Destrozar el palacio presidencial era lo más sencillo, levantar hacia sol otro mármol ya no lo era tanto. Instaurar democracia, derechos y libertades no era sólo cuestión de firma y edicto, sino de menos tiros al aire y más silencio en la bóveda de dentro; no era tanto decreto arriba, sino de humanidad madurada abajo.
¿Quiénes ahora se fotografÃan en Damasco a las puertas de la residencia del autócrata huido podrán conducir a la nación a un superior destino? Caen las estatuas de los tiranos; se esparcen por los suelos hechas pedazos, pero qué se ha de levantar sobre el mismo pedestal, qué futuro le aguarda a esta nación árabe tan castigada. ¿Irradiará más luz el rostro del nuevo bronce?
Ya no deberÃa ser la enésima revolución fracasada. Ya no basta un "quÃtate tú para ponerme yo". No es suficiente un relevo en la imagen, color y nomenclatura de la opresión. Puje por doquier un despertar humano global. Aspiramos a un florecer global de la conciencia que infaliblemente llevará a las instancias de poder a una nueva casta de dirigentes.
Hoy más que nunca en el Oriente y en el Occidente, en los desiertos y allende sus infinitas arenas, en todas las latitudes urgimos de mandatarios verdaderamente vocacionados en la genuina entrega a la comunidad, en el servicio desinteresado.
9 de diciembre de 2024
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