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La crisis y sus oportunidades

En una reciente estancia en Madrid, al salir del metro de Sol, pude ver a los trabajadores de “Coca-Cola” protestando ante la sede del Gobierno regional. Confieso que me asaltó cierta tristeza. No sé si era por el día plomizo o por la observación de una porción de humanidad que se agarra a la protesta, pero abandona los sueños. Suena la campana del ERE y nos falta tiempo para ir a por la pancarta y salir a la calle y clamar contra quienes “nos han quitado el empleo…” El objetivo es volver como sea a las plantas embotelladoras de esa bebida tan dañina. Parece que no existiera otra mejor alternativa, otra meta diferente. Hay que retornar cuanto antes a un trabajo mecánico, a veces incluso embrutecedor, metiendo en latas de aluminio y botellas de cristal un líquido sobrecargado de anhídrido carbónico, azúcar y cafeína, tan perjudicial para la salud de los ciudadanos.

Así fabriquemos brebajes ponzoñosos, es preciso defender el puesto de trabajo. Lo importante es fichar no importa dónde, de qué manera, con qué finalidad… Como no cambiemos el horizonte de esa visión limitada, estaremos condenando nuestra salud y la salud de la Tierra, nuestra Madre. ¿Y si un día nos despegáramos de todas las pancartas…? ¿Y si en vez de pedir, clamar, reivindicar fuera, nos retáramos a nosotros mismos/as por dentro? El objetivo no sería tanto acabar con el paro, sino con la peligrosa y a menudo autodestructura conciencia de que no importa lo qué hagamos, lo qué fabriquemos, lo qué comamos y bebamos, con qué nos divirtamos… El objetivo no es disminuir las cifras de desempleo, sino nuestro nivel de desorientación ante la vida y su trascendental sentido. El principal problema de los ciudadanos no es el combate contra el desempleo, sino contra los temores e inseguridades que nos paralizan. Quizás no se trate tanto de mermar el número de desempleados, sino el miedo a hacernos los dueños de unos destinos más libres, creativos y solidarios.

La alternativa a este sistema a menudo tan insalubre para el cuerpo y el espíritu, no parece que vaya a saltar de los sindicatos y formaciones de la izquierda. No es que queramos unas fábricas que no despidan a trabajadores, ni unos hospitales que los gestione el Estado, ni unas escuelas que no contemplen la LOMCE…, es que no terminan de convencernos esas fábricas de autómatas, esos macro-hospitales, esas escuelas erigidas sobre el solo cimiento de la razón... Aspiramos a puestos de trabajo que puedan verdaderamente satisfacer nuestra creatividad y vocación de servicio. Queremos pequeños hospitales, casas de salud en contacto con la Tierra y los elementos que nos ayuden al restablecimiento de nuestra paz interior y de nuestra salud física. Anhelamos escuelas que fomenten el desarrollo del alma, sus valores y potencial; no sólo el intelecto…

No aporrearemos las puertas de las grandes empresas reivindicando nos readmitan. No se nos ha perdido nada en esas cadenas de trabajo que robotizan nuestro cuerpo y anulan nuestra alma creadora. La tierra es muy ancha y se mantiene rebosante de posibilidades. La crisis representa también esa oportunidad de explorarlas. Queremos un mundo sin “Coca Cola”, de zumos frescos que extraigamos de la fruta de nuestros árboles y que podamos intercambiar con los productos de comunidades cercanas.

No, con todos los respetos para con quienes en estos días, desafiando duras temperaturas, caminan, pancarta en mano, los asfaltos del invierno; con toda la consideración por quienes creen más en el parche que en el empezar de nuevo…, queremos sugerir que la crisis acerca las posibilidades que estábamos esperando. Las oportunidades se concitan ahora para reconstruir una economía, una civilización en definitiva sobre principios más elevados, tras objetivos más sostenibles y sanos. La travesía no va a ser fácil, pero por nada queremos volver a las plantas embotelladoras de nocivos refrescos, a las fábricas en las que llegamos a olvidar nuestra humana condición.

El futuro ya nos ha alcanzado. No hemos desembarcado en esta tierra para embotellar “Coca Cola”. Hemos venido a crecer y a servir a nuestros semejantes, en el marco y compañía de la Tierra, nuestra Madre, que nos proporciona ricos y mineralizantes jugos de frutas que beberán con gozo nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos, amén.

 
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