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OTROS "MANTRAMS"

Le debemos, en buena medida, al malogrado Donald Trump esa básica enseñanza. Siempre falla algo cuando el otro no cuenta, cuando nos anteponemos al prójimo, cuando nosotros somos los primeros en detrimento de los demás. Catalunya no es lo primero, lo mismo que tampoco lo es Euskadi, lo mismo que tampoco lo son los EEUU. Hay otros “mantrams†en el mismo “mala†del intenso presente, otro recitar en el mismo rosario colectivo, sobre todo hay una solidaridad estatal, hay una armonía planetaria a la que nos debemos, por más que ello implique sus renuncias. Lo primero, en esta hora en que se tañen tantos olvidados tambores de guerra, es alcanzar acuerdos de convivencia, de mutuo respeto y consideración.

Cada colectivo, cada nación ha de interrogarse por la demanda del momento dentro de su trayectoria evolutiva. El nacionalismo catalán ojalá pudiera estar a la altura de esta compleja hora y su demanda de altruismo y generosidad. Hay que saber reivindicar lo justo y ponderado, pero igualmente olvidarnos, en alguna medida, de nosotros mismos para volver a la armonía, la concordia y la paz en el marco de un conjunto más amplio. “¡Catalunya!†no es el único “mantram†a desgranar, sobre todo habida cuenta de que la mayoría de los catalanes han renunciado a nuevas apuestas soberanistas.

Ningún juez debiera reanudar su caza. La conservadora judicatura debiera igualmente sumar en esta hora por la convivencia. Puigdemont es un hombre honorable que ha pagado con creces su eventual aventurismo. No es ningún convicto y goza de importante apoyo popular. Tiene todo el derecho de cruzar la frontera y volver a su casa, pero lo que “ex-president†catalán no debiera es seguir soliviantando a las masas. La tensión doméstica también está llamada a ceder en un planeta en el que ese género de tensiones se salda con tanto derroche de vidas humanas. En un mundo de mayúsculas grescas que se cobran cada día centenares de víctimas, cada pueblo debiera hacer por la concordia, por aislar los reductos de la confrontación.

Hace siete años nos dimos por Catalunya y el ensanchamiento de las libertades. Apostamos duro para que las porras no se blandieran, para que los banquillos se vaciaran, para que ni los líderes catalanes, ni los derechos elementales fueran perseguidos. No paramos de teclear para que el centralismo cediera, para que Catalunya pudiera acercarse a votar. ¡Ojalá hoy el soberanismo catalán correspondiera cuando le pedimos altura de miras!

Dese entonces Catalunya ya se ha pronunciado en repetidas ocasiones. No procede volverla ahora a convocar a las urnas. Salvador Ila ha de ser el nuevo “presidentâ€, no porque nos guste más o menos, si no porque la mayoría catalana hoy no quiere más confrontación. El acuerdo de los socialistas con los republicanos llevaría al gobierno catalán a las dos grandes sensibilidades del país, la estatutaria y la soberanista. Catalunya alcanzaría de esta forma más autogobierno sobre todo en materia económica.

Madrid entrega hoy todo lo que está en sus manos. Abre al máximo la cartera, traspasa lo que puede. Con el Partido Popular en la Moncloa todo se volvería a complicar. Es hora de aprovechar la ocasión, abandonar utopías que comportan también, a su manera, cierta carga de imposición y dejar la algarada. La amplia autonomía representa un ceder de unos y otros, un ganar todos. Es, sin lugar a dudas, el espacio en el que la historia nos invitaba a reencontrarnos.

 
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