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"EN LA FRONTERA"

Bailando sin lobos  
En navidades hemos vuelto a ver “Bailando con lobosâ€. Exploro en mi interior por qué vuelvo una y otra vez sobre esta película ya casi épica, por qué me sorprendo de nuevo ante sus inmensas estepas, corriendo con sus manadas de fieros búfalos, en medio del campamento de unos indios siempre "buenos", sobre todo por qué me sorprendo ante esa invitación a una nueva y venturosa Vida.

Contiene los indudables valores de la amistad, la lealtad, el valor, el amor a la Madre Tierra…, pero hay otro factor que en este nuevo visionado he podido descubrir. El teniente protagonista oposita al puesto más difícil, se postula para la frontera, decide ir al límite de sus posibilidades. En ese cuasi desierto donde se reúne la incomodidad y la incertidumbre, el temor y la soledad, allí se aposta él y su inseparable Cisco. Las recompensas se revelarán poco a poco inconmensurables…

Conviene en la vida, siquiera por algún período, acercarnos a la frontera y medirnos. La frontera nos cura del mal del conformismo y el tedio, de lo rutinario y acomodaticio, pero la frontera también nos puede vencer. Cada quien ha de graduar sus "dosis de frontera", so pena de derrota.

Cuando el frío no sale de los huesos, ni el barro de las botas, cuando los ratones acaban con tus calcetines, mantas y jerséis de lana, cuando la humedad se come hasta la madera y los cazadores disparan a la vera de tu caravana…, añorarás el fuerte de la retaguardia, quizás quieras verte en otro puesto en el listado de las oposiciones.

Cuando elegimos la frontera, decidimos imprimir a nuestras vidas una tensión especial. Al adquirir Velouriz hemos opositado a la frontera, hemos pedido plaza en el límite de nuestras posibilidades. En Velouriz bailamos sin lobos, pero en Agosto la música sublime de Peter Deunov se extiende por todo el ancho prado, hacemos círculo sagrado y danzamos.

No faltarán las ocasiones para extrañar la comodidad y el cobijo de tierra adentro. La frontera te escruta, al tiempo que te descubre. En la frontera los retos internos y externos se acumulan. Ésta te puede revelar horizontes insospechados, pero también te puede rendir. Puedes sorprenderte una mañana ensillando a “Ciscoâ€, sin billete de retorno.

En la frontera azotan el frío, la lluvia, el viento que juega a tambalear las caravanas, pero esa inseguridad te trae insospechados regalos. No bailan los lobos, pero canta la lechuza incansable todas las noches. No asoman los indios y sus pinturas y pieles por las alturas, pero el vecindario de estandarizado chaleco amarillo se revela sencillo y lleno de amabilidad. En la frontera no hay televisión, ni sonido HD..., pero al cantar juntos junto al fuego se nos revela algo de la fraternidad que poco a poco inundará la tierra entera…

En la frontera no hay comodidad alguna. La conexión tan íntima con la Madre Naturaleza te revela frágil, vulnerable y a un mismo tiempo cercano a todos los Reinos de la Creación. En la frontera las manos, que de lo corriente sólo teclean, cocinan o aman, aquí te salvan la vida; se hacen poco a poco a las herramientas, incluso a la peligrosa "rotaflex", incluso a la potente motosierra, por más que siempre hayas de mendigar que el bueno de Julien la arranque y saque su primer y potente rugido.

En la frontera agudizarás tus sentidos y habilidades. De vuelta a la caravana tras la cena, más te vale prender el fuego, ser capaz de alumbrar viva y refulgente llama, si no quieres congelarte en medio del sueño. Más te vale volverla a alumbrar a las cuatro de la mañana, no sea que te sorprendas tosiendo en un nuevo amanecer.

En la frontera no hay alumbrado público, ni otra luminaria que la celeste. En invierno la oscuridad lo inunda todo en buena parte del día, pero te irás familiarizando e intimando con ella. No necesitarás curso de chamanismo para desenvolverte en la oscuridad imprescindible. La vela, tantas veces símbolo de sabiduría divina y comunión fraterna, se manifestará materialmente en toda su urgencia y poderío.

Si vamos juntos a la frontera, ésta nos medirá también grupalmente. Constataremos hasta qué punto nos revelamos capaces de ceder y sacrificarnos, de olvidarnos de nosotros mismos en favor del bien colectivo. La frontera nos da la oportunidad de volver de ella y compartir lo que hemos vivido y aprendido, dar cuenta de nuestros fracasos, de las veces que no dimos la nota, que no estuvimos a la altura, que la pipa de la Paz no destiló sagrado y convenido humo..., pero también las veces que vencimos sobre nosotros mismos, que sentimos y pensamos más en clave grupal que propia; las veces que nos abrió a nuevas relaciones, a inusitados horizontes.

Conviene sorprender al general gordinflón y borracho de turno y pedirle un destino insospechado; ensillar el caballo con el convencimiento de que el Misterio protege a los generosos, a los valientes y que podrías ser entre ellos. Conviene apurar la vida en el más intenso servicio. Habremos de graduar nuestra inclinación por la frontera, pero nunca descartarla.
* Imágenes de Velouriz estos días.

 
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