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Son hermanos

Seguramente bien poco ha gozado de auténtica "fiesta", quien necesita de un toro moribundo para su solaz y divertimento. Llegarían al Palacio de Congresos los toreros y “matadores” con las corbatas bien anudadas, en un intento desesperado de vestir lo bruto de esmerado civismo. Llegaron con su escolta de intelectuales y filósofos justificando lo injustificable. ¿Qué piruetas argumentales son capaces de hacer los muy doctorados para bendecir lo que espanta a los sencillos ojos claros? Ante tan lamentable espectáculo que logró colocar bajo ley terrenal a la barbarie, tendremos que buscar de, no se sabe dónde, razones para la comprensión del humano, que no de sus actos. Sí, habremos de ganar esos corazones “recortados”, a esos “aficionados” que defienden la "fiesta" de una sangre que emana para su regocijo; pedir que en sus días puedan vivir una fiesta sana y fraterna sin concurso de hiriente acero.

El verdadero amor vuelve a ser la puerta. La crueldad para con los animales paraliza nuestra evolución. Jamás podremos crecer hacia nuestro destino con el animal encerrado, golpeado, torturado, abatido por mero ocio. Igualmente, en razón de la ley de la evolución, el animal comenzaría también a salir de nuestros platos. Van cediendo las razones para que siga formando parte de nuestro menú.

Las granjas que aprisionan y en las que se maltratan a los animales deberían ser, más pronto que tarde, clausuradas. No tardará el día en que nos avergüence el trato cruel que les infligimos. De las estrechas e innumerables jaulas esparcidas por toda la geografía planetaria, emerge un lamento que el cabal humano, a estas alturas, ya no puede seguir soportando. Es llegada la hora de que nos lo pensemos antes de coger la pulcra bandeja de carne, cubierta con aséptico plástico, en nuestro inocente deambular por las grandes superficies. ¿Cuántos hábitos no han de caer, si queremos ser día a día más coherentes con la vida, con el principio superior del amor fraterno al que nos debemos? Es con la ternura que nosotros/as dispensemos a los animales, que ellos podrán evolucionar y nosotros con ellos. No tienen otro camino: nosotros y nuestro trato afectuoso. Dice la arcana sabiduría que no hace mucho, nosotros caminamos también con cuatro patas, nos acercamos a un humano, nos dispensó su cariño y ese afecto nos colocó en condiciones de dar el salto evolutivo.

Aspiremos a ser uno con los animales. ¿Desde qué alborada nos vienen incondicionalmente sirviendo? No podemos progresar sin ellos. Más plazas de toros llenemos, más infames torturas les propinemos, más nos estancaremos, más nos alejaremos de los valores a los que nos debemos. Podemos observar los ojos de los animales de compañía e inundarnos de amor en su inmenso océano de fidelidad y de ternura. Se supone que están detrás nuestro en la apuesta evolutiva… ¿y sin embargo en cuántos aspectos nos son nuestros más consagrados maestros?

Nos ruboriza pertenecer a un país en el que se acaba de declarar la corrida de toros como "bien de interés nacional". ¿Cuanto no tendrá que evolucionar una comunidad, cuando la tortura salvaje a los animales es declarada bien cultural? ¿Es qué nuestra cultura no raya más alto que el ejercicio de asestar dolor al indefenso toro? Reivindicamos otra nacionalidad, otra geografía donde la crueldad no sea jamás objeto de ocio, donde los animales vuelvan a ser hermanos. ¿Es nuestro reino de otro mundo o es que ellos no terminaron de ubicarse en éste? ¿Quién es de otra, tierra, de otra geografía…, ellos o nosotros? ¡Basta ya de tanta insensibilidad! Menos sangre inocente entreteniendo aburridas tardes. No, no cuenten con nosotros para su fiesta, su “fiesta nacional”.

No hay recorrido sin su compañía. La ciencia oculta sugiere que los humanos hace millones de años también fuimos de a cuatro patas, también rebuznamos y ladramos…, también suspiramos por una caricia y corrimos en pos de un poco de ternura. Faltaría la memoria que agujerease nuestro fatal orgullo, que nos hiciera fundir el hierro. Faltaría el recuerdo que devorara, en su fuego arrepentido, las lanzas y cuchillos. Tenemos bloqueado nuestro crecimiento, en tanto en cuanto no abramos a los animales las puertas de las granjas industriales y mataderos, sobre todo la puerta de nuestros corazones. Tenemos un serio obstáculo en nuestro desarrollo, en tanto en cuanto no volvamos a considerarlos compañeros.

No, nadie engañe a nadie. No, no es un “bien”, es un cierto bochorno en un mundo civilizado. No, no es una “nación” es una comunidad falta latido y de misericordia. No, no es una “fiesta”, es un ejercicio de tortura, muerte y lamentable jaleo, es una triste arena donde queda enterrada el alma que aún nos acompañaba. No, no son “bestias”; los animales somos, demasiado a menudo, los humanos. Ellos son el glorioso reino, que, pese a todo, nos sigue acompañando. Ellos son nuestros queridos hermanos.

 
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Para muestra basta un botón. Si este texto es el botón de muestra de los sentimientos de la humanidad... me siento regocijada de ser parte de la especie.
Gracias.
 Mer33   2013-04-10

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