La revolución no es lo que hagamos a futuro en las escalinatas de un “Palacio de inviernoâ€, sino lo que hacemos hoy a cada instante, en cada gesto, en cada cesta de compra. La forma de estar en el mundo, de habitar el presente puede ser revolución. Si prolifera el gasto y consumo para llevar una vida “dignaâ€, es que algo falla. Algún abrazo se quebró, algún respiro quedó a medio pulmón, algún atardecer sin pausa… Algo en definitiva nos hemos perdido en el camino, quizás la capacidad de asombro, la contemplación pausada, la mesura; tal vez el sentido de la contención, de la sencillez y por ende de la verdadera solidaridad. El problema es que la Tierra no da para que sus 7.000 millones de habitantes ganemos los sueldos que la lÃder progresista plantea. La izquierda no termina de tirar de telar, ni rueca. La izquierda, también la derecha podrÃan animarse a cocer su pan, a plantar sus tomates, a asumir pautas de consumo responsable… Conviene retornar a Ghandi y su testimonio sin tiempo y su simplicidad digna y liberadora. Convienen acercarnos al elevado sentido de la austeridad, procurar que nuestros trabajos nos llenen, nuestro ocio nos emancipe, nos torne más vivos, sensibles y creativos. La revolución, personal, Ãntima, comprometida nos invita a las renuncias, nos apea de esa endemoniada espiral de consumo. Se trataba de construir otro mundo diferente, alternativo y sostenible, no de decorar el mismo, de imprimirle un brochazo morado aquÃ, otro verde allá, otro arcoriris más allá… No queremos tumbar este mundo, queremos construir otro ecológico, creativo, frugal y por ende fraterno en el dÃa a dÃa, en el cÃrculo cercano, a la postre el definitivo, el que terminará colonizando el mundo entero. El taller de arte, la huerta, la cooperativa de productos ecológicos, la banca y las energÃas alternativas, la red de mutuo apoyo, el "auzolan"…, se lleven las horas y no quede mucho tiempo para la gresca, ni siquiera para con la patronal. No la sentimos enfrente, a lo sumo puede ser ignorante, al igual que clase obrera, si sólo piensa para sà misma en detrimento de la Tierra, la vida y los demás humanos. Seguramente más revolucionario que pasear la pancarta “ad infinitumâ€, que lograr más dinero para los bolsillos de los trabajadores, sea invitar a esos mismos trabajadores a imbuir la vida de creatividad, conciencia y plenitud. El ser debiera “cotizar†más que el tener. El sueldo elevado corre el riesgo de aprisionarnos. La dignidad y la felicidad se sustentan en valores superiores, atemporales, universales e incluirlos en nuestras vidas no nos exige levantar el puño cada comienzo de otoño. Ya no más hombro con hombro, sino corazón con corazón sin distinción. Asegurado un digno nivel de vida, ya no correremos tras unas barricadas que engorden el bolsillo, sino tras unas costas y acantilados que ensanchen el alma. Ensayemos revolución genuina, aquella en la que fallaremos mil y una veces, pero que estará por fin enfocada en la emancipación integral del humano; revolución de cada instante, de cada gesto, aquélla que implique una nueva armonÃa para con la entera vida, para con el reino vegetal, el animal, por supuesto con nuestros congéneres. Vamos a hacer la revolución que no pivote sólo en cifras, que no descanse en la renta y la capacidad de consumir, sino en el empoderamiento en nuestra desnudez, en la liberación precisamente de dependencias y esquemas caducos e insostenibles. Vamos juntos a por esa revolución fundamentada en el anhelo profundo e insoslayable del humano por elevarse más allá de su presente y tan a menudo limitada y alienada condición. Velouriz 8 de marzo de 2025 www.velouriz.org www.koldoaldai.org |
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