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“Caravana Arco Iris”, infatigable siembra de alegría y esperanza

Dicen que el Cielo se pinta de Arco Iris cuando los ve pasar con su caravana de sueños. Partieron hace ahora más de cinco años de México y desde entonces no han parado de sembrar ilusión y esperanza en los cientos de barrios, pueblos y poblados indígenas por donde han pasado. Es la “Caravana Arco Iris por la paz”, una leyenda viva, un puñado de hombres y mujeres resueltos a iluminar el horizonte de los desheredados y olvidados de las Américas.

Su líder es Alberto Ruz Buenfil, un soñador impenitente, un viejo y auténtico “hippie” de los que nunca se reciclaron, un líder indomable, un soñador empedernido. Tenía la vida resuelta en la comunidad de Huehuecoyotl (Morelos-México) que él mismo fundó. Tenía su cuota de aventuras y de grandes proyectos sobradamente cumplido. Podía sentarse a ver crecer sus nietos a la puerta de su casa bioclimática en el seno de una de las ecoaldeas más florecientes y vivas de toda América, sin embargo su espíritu poco sedentario, su corazón inquieto le empujaron a enrolarse en otra hazaña única.

Alberto Ruz, un líder incombustible
Algo le empujaba a saltar de nuevo a los caminos en una experiencia sin par, llevando color y arte a todos los rincones de América. No era la primera vez que recorría mundo en furgoneta enarbolando la bandera Arco Iris de paz y hermandad entre los pueblos. Con tres decenas menos de años y un poco más de pelo colgando, había visto la cara de la verdadera aventura junto a sus amigos trotamundos americanos y europeos. Durante los gloriosos finales de los sesenta y los setenta, habían cruzado Europa, Asia y se habían adentrado en África y Oceanía, desbordando toda su creatividad con la caravana que entonces bautizaron como “Jatibaba”. Posteriormente en el año 77 se transformaron en “Los elefantes iluminados” y se lanzaron a recorrer parte de Centroamérica y EEUU hasta los ochenta.
Desde entonces el viejo “subcoyote”, como él mismo se autodenomina, ha participado en otras múltiples iniciativas de cambio y transformación social y personal. A finales de los ochenta y comienzos de los noventa convocó “Consejos de Visiones” en los que confluyeron movimientos alternativos, acuarianos e indígenas de México y EEUU. Durante años ha liderado también el movimiento mundial Rainbow (Arco Iris) y participado activamente en el tejido de la red de ecoaldeas americanas. Entre una y otra florida batalla ha tenido tiempo para sentarse al ordenador y escribir varios libros: “La leyenda del cuarto Mago”, un guión teatral sobre los Reyes Magos y la unión de todas las razas, “Los guerreros del Arco Iris” una descripción de cuantos grupos y movimientos utilizan la enseña arcoírica y “Rainbow, nation without borders” (“Rainbow, una nación sin fronteras”), en buena medida biografía suya y de toda su “tribu”. Para Alberto esta denominación de “tribu” es aplicable a todos los grupos organizados que han adoptado los valores de la cultura del mundo natural, el futuro ecológicamente sustentable y la justicia social para todos.
Completamos esta breve biografía, señalando que en el 92 Alberto estuvo en España, echándole una mano a su viejo amigo Emilio Fiel en aquella multitudinaria gesta de “abrir el corazón de Hispania”, empeño de revitalización de la vieja senda del Camino de Santiago, a decir por estos líderes, uno de los “nadis”(canal sutil de energía telúrica) más poderosos de la anciana Europa.

Una comunidad sobre ruedas
Liora Adler ha acompañado al subcoyote en muchas de esas aventuras a lo largo y ancho del mundo. Esta psicóloga y experta en nutrición, nacida en una kibbutz israelí y crecida en EEUU, está hecha de la misma madera incombustible que su compañero de glorias y fatigas. Colidera la caravana y toma el mando de la misma cuando Alberto tiene que abandonar a la “panda” para atender a alguno de sus compromisos y citas internacionales (En Noviembre del pasado año, el propio presidente de Venezuela, Hugo Chávez, se interesó por su aventura y le llamó a “palacio” en el marco de las jornadas “Dialogo de paz entre Civilizaciones”.)
Aún cuando a este curtido aventurero del espíritu no le faltan desafíos a sus espaldas, nunca había atendido uno de la envergadura del presente. En esta ocasión se trataba de poner ruedas a una ecoaldea, empujar a rodar una comunidad por toda la geografía americana con un doble objetivo. Por una lado deseaban ser “recolectores”, es decir mantenerse receptivos, recoger la sabiduría inmemorial de los pueblos y comunidades con los que entrarían en contacto. Por otro abrigaban la ilusión de “sembradores”, es decir de extender por esas mismas geografías el sueño de una humanidad unida y a la vez diversa, proyectada hacia el futuro de paz y hermandad y a la vez consciente de su pasado. El mensaje acuariano iría aderezado con buenas dosis de alegría y de arte.
A buena fe que lo han conseguido, que han surtido su bagaje de las más variadas herencias culturales, que han encendido multitud de sonrisas entre las gentes y comunidades más postradas. A buena fe que tienen cuerda para encender otras muchas más.
Desde su partida son muchas las selvas, las comunidades, los pueblos y barrios que han visto levantarse su inmensa cúpula de tela donde se ofrecía teatro, diversión, espectáculo, audiovisuales, títeres… Entre los talleres y cursos que han “sembrado” aquí y allá se encuentran los de: permacultura, tecnologías alternativas, “búsqueda de consenso, ecoaldeas, ecoconstrucción…

Carrera de obstáculos
Su singladura de paz les ha hecho hasta el presente recorrer los siguientes países: México, Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua, Costa Rica, Panamá, las islas Kuna Yala, Colombia, Venezuela y Brasil. En estos momentos se hallan en el barrio colonial de Guapulo, vecino a la ciudad de Quito en Ecuador. Gracias a una subvención concedida por la Red de Ecoaldeas de las Américas (ENA), han puesto en marcha un proyecto de capacitación de 140 mujeres indígenas, con el objetivo de prepararlas para que jueguen un papel consciente, más protagonista y menos relegado en el seno de sus comunidades y de su país.
Al día de hoy han rodado decenas de miles de kilómetros desde que dijeron adiós a la comunidad de Huehuecoyotl el 18 de Junio de 1996. Han tenido que afrontar todo tipo de obstáculos, han permanecido durante meses en las geografías más convulsas y violentas, han debido de vérselas con el estómago vacío, clavados en el barro más intransitable en Chiapas o subiendo por la gran sabana venezolana… Su anecdotario de desafíos bien merece un grueso volumen: se han quedado colgados de puentes y precipicios, han perdido los frenos en plena curva andina, han debido cruzar el Caribe entre modernos “piratas”, vérselas en medio de ríos infestados de pirañas con sus viejos y fieles autobuses a bordo de frágiles chalanas, han estado apunto de naufragar en tormentas fluviales, … Han sufrido retenciones en las fronteras por negarles “la mordida” a los funcionarios, han padecido mil y una enfermedades, parásitos, insectos, plagas tropicales y las más fuertes inclemencias de los elementos..., pero en ningún momento se les ha pasado por la cabeza poner de nuevo "proa" a México. Están decididos a cumplir con su objetivo de plantar algún día su bandera multicolor en Tierra de Fuego.
En este apartado de duras pruebas es preciso mencionar su larga estancia en tierras de Colombia. Este país, tan exuberante como convulso, les pasó también su particular factura. Allí han debido presenciar tiroteos, atentados y asesinatos en las calles y poblaciones. Se han visto obligados a superar mentiras, injurias, robos y estafas de todo tipo, incluso amenazas de muerte por parte de los mercenarios paramilitares en las zonas calientes. Ni cortos ni perezosos, se instalaron durante meses en el corazón más “tronador” de América Latina: Medellín. El estallido de las bombas, el repicar de los fusiles, no les hizo desistir de su empeño de anudar “Círculos de paz” por doquier, con la finalidad de contribuir a reconstruir el tejido social roto por la violencia. Protegidos por no se sabe qué valiente corte angelical, formaron esos “aros de hermandad” en las plazas de la ciudad, en los barrios, las escuelas, la selva… Allí dejaron también gente preparada, líderes comprometidos en reafirmar en su entorno una nueva cultura de armonía y sana convivencia.
En todo momento han estado imbuidos de una profunda fe en la providencia. No en vano son guiados por el espíritu civilizador de Quetzalcoatl, la serpiente Arco Iris, símbolo azteca de armonía entre lo terrestre y lo celeste. A lo largo de su itinerario no les han faltado oportunos mecenas, aliados que les han permitido establecer bases en las cuales darse la ducha anhelada, preparar el espectáculo pendiente, escribir y mandar vía Internet el parte destinado a las numerosas gentes que les apoyan a uno y otro lado del Atlántico. En esos campamentos temporales desarrollan todas las actividades que en carretera no pueden afrontar: hacer la colada una y otra vez aplazada, reparar los vehículos, conspirar nuevos proyectos, echar el lazo a nuevos sueños…
Gran parte de su trabajo se desarrolla de forma gratuita. La financiación la encuentran por dos principales canales: por un lado reciben donaciones de particulares y amigos, por otro venden sus espectáculos, cursos o talleres a instituciones que están en condiciones de pagarlos. Esto ocurre en las menos de las ocasiones. Han creado diferentes obras de teatro y animación para sala y calle como “Tiempo de sueños”, “La leyenda del cuarto mago”, “El Caballero de la Armadura Oxidada” y “Vive tu Sueño”.
El número de integrantes de la Caravana es flotante, si bien oscila entre los veinte y los veinticinco. Las puertas están abiertas para esta especie de servicio social de carácter internacional. No obstante las personas que desean integrarse a la expedición, han de pasar un período de prueba hasta ser definitivamente admitidas. Cada uno de los componentes asume responsabilidades específicas. Por lo general se trata de gente bien dotada de recursos artísticos. Ello permite que éstos nuevos voluntarios se integren fácilmente a la intensa marcha de farándula que lleva el grupo.

Pendiente de enrolamiento
El tiempo de permanencia en la expedición varía en función la capacidad de resistencia en medio de tan ajetreado ritmo. Hemos conversado con el soriano Pablo Bedmar, uno de sus más veteranos componentes. Él acostumbra a alternar un año dentro de la Caravana con unos meses en casa, visitando a la familia y trabajando para sacarse unas pelas.
Los nuevos “hippies” han nacido ya con portátil bajo el brazo. Lejos de hacerle ascos a las nuevas tecnologías, han aprendido a exprimirles todo su jugo. Este veterano expedicionario apenas cuenta treinta años, pero es uno de los pilares de la expedición. En su vieja “lap top” nos va mostrando las mil y un instantáneas que dan buena prueba de su glorioso periplo, logradas imágenes que vamos escogiendo para ilustrar estas letras.
Algo se enciende en la mirada de Pablo cuando nos narra las aventuras que han corrido alumbrando paz y nuevos valores en los lugares más insospechados. Este joven alto y delgado, con inconfundibles ojos de idealista, acaricia una y otra vez en su subconsciente la imagen del convoy de autobuses. Cual viejo marinero colmado de tierra firme, tan sólo añora echarse la mochila al hombro, embarcarse en el autobús en forma de mazorca de maíz de granos multicolores y encarar las mil y un sorpresas de una nueva campaña.
Como cantara el inmortal poeta de Alejandría: “Buen viaje a los floridos guerreros que son fieles a su sueño!”, ¡Suerte para los navegantes que izan la hermosa enseña Arco Iris, que son leales al más elevado anhelo de paz y concordia entre las gentes y los pueblos!

 
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