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Vamos a despegar

No es una nave extraterrestre anclada en medio del lejano bosque de un exótico mundo. Es planeta tierra, es "Apple park", la nueva y recién estrenada sede de la multinacional de la manzanita. La nave de Apple dice mucho de nuestro futuro. A diferencia de un pasado arquitectónico empresarial dominado por el cuadrado, podemos ver en ese inmenso óvalo una forma más amable, integrada con la naturaleza y a su vez integradora. Podemos observar algo de la expresión de un espíritu venidero que nos invita a colaborar y compartir. Las superficies interiores sin tabiques, los anchos ventanales al bosque, los criterios de sostenibilidad utilizados…., nos hablan igualmente de ese nexo con el futuro y su utopía. Sin embargo no conviene olvidar otros presentes aún tan alejados de esa utopía.

Viendo la imagen de la gigantesca nueva sede del emporio informático, quedaremos persuadidos de que, siquiera en pequeña medida, algo del futuro ya nos ha alcanzado. Desde su anfiteatro se acaba de dar a conocer al mundo su nuevo smartphone. Corre impaciente la ciencia y la tecnología, sin embargo aún hay demasiadas gentes que nunca deslizarán su dedo por el cristal de “retina”. Por más fiel a la manzanita que seamos desde hace muchos años, no correremos a ponernos a la oreja el “IPhone” recién anunciado. Están ya ahí los últimos y siempre sorprendentes teléfonos de la compañía. Sólo resta democratizarlos. Será preciso una vez más preguntarnos si la meta estriba en estar a lo último de la tecnología o más bien que los últimos puedan también disfrutar de lo mínimo y elemental. Hoy por hoy la economía no nos da para esos dispendios. No me refiero a la economía de quien suscribe, que tampoco; me refiero a nuestra economía global, planetaria.

Primero comer todos, primero pizarra delante de la mirada inocente de todos los niños, primero agua limpia, potable y cristalina en todas las aldeas…, después nuestras manos acariciando la suave superficie del último dispositivo de la compañía de Cupertino. Antes es arriesgado. No conviene encariñarnos con un futuro que, al día de hoy es sólo para una privilegiada minoría; no conviene apegarnos a una manzana cuyas prestaciones, ventajas y sabor aún son tan inaccesibles para la mayoría de la población planetaria. Quizás en vez de correr tanto hacia la tecnología venidera, deberíamos acercarnos todos un poco más a la raya de salida.

Tienta esa nave, la nueva sede del gigante tecnológico en cuyos tejados se refleja ya el brillo de otro mundo. Quisiéramos subir a esas naos galácticas del mañana, poder instalarnos en esos espacios de ensueño. Quisiéramos refugiarnos en ese futuro ya algo hecho realidad en la tierra. Se universalice cada día más el privilegio. Que puedan subir los de piel oscura, los que se echan al mar con una peligrosa embarcación buscando otra costa, otro porvenir más halagüeño que incluya “IPhone X” en el bolsillo. Ojalá se pudieran enganchar a ese mañana los que pasan hambre y privación, quienes no tienen cubiertas sus necesidades más elementales. Luz verde para accesar a la amable galaxia, que entre otros, soñó y esbozó el genio visionario que fue Steve Jobs.
Hizo bien en encerrarse primero en garajes, después en acristaladas oficinas y comenzar a arañar el mañana. Era su cometido. Había que explorar utopía, trazar sendero hacia ella. A nosotros nos toca ensanchar ese sendero, restar impedimentos para que el mayor número de seres pueda disfrutar de ese mañana.

Subrayado este anhelo democratizador de los futuros y sus “retinas” de alta definición y sus anchos universos en la punta del dedo, sepamos valorar también esa utopía que tiene una de sus primeras y tangibles estaciones en "Apple park". ¡Suban los de todas las pieles y colores, los de todos los bolsillos, mordiscos y variedades de manzana. Abróchense bien los cinturones. Vamos a intentar despegar…!

 
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