No hay forma de combatir el avance del principio del compartir. Las creaciones artÃsticas e intelectuales se pueden hoy multiplicar y difundir a bajÃsimos costes. BaldÃos son los frenos al “copy-pasteâ€, a las “tostadorasâ€, al “E-Muleâ€â€¦ Pertenecen a ese plan de cultura y progreso al alcance de todos. Algo desde bien adentro nos empuja a poner a disposición de los demás lo que hemos alcanzado a ver o sentir, aunque sólo sea por el placer de recrear, por la dicha de embellecer el mundo y las mentes, por el simple y a la vez inmenso gusto de enriquecer y aportar algo al prójimo. No es pequeño pago. La piraterÃa no es despiadada cuando el tesoro se socializa y el oro virtual no merma, empero aumenta, al repartirlo. Por eso no acabamos de comprender la manÃa persecutoria de la copia. Es difÃcil entender la nueva Ley de Propiedad Intelectual que nuestro gobierno desea poner en vigor el próximo Julio. El artista debe de comer, pero al mismo tiempo comprender su principal cometido de volcar el alma, de dar lo que ha su vez ha recibido. El artista con la obra rinde cuentas del genio e inspiración otorgadas. El autor merece su cuota, pero se extrema ese empeño por grabar con impuestos todo lo que lleve su nombre. Los compañeros constructores del medioevo, los artistas anónimos del pasado difÃcilmente entenderÃan tanto “flash†encumbrando el ego. Sólo somos intermediarios. En realidad no creamos. Crean a través nuestro. No pintamos, no escribimos, no cantamos…; pintan, escriben, cantan a través nuestro. Nuestras creaciones no tienen dueño. No nos pertenecen. En realidad ya existÃan y no llevaban nuestro nombre. Nosotros nos elevamos a lo más alto de nosotros mismos y entonces ellos, ellas, (dicen que carecen de sexo), bajan a inspirarnos. No sé si llevan alas, pero en el recogimiento silente y puro siembran perfume y esbozan gloria. Ell@s no piden canones. Comparten, sonrÃen y callan. |
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