A la vuelta lo despellejaron vivo, al igual que la reacción y sus legiones acólitas han intentado siempre acabar con los valientes que han movido la historia. A la vuelta lo injuriaron por su gesta desacostumbrada, por creer en la fuerza arrolladora del diálogo y las palabras. Ojalá muchos polÃticos y analistas, que ahora insultan a este hombre noble y audaz, cruzaran la frontera de su “ojo por ojo…†la frontera de sus miedos, los lÃmites de su ira, de su pequeñez de miras. Hace falta mucha generosidad y coraje, mucha imaginación y voluntad para ganar, que no aplastar, a los violentos, para triunfar ante todo en el campo de sus conciencias, para conquistar sus corazones. La historia la han hecho los hombres y mujeres de visión y esperanza que han cruzado fronteras, aún a riesgo de sus vidas, aún a riesgo de ser quemados ya en la pira medieval, ya en la, no más clemente, plaza mediática de nuestros dÃas. Largo es el asalto a las conciencias más bárbaras y amuralladas de los violentos, mas no hay otro “atajoâ€. Las armas han de defender la vida, mas difÃcilmente escriben punto final. Por eso hay que cruzar una y otra vez las fronteras con los coches llenos de argumentos y razones, una y otra vez a la búsqueda de la mesa definitiva. Nunca pensamos ayer que hoy la palabra y el diálogo pudieran ser tan perseguidos, tan demonizados. Nunca reinó tanta confusión, ni la noche vistió tan fina corbata. Creo en Carod Rovira, en los hombres bravos y altura de miras, que cruzan fronteras, que salvan vidas y poco a poco, pese a viento, calumnia y marea van inaugurando perenne paz. Zubielki 19 de Febrero de 2004 |
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