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También Microsoft

Las buenas noticias no suelen saltar a primera plana, pero están ahí, escondidas, en la sección de sociedad, tecnología…, aguardando reparemos en ellas para colmarnos con su esperanza. Microsoft también comparte, libera parte del código de algunos de sus programas con el fin de hacerlos más compatibles y permitir que terceras partes desarrollen nuevos programas sobre sus plataformas. Microsoft fomentará también la interacción con el resto de la industria informática y con las comunidades que utilizan software abierto.

¿Presión de la Comunidad Europea o voluntad propia, estrategia comercial o iniciativa generosa? No entra en la finalidad de estas líneas el elucubrar sobre las razones últimas de la decisión. No entramos en el juicio, sólo observamos. La intencionalidad corresponde al terreno de lo privado. El caso es que Microsoft se adhiere al principio del compartir, que la gran compañía informática internacional, creadora de las más corrientes aplicaciones, de los sistemas que utilizan la mayoría de los ordenadores personales, revela ya buena parte de las claves ocultas de estas herramientas para beneficio de la comunidad. Los expertos dicen que con esta nueva estrategia, la multinacional está siguiendo los pasos del buscador Google, que ha conseguido éxito al motivar a los programadores a desarrollar programas para sus propias aplicaciones.

Compartir no es precisamente sinónimo de perdida o retraso, si no todo lo contrario. Tras el gigante informático cada vez más compañías se adherirán al principio superior del compartir. Comienza por fin a mermar el gran arraigo del ancestral paradigma de la confrontación y la competencia. La humanidad avanza en su proceso evolutivo, o lo que es lo mismo, en su creciente conciencia de unidad y solidaridad universal. Buena prueba de ello es el progreso de esta elevada máxima.

Compartir es negocio, más que competir, negocio genuino, noble y solidario. Los enormes avances tecnológicos ponen las bases para que opere cada vez más fácilmente este principio que un día regirá la vida cultural, social, económica... La era digital anima a compartir y a vivir la comunión, nos invita a pensar más en clave de beneficio colectivo y menos en particular, nos ayuda a sentir con más fuerza el alma grupal. Pero no es sólo una cuestión de altruismo. Las grandes corporaciones internacionales, habitualmente no dadas a este género de idealismos, observan que adherirse a este principio es también provechoso en términos económicos. En el ámbito informático se han dado cuenta que al crear juntos programas, plataformas, enciclopedias…, el progreso es mucho mayor y la calidad del producto resultante también superior.

Los muy bien pagados informáticos de Microsoft no pueden progresar más que miles de programadores profesionales y aficionados repartidos por todo el mundo, trabajando desde sus hogares por unos mismos objetivos, por unas mismas herramientas que después se pondrán gratuitamente al servicio de la comunidad.

Triunfan los que comparten: Linux, Google, Myspace, You Tube, Wikipedia… La esfera virtual va por delante, inaugurando sin cesar espacios abiertos y solidarios, revelándonos futuros, implementado nuevos modelos de relaciones, mostrando el gozo inmenso del compartir…, gozo que también podríamos comenzar a disfrutar en la vida física, si verdaderamente nos lo propusiéramos. En realidad, bien podemos entender el progreso evolutivo de la humanidad como el aprendizaje del compartir cada día más cosas, no sólo las tripas del Windows Vista, sino también granero y códigos, poemas y descubrimientos, canciones y avances tecnológicos…

¿Quién nos dice que mañana no será todo para compartir, que cada quien cogerá del fondo común de recursos y beneficios, del acervo común de conocimientos en razón de sus necesidades? ¿Es que no se manifestó así desde el principio de los tiempos la Madre Naturaleza? ¿Es que los frutos y las riquezas naturales venían en el origen etiquetados con sello de propiedad? ¿Es que nuestra facultad de razonar, investigar, crear… no es también un regalo de lo Alto? ¿Es que los frutos de estas facultades encuentran más elevada finalidad que el de ser también compartidos libremente para beneficio colectivo?

Las comunidades sociales y científicas más avanzadas y con un elevado grado de conciencia grupal funcionan ya bajo los principios de colaborar y compartir. ¿Quién nos dice que la humanidad entera no puede funcionar así, que este género de relaciones generosas, aún bien pequeño y pionero, no puede de día en día extenderse y alcanzar más ámbitos?

Competimos a costa de la tierra y de terceros, nuestros hermanos. Compartimos en beneficio de ellos. A la larga, éste último es el único modelo sostenible. Lo que no se da, lo que no revierte en beneficio de la comunidad, sino del solo particular, lo que no circula…, se acaba. Son principios universales. Nada opera fuera de ellos. Todos, incluso las poderosísimas corporaciones, están sujetas a estas leyes inexorables. Gates y Ballmer lo deben saber. Ellos también comparten.

 
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