La amable y fraterna provocación viene a ser un subgénero literario que exige alguna solidez y fuerza en el argumento, amén de atino en las palabras. “Mi querida España†del dÃa pasado en las redes sociales, pretendió ahuyentar mucho fantasma de pretérita confrontación. Representa una suerte de catarsis personal, algo de fin de etapa belicosa, de anhelada pipa de la paz, de solemne enterramiento del hacha de guerra, de rotunda voluntad de reconciliación. Escribo no sé si con autoridad, sà con convencimiento. Creo que puedo pronunciar las palabras prohibidas sin titubeo. Perdón por la incursión autobiográfica. A los 16 años estaba rascando el estiércol de las vacas y recogiendo hierba recién cortada en los altos prados de un perdido caserÃo de Errezil para aprender euskera. Nunca agradeceré lo suficiente a aquella familia “baserritarra†que me metió en un establo y me enseñó a ganarme las diarias alubias de Tolosa y la vida. En invierno las tardes las pasaba en la biblioteca de la Calle 31 de Agosto de Donosti devorando Azkue, Barandiarán, Aranzadi, Caro Baroja… A los 19 años ya tenÃa en mi bolsillo el tÃtulo “D†de entonces, equivalente al actual EGA. Me gané mis primeros sueldos impartiendo las que fueron las primeras clases de euskera en las escuelas públicas vascas. Todo ello en condiciones muy duras, que aquà huelga explicar. Las nuevas tecnologÃas y los modernos medios de locomoción nos lanzan al ancho orbe desde aquellos altos prados, no sacan de nuestro “Errezil†particular. Cada vez nos hacen de más lugares; cada vez más hermanos de todos los pueblos, de todos los mundos. Debe ceder la larga noche de los atrincheramientos culturales que hemos vivido, debido en gran medida a las circunstancias polÃticas. De ninguna forma podemos dejar ese legado de confrontación a las próximas generaciones. Podemos atrevernos a decir: “nuestra querida Españaâ€, por supuesto “nuestra querida Euskal Herriaâ€â€¦ En realidad, nunca alcanzaremos a comprender la magnitud del tesoro que representa la pertenencia a una comunidad, el privilegio añadido que nos asiste de adhesión a diversas comunidades lingüÃsticas y culturales, en medio de un mundo tan globalizado e uniformizado. Ahora paso mucho tiempo en Galicia, escribo desde el corazón de uno de sus bosques lucenses. Rabio por escuchar gallego, por comprender esa lengua tan llena de música y a la vez de sencillez y humildad. Amo con todo mi ser un euskera que me da anclaje, raÃces, cercanÃa, que me pasea por una hojarasca ancestral, por una magia inmemorial apenas descifrada. Amo un euskera que me abraza a Errezil y a la Madre Tierra-Amalurra. Hasta lo muy poco que alcanzo a ver y comprender, el euskera me vincula a mis ancestros, me pone un vaso de sidra en la mano, unas vigas de roble sobre la cabeza y una complicidad inexplicable en el alma. Me proporciona un cÃrculo inicial, una primera, pero para nada exclusiva identidad. Amo un castellano que me permite comunicarme más lejos y que me ha regalado tantos amigos, sobre todo me ha posibilitado lo que ha dado sentido a mi vida que es compartir palabra. Al español le debo, entre otras muchas cosas, la ilusión de levantarme cada mañana con el afán de contagiar esperanza. En realidad, los sentimientos de pertenencia, las identidades están llamados siempre a sumar, a fecundarse y enriquecerse. El problema fue creer que estaban convocadas a disputar. En el seno de nuestro corazón no hemos contemplado la más mÃnima pugna entre el sentimiento de pertenencia a una patria más chica y a otra más grande. Uno y otro idioma, una y otra cultura no sólo se respetan, también se hermanan, se complementan y pasean felices de la mano. En algún lugar deberemos definitivamente encontrarnos. Buscaremos con renovado anhelo una terminologÃa cada vez más común. Seremos lo que queramos ser, sobre todo lo que nuestra amplitud de miras y flexibilidad mental nos permitan. * Imagen de Errezil en el corazón de Gipuzkoa Casita de madera 22 de Diciembre de 2022 |
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