Periodismo de conciencia | Crónicas de eventos de conciencia (península) | Varios | Viajes espirituales y solidarios

Jardín genovés

Los hechos acontecidos en Génova son buen reflejo de la encrucijada de nuestros días. Lo vivido en la ciudad portuaria italiana nos presenta una oportunidad de captar una radiografía de estos agitados tiempos, en los que muy diferentes fuerzas pujan por el diseño de nuestro mundo global.

A pesar de la sangre vertida, la cita de Génova no ha sido un fracaso, como han apuntado algunos analistas en tono derrotista, ni para los "ocho grandes" reunidos en torno a una mesa acorazada, ni para los muchos miles de "pequeños" concentrados en las calles. Viva permanece una lección de la que todos podemos, al día de hoy, tomar buena nota. Vayan a continuación algunos puntos que pueden servir de base para una reflexión sobre el tema.
o No andan desencaminados quienes equiparan la actual revuelta antiglobalización con la del Mayo del 68. Las dimensiones del movimiento hablan por sí solas. A pesar de las medidas tomadas para impedir la concentración humana, decenas de miles de jóvenes de toda Europa se dieron cita en la histórica ciudad durante la celebración de la cumbre del G8. Desde la legendaria primavera parisina, el viejo continente no había sido azotado por tan fuertes vientos de revuelta. Desde entonces no se había gestado tamaña esperanza de cambio social. Una voluntad decidida de transformar el mundo rebasa las fronteras y se planetariza.

o El movimiento pacífico antiglobalización adquiere una legitimidad ante los más altos mandatarios de la tierra. Algunos de ellos se han manifestado especialmente sensibles a las demanda esgrimidas. Romano Prodi, presidente de la Unión Europea, recibe a militantes antiglobalización. Jacques Chirac echa más que un guiño a los manifestantes pacíficos cuando reconoce públicamente la necesidad de escucharles. Italia condona buena parte de su deuda externa.
Por lo demás, varias son las medidas sociales adoptadas en la reunión de los "ocho grandes": iniciación de un diálogo con la sociedad civil, creación de un fondo mundial para la salud de 240.000 millones de ptas. con la finalidad de combatir el sida, la malaria y la tuberculosis, cancelación parcial de la deuda externa a los 23 países más pobres y la elaboración de un plan de ayuda para Africa. Portavoces de diferentes ONG’s se han apresurado a calificar las resoluciones adoptadas como claramente insuficientes. No les falta razón, sin embargo estos limitados logros son ya, en muy buena medida, un éxito del movimiento. De no haber mediado la presión pacífica en la calle, de no haberse creado y expandido en los últimos años toda una gran corriente de opinión mundial de corte solidario, estas medidas habrían sido aún más escuálidas. Bienvenidas sean pues las primeras victorias de este amplio y plural movimiento planetario.

o Las cifras hablan por sí solas. Mientras que más ciento cincuenta mil manifestantes convocados por el Fondo Social de Génova tomaban la calle el sábado por la tarde en son de paz, con todo su alarde de color y creatividad, cinco mil jóvenes del denominado "Black Block" (bloque negro) convertían al segundo puerto mediterráneo en un campo de batalla.
La semilla del odio restó vigor a la semilla de la esperanza en el asfalto de la ciudad mediterránea. La violencia que se desató al tiempo que conspiraban "los grandes de la tierra" en el blindado "Palacio ducal", volvió a tomar un indebido protagonismo. El movimiento por la globalización alternativa encierra toda la esperanza de un mundo más justo y equitativo, pero a la vez permanece pegado a una sombra amenazante. En Génova no ha conseguido detener la ira de los violentos que medran en sus propias filas. La línea que separa esperanza y caos no podía ser más tenue. Los líderes del movimiento pacífico deberían de hacer un esfuerzo por hacer más nítida esa raya fronteriza.

o Aún a riesgo de que esta afirmación resulte reiterativa, es preciso insistir: la ira jamás transforma el mundo, todo lo contrario lo perpetua. El odio jamás podrá acercar al ser humano hacia mayores cotas de liberación. No se puede luchar por los desheredados de la tierra asaltando tiendas y combatiendo a la policía, no se puede trabajar por un mundo mejor destrozando todo lo que se encuentra al paso.
Urge un debate entre los grupos antiglobalización . Los más nobles movimientos pueden quedar desvirtuados, pueden perder toda su legitimidad cuando por sus venas comienza a deambular a sus anchas el veneno del odio. Las más justas causas pueden desmoronarse cuando son asaltadas por sentimientos de ira.

o Génova no debería cosechar ningún mártir. Dolor sí, pero no exaltación de la víctima. Por muy triste que haya resultado la muerte del joven italiano, Carlo Giuliani, el movimiento antiglobalización no debería tallar la estatua de ningún héroe. No ha habido una exclusiva responsabilidad policial por la sangre vertida. Por muy amargos que fueran estos sucesos, por muy brutal que resultara la actuación de "los carabinieri", sobre todo el sábado noche en el asalto a las escuelas donde descansaban los manifestantes, el movimiento debería de marcar distancia con respecto a la espiral de violencia engendrada y sus agentes.

o Por último un ejercicio de visualización. Sólo imaginemos a los ciento cincuenta mil manifestantes que se han reunido en Génova, rodeando en crepuscular silencio la "zona roja" bunquerizada por las policía italiana. Sólo imaginemos tres días de ayuno de los presentes, sólo imaginemos, buenos pensamientos en sus mentes, cantos de paz en sus labios... Una sentada pacífica de tal magnitud a lo largo de un fin de semana habría cambiado simplemente el curso de la historia. Ya nada sería igual, porque ningún mandatario habría podido eludir tan apabullante reclamo de un mundo diferente.
Estamos en el inicio de una nueva era auspiciada por un macromovimiento planetario en favor de la redistribución de la riqueza, decidido a cambiar las injustas relaciones de comercio y política internacional. Este movimiento carga con ricos bagajes. Hereda los contenidos más emancipadores de la izquierda histórica, de los movimientos sociales en general y se nutre de un inmenso caudal artístico y creativo.
Resta recoger el testigo, hacerse también con el inestimable legado de los movimientos no-violentos de nuestro siglo. Las marchas pacíficas, que en nuestro reciente pasado hicieron temblar los cimientos de los más grandes países e imperios, deberían de ser tan sólo el prólogo de las macroacciones pacíficas por venir en el nuevo milenio. Ghandi y Luter King dejaron más que pistas para que sepamos por dónde y cómo deben de avanzar los movimientos de progreso de nuestros tiempos.
Los poderosos de la tierra parece que emigrarán en su próxima cumbre a las Montañas Rocosas del Cánada, los grandes mercaderes de la OMC se refugiarán junto al desierto, en la ciudad de Qatar el próximo noviembre. Sólo una firme actitud de paz de la militancia alternativa justificará tan lejanos vuelos.

Joaquín Estefanía en el diario "El País" en un reciente artículo sobre el tema, a raíz de los acontecimientos de Barcelona, aludía a las "flores venenosas" que están empañando el breve "curriculum" del movimiento por la globalización alternativa. En la ciudad de Cristobal Colón hemos vuelto a constatar que el jardín era también de lo más variopinto. En realidad esas flores espinosas han crecido en todos los campos de la historia, en todo tipo de terreno y circunstancias.
Me viene a la mente un Manuel Azaña impotente ante las llamas que consumían iglesias, ante los milicianos obsesionados por las monjas y religiosos. ¿Cuántas revoluciones han sido empañadas por una ira incontrolable, cuántas han fracasado sumidas en ciego revanchismo? A estas alturas podemos aprender algo de la lección, podemos tratar de sublimar ese fuego devastador que, en una u otra medida, cada uno de nosotros y nuestras revoluciones albergan.
Seguramente todos hemos abonado con más o menos ciemo esas "flores venenosas". No es fácil apostar por un mundo más justo y solidario, despejando toda rabia hacia quienes se empeñan en postergarlo.
Las flores ponzoñosas crecen fuera, pero algo de su perfume nos baña también por dentro. Es ese dañino efluvio, más que nuestros sobrevalorados adversarios, el que más nos aleja del solar feliz de una nueva tierra. Cuando se apague ese perfume viciado, no crujirán más cristales fuera, cuando calle nuestro desamor interno, construir ese otro mundo dorado será cuestión de cemento rápido y cuatro paletadas.

 
   |<  <<    >>  >|
NUEVO COMENTARIO SERVICIO DE AVISOS

 
  LISTA DE COMENTARIOS