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¡Gracias Venezuela!

La realidad social y política cotidiana nos sirve lecciones a granel. No conviene desaprovechar su lectura, pues de ella podemos extraer poderosas claves que nos alumbren en el futuro. Los artesanos del Mañana, los trabajadores de la Luz, no deberíamos obviar las enormes enseñanza que el devenir histórico de la humanidad nos depara en estos acelerados e intensos tiempos.

Venezuela nos acerca estos días una valiosa lección que quisiera explorar con vosotros en estas líneas. ¿Por qué se frustró el sueño de la revolución social y política que apadrinó Hugo Chávez? ¿Por qué cayó por la borda tanta fe y confianza depositada en este caudillo bolivariano? Indudablemente l@s herman@s venezolan@s tienen la palabra. Permitidme, con la humildad que impone la distancia del escenario, avanzar en algunas reflexiones.

Pienso que la gran lección que podemos extraer de la crisis venezolana es que no hay revolución que se pueda soportar fuera, si no viene precedida de una profunda revolución por dentro. Esta consideración bastaría para reafirmarnos en el camino que hemos emprendido los servidores de la humanidad, los constructores de un nuevo mundo, los jardineros de Su Plan, en nuestro empeño de doble transformación personal y colectiva.
¿Cuántos de nosotros no nos hemos visto tentados por los asaltos a los Palacios de Invierno? ¿Cuántos no hemos soñado con esas revoluciones sociales que de un día para otro parecieran querer inaugurar un panorama radicalmente nuevo en nosotros y en nuestro entorno? ¿Cuántos de nuestros compañeros de batallas, mejor o peor encaradas, no quedaron en el camino frustrados viendo como se iba marchitando la rosa roja de la revolución añorada?

A menudo olvidamos que nuestra partida es a largo plazo, que los sueños de dentro y de fuera necesitan su tiempo para madurar y verse definitivamente instalados; a menudo olvidamos que para levantar un reino de hermanos, de profunda alegría y de mutuo compartir, la tarea personal previa que hemos de asumir es ingente. Las realizaciones de fuera siempre serán puro y fiel reflejo de lo que hemos alcanzado por dentro. Los asaltos a los Palacios de Invierno pueden esperar, lo que no puede aguardar es ese vívido anhelo de nuestro alma por elevarse y purificarse.

Venezuela nos enseña estos días que apenas nos sirven las gangas, que no nos valen las revoluciones de un día para otro, que poco hacemos con deslumbrantes globos que se pinchan en cuatro vueltas. Bienvenidos sean los líderes revolucionarios con sincero deseo de transformación social, bienvenidos incluso los caudillos, siempre y cuando hayan recorrido un mínimo de itinerario interno. Los grandes líderes políticos son necesarios mas no basta sólo carisma, discurso seductor ante las masas; no basta manejo de las claves del momento, aparente control del máximo timón, es preciso profunda vocación de servicio e intachable desinterés personal. El trascendental momento que vivimos urge de un liderazgo armado de valores eternos, impulsado por el más puro y genuino amor al pueblo en particular y a la humanidad en general.

Chávez malogró su sueño y la esperanza de cuantos implicó en él. Confundió y mezcló, como tantas veces ha ocurrido a lo largo de la historia, sus propios intereses con los de la nación. Es verdad que no lo tenía fácil, es cierto que legislar a favor de los desfavorecidos, gobernar con la determinación de acabar con la lacra de la corrupción no era un desafío sencillo. Más razón abrigaba sin embargo para estar alerta, para ganarse e implicar a los sectores más antagónicos con el régimen, más razón para gobernar de forma transparente, intachable, firmemente democrática…

El ansia de poder se apoderó de él, malogró sus generosos postulados. El interés por su carrera personal, más que por el destino de la nación pudo con el mandatario populista. El ego de orgullo y poder le jugó una mala pasada. A Chávez le ganó la sombra en algún momento del camino, ésta engulló en muy buena medida sus seguramente sinceros primeros ideales. Entonces se comenzaron a suceder los decisiones improcedentes en contra de la libertad de expresión y de agravamiento de las tensiones en el seno del pueblo venezolano. Entonces comenzó su exhibicionismo a veces sonrojante, sus excesos difícilmente explicables. Todo ello sumado al contexto de una difícil crisis económica, al deterioro de muchas relaciones internacionales, al alimento del espíritu de confrontación y a otras causas externas que aquí sería prodigo apuntar, condujo a una gran crisis de gobernabilidad con el consiguiente golpe del viernes pasado.

Por encima de todo, gracias Venezuela porque, aún con sus cuotas de dolor, ha sabido proporcionarnos a todos una gran lección. Venezuela nos enseña que baldíos son los esfuerzos de transformación social, si estos no van acompañados de una firme resolución de transformación interna. Es una obviedad que las casa sin cimientos se derrumban al primer fuerte viento. Las revoluciones se caen con la misma facilidad, si por lo menos sus líderes no han culminado con éxito su propia revolución, si no han ganado, en buena medida, la batalla a su propia sombra. Las revoluciones se desploman si la acción de sus dirigentes no está regida por el desapego, si su gobernar no está imbuido de un sentimiento primordial de integración de todos los súbditos, de firme voluntad de servicio.

Por lo demás tampoco conviene precipitarnos en juzgar a Chávez, cargar las tintas contra él. No es nuestro cometido, limitémonos a un análisis lo más objetivo y aleccionador posible de la crisis de este país y su desenlace, a la luz de las leyes cósmicas. Al general, le debemos, al fin y al cabo, una, parece ser, genuina voluntad inicial; ante todo le debemos la lección que hemos apuntado y que no convendría desaprovechar.

Los que antes le precedieron quizá no lo hicieron mejor, quizá incluso abusaron más de las arcas públicas de lo que ha hecho este caudillo popular y sus correligionarios. Quienes ahora maldicen en las calles al líder bolivariano mañana pueden subir al poder a otro cantamañanas. Las masas en buena medida inconscientes están sometidas a ese vaivén de la ley del péndulo, pues no tienen conciencia firme, criterios y valores arraigados.

Argentina nos presenta en este sentido un claro ejemplo: un líder detrás de otro proclamando limpiar la corrupción y a la hora de la verdad enfangándose, en buena medida, como anterior. No olvidemos, nadie se sienta por esta afirmación ofendido, que cada pueblo se dota del liderazgo que se merece, de la clase política que su nivel de conciencia alcanza a proveerse. No debemos de conformarnos con la película en blanco y negro, de buenos y malos, que nos sirven muchos medios de comunicación. Si Venezuela llevó al poder al general Chávez es porque estaba harto de todos los políticos corruptos anteriores.

Los artesanos de la luz no debemos dejarnos seducir por los espasmos y las convulsiones del mundo. Jugamos a largo plazo y sabemos que otra suerte de revolución vencerá, no una revolución de papel sostenida por quienes aún no abrigan voluntad de construirse a sí mismos. Vencerá la revolución de los hombres y mujeres que vieron la necesidad de enfrentar la propia sombra, y que saben que de un plumazo podrán borrar después la sombra que se halla fuera. Vencerá sí, la revolución de los hombres y mujeres conscientes de que los mayores cambios y transformaciones han de obrar primero en una geografía interna, para que después florezcan como puro arte de magia en el mundo exterior. Vencerá la revolución del verdadero amor, aquella que gana a uno a uno los corazones, pero que jamás confronta con enemigos, pues simplemente no existen.

El terreno interno que somos llamados a conquistar no obra en los mapas del mundo. No hay atajos en la geografía de los corazones, se nos reclama un alarde de paciente tarea. Jugamos a largo plazo en el seno de un Plan que nos desborda y del que apenas conocemos un esbozo. No por ello merma nuestra voluntad. La tarea que afrontamos aquí en la Tierra es grande, mas no es menor nuestro empeño. Hollamos, con sus inherentes sacrificios, camino de verdadera y perdurable gloria para nuestro planeta.

Estamos siendo aquilatados, estamos siendo probados para ser dignos de la más revolucionaría realidad que jamas pudiéramos llegar a soñar. No soltemos herman@s en la luz, herman@s en el servicio, no nos dejemos seducir por los cantos de sirena de un solo día. El infinito Concierto Cósmico, al que con gozo servimos, nos demanda canciones, partituras de vida eterna… Los hermanos y jerarquías de los planetas y galaxias instalados ya en amor y fraternidad, desean una Tierra regenerada, ascendida, plenamente reincorporada a la Confederación de la Luz; no les hacen mayor ilusión los fuegos de artificio, disparados en medio de convulsos escenarios.

No sabemos de derrotas, no entendemos de revoluciones frustradas, sólo leemos en clave de lecciones. Benditos los que son capaces de lanzar su mirada más allá de las apariencias, los que remontan adversidades y escrutan un prístino claro en la lontananza, una Tierra inaugurada por fin en paz y alegría por los siglos de los siglos.

 
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