El discÃpulo avanzado, Nicholas Roerich, la pintó sobre el lienzo, tal como se aprecia en el cuadro, pero nosotros deberemos seguir dibujándola en el tejido más etéreo de nuestra imaginación. Cuando a la belleza se le suma la ternura, el abrigo, la acogida, la pureza... surge la Madonna. La humanidad en su duro progreso ha urgido de la Madonna en todos los tiempos y geografÃas. Las VÃrgenes de todos los lares han representado una invitación a la más elevada mirada, una ventana a la esperanza a menudo entre las rocas de la angustia. Ahora tienen la osadÃa de dejar sus hornacinas, sus altares y caminar junto a nosotros. Bajan de sus rocas, de sus grutas en la historia y se colocan en una sorpresiva e inquietante cercanÃa. El encanto del mundo no se vende por unas gotas de alcohol. Si ella quiere llegar “sola y borracha a casa†se acabará toda la magia, la de ella, la de la pareja, en realidad la de la entera creación. Necesitamos referentes que no se tambaleen en nuestro Ãntimo altar. El Gobierno con sus tristes campañas, con sus eslogans errados nos aleja de la magia. No protestaremos, pero a nosotros nos toca seguir buscando y glosando a la Madonna. Si una noche ella bebe, si ahoga algo en una copa, tiene todo su derecho, pero no lo canta. La “educación de género†de nuestros dÃas no se ha detenido ante la belleza desbordada. No ha respirado ante ella. La ignora a ella y a su misterio insondable. Nos aleja de la Madonna, del sagrado femenino, pero los poetas tenemos la obligación de seguir cantando a las Madres del mundo. Al fin y al cabo Ellas nos han salvado, al fin y al cabo querremos cumplir con nuestra humilde parte, sumar a la salvación de nuestra entera, bendita y querida humanidad. Artaza 6 de Diciembre de 2022 |
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