Ayer por fin un beso abrió todos los telediarios, ocupó todas las cabeceras de los periódicos, planeó en las más animadas tertulias..., pero no sé si era el beso que querÃamos. Vino con su disputa, acompañado de su jaleo, incluso de su juicio y mutuas acusaciones… Nuestros besos marcan desde el amanecer, sin postrero penalty. Encajan labios serenos, amigos, que no fiera goleada. Soñamos con el beso que llega de la blancura nevada, de las esferas del amor puro. Nuestros besos quisieran sobrevolar las junglas del deseo, las manglares de la lujuria. Son sobre los campos verdes y sus porterÃas; no acaban en los tribunales, sino en las tribunas discretas, reposan en el barandado algodonado de la ternura. |