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La gran aldea a debate

Vivimos en una sociedad de día en día más compleja y complejos son también los movimientos sociales que la animan. No es fácil encontrar análisis ponderados capaces de observar el polémico fenómeno en su "globalidad", con sus aspectos positivos y con sus aspectos más objetables. En el presente artículo pretendemos contribuir a un debate latente en la opinión pública sobre el movimiento antiglobalización, apuntando aspectos emancipadores y cuestionables del mismo.

Promete que se empleará a fondo, que Gotemburgo no se repetirá en Madrid, Barcelona o Sevilla. La policía española asegura que extremará medidas preventivas para que no se viva semejante algarada en ninguna de las tres cumbres a celebrar en nuestro país, en el primer semestre del 2002, durante la Presidencia de la Unión Europea.
Sin embargo, todo parece indicar que Seattle, Quebec, Davos, Praga, Gotemburgo… son sólo los primeros "rounds" de una batalla que se augura larga. Preocupa a los gobiernos el movimiento antiglobalización, este nuevo fenómeno que se manifiesta como la expresión creciente de un descontento generalizado. Allí donde los estadistas y responsables de las finanzas mundiales se reúnen para perfilar futuro, allí se monta la trifulca mundializada, allí acuden manifestantes procedentes de todos los puntos del planeta. Los más fuertes cordones policiales no pueden con la colorida marabunta que, con razón, no termina de aceptar el actual diseño de la aldea global.
A la vista de las dimensiones que cobra este movimiento tan popular y a la vez controvertido, no está de más dejar caer sobre él una mirada reflexiva. Es preciso evitar enfoques simplistas en pro o a favor. Vivimos en una sociedad de día en día más compleja y complejos son también los movimientos sociales que la animan.
No es fácil encontrar análisis ponderados capaces de observar el polémico fenómeno en su "globalidad", con sus aspectos positivos y con sus aspectos más objetables. Altruismo, frescura, compromiso…, se unen a una cierta desorientación en los objetivos del movimiento y a una imagen algo desacreditada por su connivencia con actitudes violentas

En las siguientes líneas pretendemos contribuir a un debate latente en la opinión pública sobre el movimiento antiglobalización, apuntando aspectos emancipadores y cuestionables del mismo.
1.- Paradójicamente uno de los valores más positivos que encierra es la propia idea de globalización que alega combatir. La lucha por un mundo mejor se universaliza. Del "pensar global y actuar local" de los ochentas, hemos pasado al poder actuar también global en los 2000. Unos y otros padecemos semejantes problemas ahora tenemos la posibilidad de afrontarlos juntos. Uno solo es nuestro planeta, uno solo ha de ser nuestro empeño por hacer de él un hogar digno, libre y justo para todos.
Hasta hace unos años la protesta era doméstica, rara vez se salía de la ciudad para acudir a al "mani" en cartelera. Todavía Internet no nos había sacado de nuestra geografía, no nos había empujado al encuentro con las gentes inquietas de todo el mundo. Hoy las citas reivindicativas se han internacionalizado, fruto del avance de los medios de comunicación y transporte, fruto también del progreso de una conciencia planetaria.
2.- El movimiento antiglobalización denuncia los aspectos más salvajes de un capitalismo también globalizado y por lo tanto fortalecido. Se afianza la ley del más poderoso, a la sazón las grandes compañías multinacionales, en una selva que ya alcanza los confines de la tierra. El aumento de la competitividad, la agudización de la pobreza, el deterioro medioambiental, la infravaloración de los productos primarios del tercer mundo, el abaratamiento y arbitraria movilidad de la mano de obra…, son algunas de las consecuencias de un liberalismo ahora planetarizado, cuya mínima ética sigue brillando por su ausencia.
3.- Nos encontramos ante un movimiento horizontal, espontáneo, creativo y sin cabeza visible. La nuevas tecnologías han democratizado al máximo la protesta. El correo electrónico y las webs son las nuevas y preciadas armas de los activistas del tercer milenio. Posibilitan con el mínimo coste y esfuerzo una conexión inmediata. Las pautas de "unidad de acción" internacional viajan a lomo de veloces "bits". Por el océano de Internet circulan, sin ningún tipo de obstáculos, manifiestos, ensayos, consignas, convocatorias…, información que salta enseguida de un idioma a otro y que se burla de todas la s fronteras.
4.- El movimiento está empujado por un sentimiento altruista y solidario con las poblaciones que más padecen el capitalismo globalizado ya en el tercero, ya en el cuarto mundo.

En el otro lado de la balanza, quisieramo apuntar estos otros aspectos que considero merman el potencial liberador del movimiento:
1.- Abriga una cierta confusión en sus fines. La globalización no es en sí un fenómeno negativo. Todo lo contrario, es quizá uno de los signos más positivos de nuestros tiempos. A la vista están los progresos que la aldea global nos ha proporcionado en el campo cultural, social y político. Por lo demás sólo en un mundo globalizado las naciones se pueden ayudar con eficacia y prontitud, sólo en este marco podemos avanzar en la erradicación del hambre, miseria, epidemias … y hacer frente a los desastres y catástrofes que afectan a un lugar concreto. En este mundo cada día más interconectado podemos igualmente atender a las grandes amenazas que se ciernen sobre la humanidad: desertificación, nuclearización, contaminación, capa de ozono, efecto invernadero…
El problema estriba en las pautas e intereses que se imponen en un mundo de economía también globalizada. El mercado planetario está al día de hoy regido por el valor de lucro y no por la satisfacción de las necesidades de todos. El capitalismo liberal ha ganado terreno para aplicar unas leyes generadoras de injusticias y desigualdades. Sin embargo ello no debiera de llevar a cuestionar el nuevo y ansiado marco global, sino la filosofía económica en él imperante.
Los proteccionismos tienen los días contados. No hay alternativa a la globalización. La mundialización del mercado es un hecho irreversible. Sin embargo la sociedad global no es injusta de por sí, ya lo era antes de globalizarse, sino porque en sus intercambios sigue preponderando el egoísmo humano. Será preciso, por lo tanto, explorar qué política con corazón, qué leyes equilibradoras, qué mecanismos solidarios activar en medio de un planeta sin fronteras económicas.
Hemos ampliado al máximo los límites del mercado. No hay porqué renunciar a tan extensa plaza. Lo que prima es que las relaciones sean justas y equitativas, que el más fuerte no se aproveche del más débil. El mal no está en la esencia de ese mercado global, ni siquiera en la excesiva liberalización del mismo, el mal estriba en el lucrativo uso de tanta libertad, en ese empeño, ahora magnificado, de sacar beneficio a costa de los más desprotegidos.
2.- El fin debe de ir incluido en los medios. Las causas justas tienen que prescindir definitivamente de los adoquines, de la práctica de "asfalto quemado", del cuerpo a cuerpo con la policía. Las causas justas sólo pueden prosperar por sí mismas, es decir por la fuerza de la razón que les asiste y por los medios pacíficos que empleen. Las piedras y cócteles que supuestamente caen sobre la policía, en realidad van a parar a su propio tejado. En su inmensa mayoría el movimiento antiglobalización no respalda la actitud de minorías más extremistas proclives al uso de la violencia. Por ello se hace necesario el control de esos elementos so pena de creciente descrédito de todo el movimiento.
3- Caducaron los tiempos "anti". El tercer milenio con todo su desembarco de nuevas tecnología y posibilidades nos invita más al "pro", a autofacultarnos para diseñar e implementar alternativas a los modelos sociales, políticos y económicos vigentes. El viento termina arrastrando los postulados "anti" que no traen consigo su correspondiente paquete de semillas ("comercio justo", productos y tiendas solidarias, trueque y redes de cooperación, "0’7"…).

A veces la semántica puede acabar despejando algunas de las dudas que nos coloca por delante un debate como éste. Entiendo un mundo globalizado como un mundo por fin unido y hermanado, en el que yo hago mío tus problemas y tus esperanzas, en el que nos trazamos los del Norte y los del Sur un mismo, glorioso y próspero destino.
Ha costado mucho ampliar la plaza, que todos los países tuvieran un hueco en sus soportales. No la derribemos. Sostengamos un mundo global. Fundemos un mercado de intercambio cuyo principal objetivo sea que seis mil millones de humanos coman, se abriguen e instruyan, sin necesidad de salir a la esquina a mendigar.
La gran aldea económica puede ser grande, hermosa. Lo importante es que de vuelta para casa nadie retorne con la cesta vacía, que en todas las mesas haya pan y vino, cuadernos y lápices. La gran aldea puede tener música, color, alegría, pero en la vereda que a ella nos lleva hemos de despojarnos de privilegios, caprichos y necesidades superfluas. La gran aldea puede ser feliz con sólo olvidarnos un poco del "beneficio propio", con sólo empezar a pensar en clave de compartir. ¡Que las crecientes protestas internacionalizadas sirvan para dignificar la vida de todos los humanos, no para clausurar la plaza en la que por fin podemos encontrarnos!

 
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