Hoy, al despertarnos y recoger los sacos, una de las compañeras del encierro, aseguraba haber oÃdo el mar. Comentaba que a la noche, cuando todo calla, los vehÃculos duermen y el asfalto también se aquieta, apurando el oÃdo, se logra escuchar las olas. Estamos encerrados en ayuno y oración interreligioso por la paz en Tierra Santa. Sólo unos jardines hasta la arena infinita, sólo median los tamarindos y la primavera de “Alderdi Ederâ€. Solo pedimos un trozo de océano, un horizonte para toda la humanidad, sobre todo para la más sufriente. Sólo apurar oÃdo para intentar encarnar recogimiento, ritmo sagrado y comunión. Podamos escuchar el mar, su incesante invitación de paz y armonÃa para todos nuestros hermanos de todas las condiciones, de todas las fes, de todas las razas… Las paredes de la cripta también escucharon a la mañana… “Haznos ser semillas que en el mundo hagan brotar la fraternidad. Padre nuestro, danos ojos nuevos y corazón de madre para acercarnos al otro. Una misericordia también que lo cubra todo, que confÃa y espera…†Ensayando oÃr las olas, atendiendo su llamada a la Paz oceánica, acogiendo su invitación, somos salvos. Con el estómago vacÃo, con el té verde caliente precipitándose dentro en caÃda libre, sólo aspiramos a encarnar esa Misericordia capaz de cubrirlo todo. Donostia 3 de Junio de 2023 |
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