Sin embargo, incluso de ese oscuro juicio planetario recién concluido deberemos obtener alguna enseñanza. Bien podrÃa ser una tan triste como elocuente foto de una civilización sin recorrido alguno, destinada a ceder para siempre. PodrÃamos unirla a la fachada igualmente mancillada, herida y bombardeada de un edificio ucraniano y servir para trazar el más hondo Rubicón, el más decidido "nunca jamásâ€. Sirva todo este lamentable circo global para reconsiderar la naturaleza de las relaciones. Sirva para propiciar honda reflexión colectiva, para concluir que hemos de cuidarnos y respetarnos un poco más. Quizás debÃamos poner vela, flores y mutua compasión a la vera del lecho, jamás watios, focos y eco mediático. Cuidarnos y si definitivamente no lo logramos, callar e intentar hacerlo mejor en la siguiente oportunidad. Cuidarnos y olvidarnos de los letrados, por supuesto también de los periodistas, youtubers y tiktockers. Cuidarnos y cogernos de las manos y perdonarnos y definitivamente pensar donde falló y se ausentó nuestro amor, nuestra caricia y ternura, nunca la de al lado. Si nadáramos en la Luz, un acontecimiento de estos no cobrarÃa relevancia alguna, no devorarÃa espacio en los medios de comunicación. El grado de interés que suscita un juicio tan mediático como éste, está directamente relacionado con nuestra dificultad de remontar vibración, de alzarnos en vuelo, de cobrar altura sobre nuestras miserias humanas. No sé quién tiene la razón, tampoco me interesa. Todo apunta que ambos se habÃan involucrado en un laberinto tóxico de responsabilidades compartidas. Reconozco haber caÃdo y prestado también alguna atención al oscuro culebrón, sucumbido a la tentación de hurgar en esa pobredumbre ajena. Debiéramos olvidarnos de todo esto y mirar arriba, donde no se citan en juicios sobrecogedores, donde no se echan los trastos a la cabeza. Debe haber realidades superiores, donde aprendieron a relacionarse en compasión, donde ensayan comprenderse mutuamente, donde se viven como hermanos. |
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