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La Tierra al habla

Vaya por delante el agradecimiento a la Cumbre que en mi nombre habéis convocado en la ciudad sudafricana de Johannesburgo. Mi precario estado de salud bien merece encuentros de este tipo, al más alto nivel. En realidad todo cuanto hacéis en mi beneficio lo hacéis en el vuestro propio y en el de las generaciones que os sucederán.

Muy queridos humanos:

Siempre fueron los vientos y las mareas los que hablaron en mi nombre. Rayos y truenos alzan también su voz poderosa por mí. Pájaros y fuentes os llevan mis sonidos más entrañables. Sólo en muy contadas y apremiantes ocasiones abro mi boca sin lengua, hilo palabras sin eco. Esta es una de ellas. Mis elementos sí que quieren hablar, más bien tronar, desatarse en toda su furia, mas yo les insisto que tengan paciencia, que los nuevos y pacíficos guerreros del arcoiris están tomando posiciones, que necesitan tiempo para ganar la batalla, que pronto acorralarán al humo y al metal depredador, a la mente ávida, a las manos despilfarradores, a la mirada aviesa y el corazón duro.

Pretendo abriros un poco más los ojos en esta hora sin prorroga, en este ultimátum sin vuelta. Me encuentro enferma, muy enferma. Os lo he dicho en todos las lenguas. Siempre me reservé el idioma del dolor y la catástrofe. Prefiero la música de vuestros tonos y diálogos, mas cómo hacerme oír cuando no aún no se han inaugurado suficientes oídos.

Vaya por delante el agradecimiento a la cumbre que en mi nombre habéis convocado en la ciudad sudafricana de Johannesburgo. Mi precario estado de salud bien merece encuentros de este tipo, al más alto nivel. En realidad todo cuanto hacéis en mi beneficio lo hacéis en el vuestro propio y en el de las generaciones que os sucederán.

Habéis llevado mi salud a un punto realmente crítico y cualquier reflexión y acción sobre nuestro futuro compartido son bienvenidas. Subrayo lo de la acción. De nada sirve hablar, si después vuestros gobiernos no demuestran el coraje preciso para llevar a buen término los acuerdos.

Se cumplen ya diez años de esa otra cumbre, que también en mi nombre, convocasteis en Río de Janeiro. De la ciudad brasileña salieron muchas palabras y documentos, pero pocos hechos. Servidora es más partidaria de realidades. En esta última década no sólo no se ha detenido, sino que ha aumentado la agresión hacia a mí, vuestra Madre Naturaleza. Las naciones se comprometieron a promover aquello que bautizasteis como “desarrollo sostenible” y que significa labrar, producir, pescar, extraer… con sumo respeto para conmigo, por lo tanto con garantía de futuro para vosotros. Sin embargo lo que ha seguido prevaleciendo es el respeto al beneficio. Con mi manto verde mermado y acorralado, sin vida en los ríos y mares, sin aire puro que respirar, sin otra cosa que asfalto a vuestros pies…, no acabo de comprender para que queréis tanto supuesto “desarrollo”.

En verdad que inventáis palabras raras. En Río me prometisteis respetar la “biodiversidad” amenazada, o lo que es lo mismo, conservar mis familias vegetales y animales en su millonaria expresión de maravillosas formas. Sin embargo he visto expirar muchos animales y plantas que ya no participarán nunca jamás de vuestros futuros escenarios.

En estos últimos días he visto también como os llegaba el agua hasta el cuello y todavía muchos dudaban de que ello fuera producto del cambio climático. ¿Cuántas veces habéis de contemplar vuestros hogares anegados, para percataros de que habéis roto el equilibrio natural del clima? No os lluevo, no os castigo a grandes sequías por placer. Al calentar mi atmósfera me generáis unos desarreglos que no puedo contener. Desaparición de los glaciares, inundaciones crecientes, sequías y tormentas, pérdida de filones coralinos, subida del nivel del mar, extensión rápida de enfermedades…, son sólo algunas de las consecuencias que derivan de este gran problema de alteración del clima que me ha originado la profusión de vuestros nocivos gases. Tomadlo como suplica: callad tubos y chimeneas, no puedo soportar más dióxido de carbono.

Sabed que no habrá muchos más mensajes como éste, sabed también que aún estáis a tiempo. Redescubrid esa otra suerte de beneficio que es la belleza, el silencio, la comunión con mis reinos, el disfrute conmigo… Reencontrad esa otra clase de gozo que los dólares no puede comprar y que consiste en ducharos en mis cascadas, en bailar en mis acantilados, en pasear los pies desnudos sobre mis prados… ¿De qué os sirve acumular dinero, si vuestra vida discurre alejada de mi presencia?

No quiero que esta última misiva esté dominada por el reproche, sino más bien por la esperanza. Me consta que vosotros la albergáis en el fondo de vuestro ser. Me consta que vosotros me soñáis de nuevo saludable y hermosa, os preocupáis de defenderme de las agresiones y de llevar una vida armoniosa conmigo. Vostr@s sois mi aliento, por vosotr@s vivo. No desfallezcáis. Si perdéis la esperanza, quedaré en los brazos de quienes sólo me escrutan con ojos de ambición, de quienes sólo ven en mis dones gratuitos una fuente de provecho material propio.

Mi salud está muy mermada. Vuestros poemas y cantos junto al fuego, vuestro mensaje y color en medio del asfalto, vuestros silencios y oraciones en mis colinas, vuestro cariño para con mis plantas y animales… es lo que me mantiene viva. Sin vuestro valiente “stop” al atropello y la depredación, a la explotación descomedida y a la contaminación, estad seguros de que ya habría perecido, ineludiblemente vosotr@s también conmigo.

La apuesta por las energías renovables y limpias no admite ya aplazamiento alguno. Johannesburgo no es una cita con las palabras, si no con los compromisos. Los estados deberán de adoptarlos antes de que sea demasiado tarde. Principalmente los ricos habrán de prescindir de la idea del falso “confort”. El lujo egoísta es una trampa personal y un despilfarro innecesario que ha mermado seriamente mi salud. Consumo desaforado no equivale a felicidad. Cuando el ser humano desligue esta avidez, tan asociada a las heridas que se me infringen, de la idea de satisfacción y progreso, habrá despejado el panorama de su futuro y garantizado su presencia sobre mi superficie.
Felicidad no equivale a gastar más. Para apurar la vida y sus preciosos instantes no es necesario tener la cartera llena y estar rodeados de cosas.

La felicidad está aliada con el verbo ser, ser en comunión conmigo y las leyes que rigen el universo. Poco tiene que ver con el tener y mucho con el compartir. No quiero alarmaros gratuitamente, sin embargo he de confesaros que vivimos, sin lugar a dudas, el momento más critico de nuestra historia compartida, también el más cargado de futuro. Si superáis esta dura prueba frente a la indolencia, la ignorancia y el egoísmo aún reinantes, la belleza, la creatividad, el amor contenidos como poderosa semilla en vuestros corazones, se expandirán por todos mis campos.

Aprended de las culturas antiguas que me honraron y respetaron como verdadera madre. Encended nuevo incienso en mi nombre, abrazad mis vientos, dormid en mis cuevas, remontad mis árboles, revolcaros en mis orillas, acercaros a mis montañas, todas ellas sagradas…, rehagamos juntos el presente, reanudemos aquel silente y mágico diálogo perdido.

Susurrad a mi inmenso tímpano palabras de cariño. No se trata de cumplidos, sino de simple ley de correspondencia. De alguna forma habrá de brotar el agradecimiento a todo lo que en cada instante os prodigo. No se trata de cortejeo, sino de recomponer esa alianza que quedó dañada hace ya varias generaciones.

Rehagamos la comunión, sellemos el concierto que dará abrigo y genuina prosperidad a las futuras generaciones, que pondrá sana verdura en vuestras huertas y orgulloso fruto en vuestros árboles, algodón en vuestro lecho y alegría en vuestros hogares. Sellemos en Johannesburgo de nuevo ese pacto que ponga música a vuestros ríos y limpia arena a vuestras playas; que ponga a girar vuestros molinos de viento, a rodar proyectos y sueños limpios y sanos. Sellemos en mi cumbre ese acuerdo que dará prorroga ilimitada a la vida, salud a vuestros hijos, paz y alamedas a vuestros ancianos.

Yo no os pertenezco, me ofrezco en servicio, que no en servidumbre para el desarrollo de vuestra vida. Respetadme y aseguraréis vuestro futuro, amadme y la felicidad reinará en vuestros corazones. Acercaros a Johannesburgo con voluntad de dar un giro a vuestra historia, un giro en definitiva a favor de vosotros mismos. A la vuelta de esa curva de la esperanza os estaré aguardando.

En el amanecer y en el ocaso, en la tormenta y en la calma, en la salud y en la enfermedad, siempre con vosotr@s.

Os ama,


Vuestra Madre Tierra.

 
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