualquier signo o color, ojalá podamos aspirar, más pronto que tarde, también a ese nuevo Hogar que se prepara, a esa Tierra de hermanos.

Cada quien habite el mundo por el que suspira. La ley de la fraternidad universal es preciso conjugarla con las leyes de evolución y de correspondencia o analogía, de forma que no ha de prolongarse “sine die” la actual situación de gran mezcla evolutiva humana. La convivencia con quienes quieren perpetuar la ley del odio y de la violencia, sean éstos del signo que sean, tiene un límite. La ley de la correspondencia obliga al reajuste evolutivo. Los seres evolutivamente primitivos han de vivir lo que desean y la nueva dimensión se les abrirá cuando sobrevenga una aspiración superior del alma. Concurre por lo tanto, al afrontar la cuestión de los seres atrasados, también la ley del libre albedrío. El Reino de Dios está a nuestro alcance, basta el poderoso anhelo para que se abran sus puertas de gloria, pero no podemos llevar hasta sus lindes a quien no lo desea. No podemos ayudar a crecer y evolucionar a quien de momento no alberga en ese sentido interés alguno.

No queremos ya ver más jóvenes colgadas de un árbol en la India cuando abrimos los periódicos. Ése es un horror que ya no pertenece a nuestro mundo. La brutalidad ha de quedar atrás, pues ya no tiene que ver con nosotros, pues ya no la soportamos. Ojalá podamos ser dignos de lo nuevo que se gesta, ojalá podamos alcanzar la vibración de amor imprescindible para engrosar la nueva humanidad que ya se anuncia.

 
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