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VERDADERA LIBERTAD DE PALESTINA


Si tuviéramos veinte años envolveríamos nuestro rostro con el pañuelo árabe. Cargaríamos la tienda "quechua", rumbo al campus más cercano. Allí, en el verde y primaveral prado izaríamos la bandera palestina sobre nuestro nylon de color. Si tuviéramos veinte años nos sumaríamos a la oleada de protestas que se extiende por todo el mundo universitario planetario.

Si tuviéramos veinte años la fogosidad juvenil nos nublaría. Seguramente no podría ser de otra forma. ¿Alcanzaríamos a comprender que “¡Free Palestina!â€, implica la liberación de un doble yugo? Gaza por supuesto ha de liberarse de los salvajes bombardeos israelíes, pero también de la no menos cruel dictadura de Hamas y los ayatolás.

Clama al Cielo la barbarie de Netanyahu, pero, a su manera, no es menor la del régimen iraní que soporta a Hamás. Allí encierran de por vida en angustiosas miniceldas, sin ver la luz del día, a las mujeres que cometen el "delito" de soltar sus cabellos al viento. Otras incluso han corrido peor suerte por desafiar el orden de los severos clérigos fundamentalistas.

No iremos al campus con la "quechua" a la espalda. Triplicar la edad tiene el inconveniente de retenernos en casa. Para que Palestina sea realmente libre han de saltar otros yugos, no sólo el israelí. Conviene recordar y reconocer que si Hamas liberara mañana a los rehenes israelíes, se detendría la guerra. Hamas persigue además en su pequeño territorio a muerte a la disidencia y la diferencia.

Ambos extremismos contendientes son responsables de todo el dolor que padece mayormente la población civil palestina. Sin embargo, nadie parece exigir nada a Hamas, sólo al gobierno israelí. Las exigencias debieran dirigirse hacia las dos partes, si realmente aspiramos a ser agentes de paz.

Conviene igualmente observar una mayor economía con las palabras malditas. Israel está demostrando nula sensibilidad para con el dolor ajeno, pero no practica “genocidioâ€, no pretende borrar de la faz de la tierra al pueblo palestino. Palestina no es el Tíbet que a comienzos de los sesenta quiso exterminar China, ni la Armenia que quiso liquidar Turquía a partir de 1915, ni el entero y propio pueblo judío que Hitler trató en vano de duchar con un vaho mortal… Palestina tampoco es Vietnam, no es gaseada inclementemente con “napalâ€, pero representa una herida insoportable para lo que considerábamos mundo civilizado del siglo XXI.

Los jóvenes necesitaban un enemigo claro, rotundo, preciso en el que volcar un, a menudo, intrínseco ánimo de confrontación, aunque ello supusiera olvidar a las otras jóvenes que fueron violadas, mutiladas y asesinadas por bailar bajo una carpa en mitad del desierto por la paz y la multiculturalidad; aunque ello representara obviar la barbarie que se desató cuando los “bulldozer†de Hamas rompieron la alambrada y desataron el infierno entre “kibutz’s†y gentes que precisamente se habían significado por la solidaridad con la población gazatí.

Los megáfonos y pancartas de nuestros campus universitarios olvidan por lo demás que nuestro gobierno es el que más firmemente se ha posicionado en Europa frente a la inhumanidad israelí. Más que confrontar visceralmente sería preciso tratar de hacer ver a los propios dirigentes hebreos que más jamás, jamás podrán conquistar la ansiada paz y seguridad con la exhibición de tamaña brutalidad y absoluta falta de consideración con la vida, que de forma tan ignorante, creen ajena.

Israel ha manchado su nombre por mucho tiempo, ha hipotecado la felicidad de generaciones, las ha condenado a dormir con el fusil a su vera. Tanto odio sembrado es dolor que retorna, tanta vida inocente atrozmente segada seguirá penando en los corazones más sensibles de esta nación dura. Si un día Yahvé le echó el guiño al “pueblo elegidoâ€, a las gentes entre las cuáles encarnaría su Hijo, hoy la frustración celestial no debe tener límites.

 
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