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“Wilma afuera, Wilma adentro”

¿Fuera o adentro, dónde leímos antes sus peligrosos nombres: Mitch, Charlie, Stand, Rita, Katrina, Wilma…? ¿En qué pretil costero o atalaya interna contemplamos acercarse toda su furia? Los temibles huracanes de afuera se sincronizan en nuestros días con las no menos turbulentas tempestades de adentro. Hoy se une y concita todo, también las geografías externa e interna se confunden. Pacífico, Atlántico… son al fin y al cabo aguas inmensas que bañan y alegran también nuestro particular microcosmos. El remolino oscuro sobre la pantalla de los noticieros, pareciera al mismo tiempo una ecografía de hospital, un “scanner” de nuestros adentros. ¿Dónde, cuándo, cómo… acordaron desatarse a un mismo tiempo unos y otros torbellinos?

Dicen que son los tiempos. Azotan como nunca los huracanes en las costas de nuestros hermanos en el trópico, también en nuestras cornisas interiores. Allí y aquí la misma amenaza de catástrofe. Las más feroces sacudidas de afuera parecieran también amenazar nuestros frágiles acantilados de adentro.

Solidaridad, pues, en billeteras que se abren, en vuelos transoceánicos que despegan; solidaridad rápida y efectiva, capaz de salvar vidas, de aliviar tan grande penuria y sufrimiento, responsabilidad también para con nosotros adentro. Compromiso de alimentos y medicinas para quienes las urgen, compromiso también de rehacernos, de anclarnos por adentro…

Estamos siendo testados desde Arriba: ¿Aguantarán el embate o caerán ante el ímpetu de esos huracanes, cederán a su fuerza…? Se prepara una nueva Tierra, un nuevo hombre y por eso azotan vientos tan arrasadores, tan purificadores…

Estábamos advertidos y sin embargo nos empeñamos en acudir a esta cita con todos los vientos. Nosotros, sólo nosotros elegimos este momento en el que se reunirían todas las tempestades. Siempre creímos que podríamos con ellas. Nosotros mismos las hemos llamado y sin embargo ya están aquí con su fuerza devastadora, con su golpe que tantas veces pareciera incontenible.

Baten huracanes, arrecian temerosas marejadas y tormentas por todas las geografías interiores y sin embargo no estamos solos, nunca lo hemos estado. Corramos a protegernos a aquella Morada que nunca cierra, a refugiarnos en el amor incondicional de la Fuente de toda vida, Dios Padre-Madre celestial y Su Jerarquía en la Tierra.

Oímos ya las melodías de olas que no se alteran, vislumbramos playas de eterno sosiego y sin embargo aún permanecemos en el ojo del huracán. Pidamos todos, pidamos juntos con fervor y devoción inmensos por ese rearme imprescindible de fuerza y fe en la profundidad de nuestros corazones.

Sí, la hora es ahora. ¿Para qué seguir leyendo profecías, revisando proclamas de finales? El futuro nos ha definitivamente alcanzado ¿O es que alguien lo duda, es que a alguien no le tembló todo “el tapete”, no sintió la terrible “escala 7” en su Ritcher interno, es que alguien no vio caerse todos sus esquemas, no sintió aquí y ahora el reclamo de la más infinita compasión? No encontraremos quizás en nuestro pasado tiempos tan cruciales, por lo tanto tampoco tan apasionantes, como los del presente.

Se acumulan las pruebas y desafíos. Debe de acercarse ya la Gloria, pues tantas veces hemos clamado al Cielo “¡ya no puedo más!”, tantas veces nos hemos rebelado y preguntado “¿esa copa también?”, tantas veces nos hemos resistido, “¡no, por favor ese trago, no!”.

Nueva Tierra, Nuevo Cielo aguardan y sin embargo no flaquearán su guardianes en la entrada. La simiente de lo que ha de ser, no puede ser tocada por nuestro ego. El otro mundo que ya llega no admite sino lo excelso por fuera y por dentro, no soporta carencia de brillo.

La hora es ahora, pero para ello no es preciso correr al noticiario. Debe de ser muy grande lo que se gesta, porque a cada instante se nos pide todo. La Nueva Tierra se labra entera en oro y no hay lugar donde esconder nuestro plomo.

La hora es ahora y sólo hay un refugio capaz de aguantar todos los huracanes que aún no han llegado, que aún no tienen nombre, que aún se gestan en el trópico de nuestros mares agitados de adentro: el amor infinito de Dios.

Cabalga Wilma por fuera y por dentro y nosotros aún con todo este plomo en nuestros bolsillos, con todo este peso que hace lejano el Refugio.

¡Soltemos herman@s, soltemos lo que por tantas vidas nos lastró, el ego del que aún no logramos deshacernos, pues ya se abre el portal celeste y aún no terminamos de dar, de entregarnos, de compartir, de perdonar…!

¡Soltemos…! ¡Aún estamos a tiempo…! A saber cuando se abrirán de nuevo los Cielos, a saber cuando otra oportunidad, otro ciclo nuevo… La hora es ahora y no podemos fallar compañer@s de fatigas y huracanes, compañer@s del alma, compañer@s.

 
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