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‘Otro mundo posible’ busca luz y color

Los encuentros de los Foros Sociales representan al día de hoy el escaparate más nutrido de las fuerzas de progreso. En decenas de grandes salas se abren micrófonos para que constructores del nuevo mundo de los más diversos países, compartan sus ideales, sus visiones, sus denuncias y sus propuestas. Las naciones se reúnen y una fuerza especial se deja sentir en tan abigarrada y comprometida presencia, entre tan variada gama de voluntades resueltas para el cambio.

A pesar del mal tiempo que nos acompañó, Londres se convertía durante el largo fin de semana del 15 al 17 de Octubre, en la Meca del nuevo mundo, concitando a más de veinte mil personas de diferentes lenguas, razas y colores. El Foro, al igual que todos los que se vienen celebrando de este género, tanto a nivel continental como mundial, fue un hervidero con cientos de actos, donde bullían a fuego acelerado las inquietudes más dispares. El frío y la fuerte lluvia convertían al Palacio Alexandra, sede principal del evento, en un nido de activistas de la esperanza, volados no sólo del viejo continente, sino de los más lejanos rincones del mundo.

Debajo de la colina del Alexandra, un Londres mudo, algo ausente, extraño a la cita, cubierto de permanentes nubes, pareciera recelar de tantos extranjeros con mochila que se apostaron en sus alturas. El Consorcio de transporte público y el Ayuntamiento no obstante, ofrecieron todo tipo de facilidades, por cierto desafortunadamente criticadas por los sectores más radicales de entre los participantes.

En el antiguo edificio no cabía un alfiler. Desde la mañana, hasta muy entrada la noche se sucedían en multitud de recintos una cantidad ingente de charlas, plenarias, actuaciones artísticas… Las palabras de unos y otros se elevaban desde los espacios delimitados por biombos, voces en inglés, francés, español… destinadas, más pronto que tarde, a cimentar nuevas realidades. Bajo la gigantesca cúpula del Palacio, palabras de paz, esperanza, optimismo… se entrecruzaban con las consignas de combate. Intentábamos pegar el oído a las primeras. No era fácil; la propuesta, la alternativa, se mezclaba incluso desde una misma tribuna, desde un mismo micrófono con la virulencia y el frentismo.

Pudimos constatar una vez más la diferencia ente virulencia y firmeza. La clara y palmaria oposición a la guerra y la injusticia, no tiene porque traducirse en actitudes verbales agresivas. Restan fuerza al argumento. El nuevo mundo avanza conquistando conciencias, no combatiendo personas. La barricada del Alexandra era de altura.

En Londres vimos firmeza, pero también mucha virulencia, muchas palabras de hierro en los diferentes bloques temáticos. Predominaba el patrón frentista de activismo social. Se respiraba un denso aire de combate, suavizado por frescas ráfagas de ONG’s que trabajan en proyectos, grupos alternativos con propuestas creativas, instituciones internacionales de estudio, de ayuda al desarrollo...

En las inmensas salas tapizadas e inundadas de pasquines se percibía la diferencia entre quienes han hecho un esfuerzo en el esbozo de alternativas al sistema imperante y los que se han quedado en la cerril dinámica de acoso y derribo. Se observaba la distancia entre quienes construyen ya otro mundo sin necesidad de tomar al asalto los Palacios de invierno y entre quienes piensan y proclaman que el otro mundo sólo es posible una vez tumbadas las actuales instituciones políticas y económicas. Hay quienes han visto la necesidad de trasformarse a sí mismos para trasformar el mundo y hay quienes prolongan “sine die†ese primer e imprescindible desafío personal.

Hubiéramos querido ver bajo las espléndidas cúpulas de cristal del Palacio Alexandra más color. Había arte pero en su mayoría era un arte alicaído y oscuro. El “otro mundo posible†necesita de otro arte más alegre y luminoso que lo vaya anunciando. Salvo muy honrosas excepciones, las exposiciones que colgaban en el recinto eran bastante lúgubres y sombrías.
En medio de los actos del Foro se manifestaron los sectores más radicales: anarquistas, extremistas de izquierda, punkies… Pisaban con rabia las alfombras, los pasillos que los promotores del gran evento conquistaron para el Foro. Vestidos de un negro sin concesión alguna, avanzaron en bloque por las concurridas salas y corredores del Alexandra. Muchos de ellos con media cara tapada, protestaban por las subvenciones y apoyos recibidos por parte de corporaciones e instituciones. Caminaban con profusión de contundentes gritos, quienes no supieron valorar el trabajo realizado . La organización tuvo sin embargo la generosidad de admitir a ellos y sus protestas. El carácter universal de la convocatoria daba incluso posibilidad de participar a quienes denostaban el evento.

Es preciso hacer valer en el futuro ese carácter abierto, sin embargo el Foro Social tanto europeo, como mundial quizá debería de ser más escrupuloso en la admisión de determinados grupos y movimientos. ¿Tiene derecho la Cuba que mantiene encerrados a decenas de opositores pacíficos por simple delito de opinión a sentar a sus comités de apoyo en el Foro? Este cuestionamiento no implica en absoluto alinearse con los postulados de política exterior de nuestra derecha o del gobierno estadounidense. Es necesaria firmeza para quien conculca, también por el lado de la izquierda, los más elementales de los derechos humanos: los derechos de movimiento y expresión. Los comités de apoyo a la “revolución bolivarianaâ€, la guerrilla armada maoísta de Nepal…, proporcionan igualmente flaco apoyo a la imagen del Foro. Sólo movimientos que profesan una innegable fe democrática, deberían de tener presencia en reuniones como la de Londres, así quedó reflejado en una especie de carta de admisión suscrita en Foro de Porto Alegre.

Somos ya aquí y ahora agentes de ese cambio. El otro mundo es posible sin necesidad de esperar al mañana, en la medida en que nos decidimos ya a inaugurarlo en el espacio que a cada quien nos corresponde. En Londres hemos observado muchas actitudes que más allá de las palabras, en realidad no defendían el nuevo mundo posible, sino el viejo mundo ya archiconocido. Hemos constatado la perpetuación del ayer por medio de la confrontación. La misma protesta gana si se siente inyectada de buenas dosis de argumento e imaginación…, también de compasión. Oponernos con la fuerza de la razón y de la verdad desarma al adversario, combatirlo con la ofensa o la violencia lo rearma. Percibimos como la sola dinámica de pugna anticapitalista, el activismo de pancarta roja y consigna van reduciendo el horizonte, mermando el potencial creativo de la militancia.

La propuesta ha de ganar a la protesta. La denuncia flojea cuando se ve desprovista de ilusión por la alternativa. El viejo mundo con su paradigma de materialismo y violencia, las viejas estructuras no son preciso combatirlas, se desmoronarán en la medida de que poco a poco vayamos conquistando más conciencias, más espacios a favor de la cooperación, del compartir.

No hay globalización a combatir. La mundialización de vínculos y relaciones de todo tipo, que nos van permitiendo alcanzar una conciencia planetaria, representa la mayor revolución de estos y todos los tiempos. No podemos prescindir de ella. No podemos renunciar a los logros conseguidos en nuestra evolución tras el esfuerzo milenario de la humanidad entera de ir derribando fronteras físicas y mentales.

No es posible poner en cuestión la globalización, pues representa flaco servicio a nuestro progreso humano. Se trata además de retroceso imposible. Sin embargo sí objetamos este tipo de globalización. Más en casa, podremos cuestionar la Europa de mercaderes, pero no conviene poner en entredicho el viejo continente unido, ni siquiera su futura constitución, evidentemente siempre mejorable.

A menudo las fuerzas de progreso pierden el imprescindible sentido de la gradualidad. El desafío no estriba en tumbar el mundo global, sino en transformarlo. No habitamos el mundo globalizado de nuestros sueños, pero estamos aún a tiempo de conseguirlo sin necesidad de más combate entre los humanos.

No hay marcha para atrás. No podemos enterrar, cual hachas de un empeño baldío, nuestros teléfonos móviles, nuestros ordenadores…; no podemos poner plomo en las alas de nuestros aviones a reacción. Lo que sí podemos es imaginar este mundo global de otro color, respirando otro aire, dibujando otras ciudades, contemplando otras relaciones…

 
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