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Memoria obligada

Éste es el artículo de la definitiva paz que toda la vida hemos deseado escribir y sin embargo faltan palabras ahora para cantar este momento único, esta conquista de todos/as. Intentamos ordenar esas palabras cargadas de una alegría no contenida, de una expectativa inmensa. Son tantas noches durmiendo y suspirando juntos por este amanecer… Desde la colosal esperanza abierta el pasado 20 de Octubre, también recuerdo. Si el perdón nos es obligado para quienes abrigamos fe en el progreso de los más elevados valores, también lo es la memoria. El recuerdo trae más al presente a los que nunca terminaron de partir. Agradecer es cimentar futuro. Tomar conciencia de la deuda con el pasado y sus actores y sus víctimas es garantizar un mejor mañana.

Ya se ha dicho mucho sobre el fin tan anhelado de ETA. Todos los actores políticos, particularmente ya ahora en Madrid, puedan estar a la elevada y generosa altura, que con sobrado derecho, reclama este pueblo. Por eso aquí sólo hacemos sitio a los recuerdos, a la memoria desilachada que se agolpa al final de una historia convulsa. Sólo queremos honrar para después poder mirar hacia adelante. A veces el alma se quiebra por muchos lados diferentes. Las víctimas amigas se desparraman por todos los bandos. Queda el espacio pequeño para tantas memorias amontonadas, pero habrá que intentarlo…

Hacemos presente el eco de sus ausencias. Cada quien lanza a sus vientos sus recuerdos. Yo quiero traer hoy aquí el recuerdo de una mujer audaz, valiente como nadie que se enfrentó sola al imperio del miedo y murió en el intento; una mujer desarmada, sin ningún ejército a la espalda, con un niño en la mano, que con su testimonio de sacrificio despertó en septiembre del 1986 tantas conciencias. Después vendrían más ejemplos, pero Yoyes fue la primera, fue la que con su asesinato, cobarde entre los cobardes, nos quitó la venda de los ojos

Escribimos sólo para el recuerdo, mas ni una coma para el resentimiento, y en ese recuerdo entran también, como no podía ser de otra forma, todos los uniformados, ya militares, policías, guardias civiles, ertzainas… Por el dolor que ayer no sentimos, hoy reunimos todos los dolores, hoy honramos de corazón todas sus memorias. Hoy vemos el ser humano que ayer no alcanzábamos a ver por su roll, galones y vestimenta. Hoy miramos a los ojos, a sus pupilas que se hunden en el tiempo y les damos nuestras más sentidas gracias.

En esta hora grande, nuestro abrazo será también ancho y abarcará a cada una de las 829 víctimas de ETA, a todos los heridos… A tantos políticos que pagaron el más alto precio que se le puede pedir a un servidor público. A todos los que en vida padecieron, secuestrados en un zulo, algo también de esa muerte. A quienes fueron asesinados por hacer empresa y amar a este pueblo (Joxe Mari Korta, Juan Ignacio Uria…), por hacer periodismo (José Luis López de la Calle, Santiago Oleaga…), por ayudar a los presos comunes de una cárcel (Javier Gómez Elosegi), por hacer justicia y ser progresista (Tomás y Valiente…), por ser exministro y además amar el País Vasco, (Ernest Lluch), por pensar diferente…

El abrazo alcanza también a las 27 víctimas del GAL, a las del Batallón Vasco Español…. Quiero recordar especialmente a nuestro amigo Ramón Oñaederra, aquel joven de nuestra edad que desbordaba humor y ganas de vivir. Partió y no le volvimos a ver y no volvimos a reír juntos. Al tiempo nos llegó la noticia de que el GAL le acribilló a balazos tras la barra de una cafetería en Baiona.

Quiero recordar también a los que hubieron de marchar con Euskal Herria en el corazón, especialmente al cantautor Imanol Larzabal, aquel artista generoso, aquel hombre entregado que dejó su vida en un injusto exilio, que levantó también su voz sonora y valiente en los tiempos en que pocos la levantaban. Recordar igualmente a otros bardos y poetas (Xabier Lete, Mikel Laboa…) que murieron en vísperas de una paz que acariciaron siempre con sus cantos y sus versos y sin embargo se la regalaron al futuro…

Quiero recordar a otros amigos que legítimamente optaron por trabajar desde dentro de las filas radicales para que el anuncio de ETA fuera realidad, gente de buen corazón, infatigable que ahora ven sus esfuerzos y los de tantos otros, a lo largo de muchos años por fin recompensados. Recordar cómo no, a un Otegi que incomprensiblemente aún está entre rejas y sin embargo ha sido, en buena medida, artífice de lo que ahora disfrutamos, ha logrado que miles de corazones volcaran hacia la paz. Hacemos presentes también a los familiares y a los amigos de los presos que padecen su propia e injusta condena en forma de miles de kilómetros a veces para poder abrazar a sus seres queridos. Que por favor no se perpetúe ese doble castigo, que el Estado tome por fin iniciativa y traiga sin demora a todos los presos de una ETA en extinción a Euskal Herria.

Recordar también a los violentos que cayeron en su fatal intento; a quienes murieron matando; a quienes antes que terroristas eran, también el 19 de Octubre, seres humanos; a quienes cometieron el craso error de colocar sus ideales por encima de la vida, desconocedores que la vida es sagrada y que todo, incluso la patria más querida y sus verdes más entrañables, comienza a partir de ella.

No sigo con los recuerdos a conciencia de que faltan tantos. Seguramente no debí nombrar ninguno, pero cada quien ha de ser fiel a su memoria. En esta hora grande, única del final de ETA, hacemos nuestros todos los muertos, todos los heridos, todos los que han padecido. Con los recuerdos de los otros iremos construyendo la memoria única. Con los dolores reunidos, sentidos y trascendidos alcanzaremos la verdadera liberación.

Por último, un agradecimiento profundo a Lokarri. Elkarri primero, Lokarri después, han vehiculado el enorme anhelo de paz de buena parte de este pueblo, paz sin condiciones políticas, pero desde el genuino amor a lo propio. Trabajo por la paz inteligente, discreto, generoso, ha distinguido a esta gente que con tesón y paciencia tanto ha contribuido a sentar las bases para el cese definitivo de la violencia. Quienes, incluso desde las filas supuestamente más progresistas, han bombardeado verbalmente el Palacio y su Conferencia, tienen una deuda con este movimiento popular y sus representantes. Claro que Aiete era también una “pista de aterrizaje”, “un ritual que demandaba ETA”, pero ¿es que acaso no se trataba de facilitar, no de dificultar su bajada del monte, es que no estamos ahora sensiblemente mejor, entre otros factores, merced a esa Conferencia tan contestada?

A nadie le quepa ninguna duda: este pueblo va a demostrar todo lo que es capaz de construir sin el lastre considerable de la violencia. Este pueblo noble, antiguo va a testimoniar todo su potencial creativo, solidario, edificante a partir de un 20 de Octubre en que se levantó sobre nuestro otoño el sol más brillante, en que arrancó un tiempo definitivamente diferente. Una Euskal Herria sin plomo, ni odio es posible. ¡Ahora por fin sí, juntos/as podemos!

 
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