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“Llum de la Selva”, el último Patriarca

Ecologista “avant la lettre”, místico en la pujanza de tiempos seculares, crudívoro cuando los naturistas eran cuatro sin tambor, indio en medio de la espesura de asfalto… no hizo grandes campañas, no acuñó proféticas frases, no promovió innovadoras revoluciones. Se sentó bajo una higuera y allí permaneció durante decenas de años. Nadie osó tocar en Sabadell el “Jardín de la amistad”, que aún en nuestros días perdura.

Nariz de pícaro, mirada de duende, barbas de sabio y corazón adelantado a su tiempo: ciento seis años testimoniando lo que entonces bien pocos alcanzaban a comprender. Ecologista “avant la lettre”, místico en la pujanza de tiempos seculares, crudívoro cuando los naturistas eran cuatro sin tambor, “indio” en medio de la espesura de asfalto…, no hizo grandes campañas, no acuñó proféticas frases, no promovió innovadoras revoluciones. Se sentó bajo una higuera. Allí estuvo durante decenas de años. Un buen día vio aparecer en su horizonte las grúas que le irían acorralando. Nadie osó tocar en Sabadell un “Jardín de la amistad”, que aún en nuestros días perdura. La higuera ha muerto, pero su ejemplo sigue vivo. Un mundo tan acelerado como el nuestro corre el riesgo de perder la memoria. Tan volcados hacia el futuro podemos olvidar con facilidad a los que nos precedieron, a quienes allanaron el presente de pies más hincados en la tierra, de mayor conciencia de lo mistérico y lo trascendente, que ahora disfrutamos. Pocos jóvenes de nuestros días inclinados a la ecología, al naturismo, a la Vida que cada día palpita con más fuerza tras la vida, conocen la historia del Isidre Nadal (Barcelona 1877-La Galera 1983), el abuelo “Llum”, que plantó su ejemplo y su jardín en medio del asfalto de la segunda mitad del siglo pasado.

“Más Allá “ha ido tras sus huellas, ha entrevistado a hombres y mujeres, varios de ellos ya ancianos, que gozaron de su compañía. Lo hemos hecho por el placer de compartir este testimonio con nuestros lectores, por el gozo de contribuir a restituir la memoria histórica de quien tanto amó a la Tierra, de quien tanto animó a explorar su sagrado e insaciable misterio.

“El Jardín de la amistad”

Este lugar en el que el abuelo pasó setenta años de su vida y que se encuentra a las afueras de Sabadell, junto al barrio de Can Rull, no era ningún parque temático, no constituía ninguna compleja instalación de acogida. “El Jardí de la amistat” era un terreno rodeado de avellanos en el que se podía encontrar una rústica cabaña que habitaba él y su compañera, una huerta bastante salvaje por aquello de no controlar en exceso a la naturaleza y campo sin labrar con multitud de árboles diferentes: higueras, almendros, palos santos, olivos, laureles, manzanos… A la entrada destacaba un chumbera de tres metros de alta. Aquello no era siquiera un vergel bien cuidado, sin embargo, desde los años sesenta, el carisma del anciano movía oleadas de gentes inquietas hasta sus puertas.

“Llum de la Selva” (Luz de la Selva) o “Avi Llum”, (Abuelo Luz) como también gustan de evocarlo sus amigos catalanes, era todo un adelantado a su tiempo, uno de esos seres destinados a despejar caminos por donde después transitarán los humanos. El abrió sendas a la vida natural y comunitaria, a un forma de encarnar la espiritualidad de forma espontánea y no circunscrita al dogma.

Como no podía ser de otra forma, su “iluminación” aconteció en plena huerta. Cuando menos se lo esperaba se vio sorprendido por un deslumbramiento interno. Así describió aquel trance: “Sólo fueron unos instantes vibrantes de luz y cuando abrí los ojos, el mundo ya era diferente: los colores más intensos, el aire más limpio y una sensación de alegría me embriagaba totalmente. Me di cuenta de que había comprendido algo muy importante. Entonces sonó una voz dentro de mí: ‘Todavía hay muchas cosas que no sabes. La Luz que acabas de ver, no todos la recibirán. Es la Luz del Padre, el resto es oscuridad…’” Fue entonces cuando decidió llamarse “Llum de la Selva”, porque sus ojos comenzaron a ver “cosas” que antes no había percibido. Podía contemplar, por ejemplo, colores alrededor de la gente y observar como éstos se trasformaban según las personas cambiaban de emoción.

Sólo dejó cartas escritas, nada de manuales, ni libros. Se limitó a vivir de acuerdo a sus profundas convicciones de amor y sumo respeto a la Madre Naturaleza . Los domingos el “Jardín de la amistad” era un hervidero de gente en torno al sabio anciano. Llegaban multitud de jóvenes y mayores de los más diversos orígenes, con el deseo de abrevar en su sencilla y práctica enseñanza. Relajación, charla bajo la higuera y comida campestre, por supuesto vegetariana, constituían el programa de aquellos días festivos que sus amigos recuerdan aún con verdadero candor. Entre los relatos y anécdotas intercalaba trozos de su vida, de su propia biografía que decía “estaba aprendiendo a olvidar”. A los nuevos el anciano les brindaba siempre un particular bautizo, otorgándoles un nombre de flor o árbol. Era su particular forma de “iniciación”.

Llum de la Selva no tenía otra propiedad que su biblioteca. En ella se podían encontrar títulos de Aurobindo, Gandhi, Blavatsky, Krishnamurti… El huerto apenas le daba trabajo pues lo mantenía en un estado semisalvaje, los pájaros y niños del barrio cercano también se nutrían de sus propios cultivos.

A su forma, Llum fue el último patriarca de la era de Piscis, profeta de pocas palabras, pero las suficientes para revelar los tiempos venideros. Ya en los años sesenta hablaba del nacimiento del hombre de la “nueva era”, de la “era de acuario”, una nueva generación de seres más conscientes que poblarían de nuevo la Tierra. A sí mismo se consideraba un “ermitaño cósmico”, el último representante del mundo antiguo.

Isidre Nadal

Con el testimonio de unos y otros amigos del “Avi” de la comarca barcelonesa del Vallés, hemos ido reconstruyendo una biografía, por lo demás no exenta de lagunas e incluso alguna confusión, que el propio Llum optó por mantener.

Los primeros años de su vida representan por ejemplo una incógnita, pues no encontramos consenso total en cuanto a la fecha de su venida al mundo. La mayoría de las informaciones recogidas apuntan, no obstante, a que nació el día de Reyes de 1877. Cuando Llum se refería a su nacimiento, decía que fue abandonado en una cesta, “cual Moisés”, en un oscuro rincón del puerto de Barcelona. Unas monjas recogieron a quien con el paso del tiempo se vendría a llamar Isidre Nadal. Isidre venía por lo de patrón de los labradores y Nadal por el gusto del chaval por la Navidad. Conservó este nombre hasta que se colgó el de “Llum de la Selva”, es decir Luz de la Selva, un nombre más acorde con su vocación de guía y “faro” entre los humanos.

Las religiosas le internaron en un orfanato del que terminó huyendo. A los catorce años se puso a trabajar y enseguida se vio seducido por las corrientes anarcosindicalistas del momento. Hay incluso quien afirma que vivió también su etapa de “petardero” en aquel tiempo convulso y de tantos sobresaltos sociales. Se las ingenió para eludir el servicio militar, cuando la defensa de las colonias se pagaba en sangre y fuego.

Fue seguidor de Ferrer Guardia, sin embargo, con el tiempo, su inclinación por la naturaleza debió de ser más fuerte que por el laicismo y la subversión popular. Pronto retornó a un campo que no abandonaría por el resto de su prolongada vida. Su conocimiento de la naturaleza le debió granjear la confianza de algún potentado payés que lo puso de capataz. Parece que estuvo también al frente de una de las comunidades agrarias que entonces proliferaban. Fue toda su vida un autodidacta, no tuvo acceso a estudios formales, pero a menudo comentaba que su tiempo libre lo dedicaba a la lectura, a menudo a la luz de unas pobres velas.

En los años veinte fundó junto a otros amigos la “Sociedad catalana de naturismo” y colaboró con al revista “Pentalfa”, pionera del movimiento pacifista, ecologista y naturista de nuestro país. Se dice que llegó a mantener también correspondencia con el propio Tolstoi.

Sus prácticas contrastaban con la mentalidad de la época. Cuenta la leyenda que en un periódico catalán de comienzos de siglo apareció con un grupo de amigos en plena estampa nudista, generando el consiguiente escándalo. En más de una ocasión debieron también de salir corriendo, pues las fuerzas puritanas del momento les perseguían a tiros cuando tomaban el sol desnudos. El espíritu libertario lo conservó, de todos modos, a lo largo de toda su vida. El ejemplo más evidente es que nunca tuvo un carnet de identidad en su bolsillo.

Con su compañera Carmen formó un peculiar hogar y se instalaron en su “Jardí” a las afueras Sabadell. Con sus propias manos levantó la cabaña y cultivó la huerta. De ese limitado espacio apenas saldría en setenta años. Durante todo ese tiempo la pareja vivió sin necesidad de apenas nada del exterior, cuál naúfragos en una isla en medio del asfalto. Hicieron muy poco uso de dinero, pues tenían su propia huerta y casi no utilizaban aparatos. No tenían luz eléctrica, no dependían del exterior.

“Nacerán antes las flores”

Pocos años antes de su muerte fue llevado a Tarragona. Su compañera de toda la vida ya había partido y quienes le rodeaban entendieron que necesitaba de cuidado y protección. Dos jóvenes riojanos, que él bautizó como Clavel y Clavelina, le acogieron en su casa cercana a Puebla de la Galera, en la colonia Plana Bella de Tarragona.

Jordi Maluquer vivió muy de cerca la última etapa de Llum. “Este maniquí ya no me sirve” le dijo a este empresario del sector del perfume, el anciano que veía ya cercanos sus últimos días sobre la tierra. Añade este amigo: “Cuando después de la comida se iba a echar la siesta comentaba que iba al ‘ensayo general’. Nos quería decir que dejaba su cuerpo tan sólo un breve rato para después retornar a la vida física.”

Sin embargo el 23 de Diciembre de 1983 Llum no retornó del “ensayo general”, saltó al “plateau” celeste. Dejó definitivamente su anciano vehículo corporal a la edad de 106 años. Tomó su vuelo entre aroma de naranjos hacia un “Jardín” más eterno, por supuesto también de verdaderas y profundas amistades. Con él se encontraba la pareja que le brindó cariño, techo y compañía la última etapa de su rica vida.

Se le enterró como el quería: junto a un ciprés, con una túnica blanca y sin ataúd, “para que las flores nacieran antes”. Cuatro mujeres lo llevaron sobre una plataforma hasta su tumba. Iba tan sólo cubierto por una tela. El entierro fue a la mañana y durante todo el día no paró de pasar gente para despedirle. Una suave música de violín ponía fondo a aquella hermosa imagen, poco funeraria, entre olivos.

Maluquer cuenta también que cuando hicieron las gestiones para enterrarlo en la Colonia Plana Bella de Tarragona, en realidad no encontraron ningún impedimento legal. Al abuelo no se le podía dar de “baja”, pues en realidad nunca se le había dado de “alta”, es decir jamás había figurado en registro alguno. De hecho, cuando le solicitaban un nombre en el momento de consignar alguna de las pocas adquisiciones que realizaron, siempre facilitaba el de su compañera.

Rodeado de ecologistas

Luis Lázaro, una autoridad del movimiento ecologista, estuvo muy cerca del “Llum de la Selva”. De su pluma ha salido un acertado retrato del venerable abuelo: “Así era el padrino. Un hombre, un amante que logró mantener su visión real, frente a un mundo imaginario. Tras los naranjos de su jardín pasaron la I República, la Restauración, Primo de Rivera, la II República, la guerra, Franco, la democracia… La historia fluía sin parar y Llum seguía en su centro” Luis Lázaro vive en Cáceres donde lidera iniciativas en el campo de las energías alternativas y el ambientalismo. Para él Llum representaba un loco solitario que resistió en “una burbuja de luz y de armonía” la terrible tormenta de un siglo lleno de transformaciones. Cuando partió Llum, Clavel y Clavelina, sus anfitriones, comentaron a un joven Lázaro con un mirada de aquellos que han visto y han comprendido: “Ahora ya estamos solos. Ya no hay maestros, sólo quedan guerreros.”

Gracias éste pionero de lo alternativo en nuestro país hemos podido conocer amenas historias sobre su singular vida. En una ocasión los “Mossos d’escuadra” fueron a apresar al abuelo por denuncias de llevar el pelo largo y la barba despuntada. Según llegaban al jardín, Llum les comenzaba a recitar pasajes de la Biblia o lecciones de astronomía. No tenían otro remedio que marcharse por donde habían venido.

En otra ocasión cuando estaba trabajando la tierra se dio cuenta de que alguien alrededor suyo fumaba, era el rector de los escolapios. Para alejarle no se le ocurrió otra cosa que desnudarse y salir corriendo hacia él.

Rodeado de artistas

Visitamos a Floreal Sorriguera y María Dolors Duocastella en la casa de esta última en Tarrasa. Estos dos artistas octogenarios disfrutan con la oportunidad de poder hablar de quien, con tan buenos recuerdos, marcó sus respectivas vidas.

Para este pintor y esta actriz Llum de la Selva era un patriarca en el más elevado de los sentidos: “Tuvo la facultad de armonizar en torno a él a las familias espirituales del momento”. Estos ancianos, que profesan auténtica veneración por aquel ser pequeñito, de voz bajita y cuerpo semidesnudo, nos cuentan que teósofos, espiritistas, seguidores de Krishnamurti, gente de las comunidades del Arca y del Arco Iris, amén de mucha gente que, como ellos, iba por libre, se reunían alrededor del sabio.

Entre las muchas curiosidades que nos comparten, mientras que repasamos las fotos de la época, está la de que andaba con los pies descalzos para no hacer daño a las plantas. Gustaba de aplicarse baños de barro y su espartana dieta no contemplaba más que dos comidas diarias, a base de frutas.

Floreal y María Dolors recuerdan con cariño el tiempo pasado en el “Jardí de la amistat”. La intensidad de su evocación da prueba de la singularidad y carisma de “l’avi”: “No pertenecíamos a ninguna organización pero izábamos una bandera blanca, bandera de la paz y de la amistad”. En el Jardín se promovía también el esperanto como lengua de una humanidad por fin unida.

A lo largo de la charla distendida afloran muchos detalles. “Llum proponía labrar la tierra y comer sólo de los frutos que ella nos proporciona, sin necesidad de aplicarles calor, ni cocinarlos”, nos comparte el veterano pintor. Pero el abuelo no se ataba a la tierra, invitaba también a mirar a las estrellas. Animaba más a un ejercicio de simple admiración y agradecimiento por su fulgor, que a un detallado estudio de sus influencias. Promovía una “astronomía cosmogónica”, en los tiempos en los que la astrología se movía aún en estrechos márgenes de secretismo.

Rodeado de intelectuales

Nos recibe también en su masía de Cabrera de Mar, otro de los más entrañables amigos de Llum, el empresario, periodista y alto cargo cultural de la Generalitat durante muchos años, Jordi Maluquer. Este hombre, que en el año 1976 fundó el periódico el “Avui”, conserva también un grato recuerdo de la compañía del anciano. Este afecto, que ha vencido el tiempo, es buena prueba de cómo Llum supo ganarse a sectores bien diversos de la sociedad catalana y española del momento, tales como artistas e intelectuales y no sólo aquellos empeñados ya en un crecimiento espiritual.

Maluquer fue además el artífice del encuentro con otro gran gigante de aquellos tiempos: el italo-francés Lanza de Vasto, discípulo de Ghandi y fundador de las Comunidades del Arca. El contraste entre ambos patriarcas era quizá una de las claves de su complementaridad y amistad. El uno menudo y de voz limitada, el otro grande y de voz poderosa. El catalán no albergaba un mensaje de transformación a gran escala, no hacía declaraciones elocuentes, predicaba con el ejemplo; mientras que el francés tenía una clara vocación de masas. Lanza de Vasto se pasó varias veces por el Jardín de la amistad. En sus visitas fue labrando un bastón que, cuando lo hubo acabado, entregó solemnemente a Llum.

Entre la multitud de anécdotas que Maluquer guarda en su memoria, está la alusión que Llum hizo de un vegetariano que se las ingeniaba en el Jardín de la amistad para encender su pequeña hoguera en la que cocinar. “Pobrecito es vegetariano. Utiliza el fuego”, comentó irónico el “avi”.

Rodeado de líderes espirituales

La gente de las comunidades del Arco Iris también frecuentaba por aquel entonces al sabio anciano. Su líder Emilio Fiel, (Más Allá nº ) más conocido por Miyo, honra igualmente la memoria del “indígena que se mantuvo fiel a sus principios en medio de la explosión industrial”: “Las ‘colonias naturistas’ que promovía Llum, fueron el germen de las ecoaldeas y comunidades de nuestros días.”

Para el fundador de las primeras comunidades “nueva era” en nuestro país, Llum era un hijo de la Diosa, de la Madre Tierra que les instruyó en la ciencia de vivir de acuerdo a ella sin necesidad de mayores complicaciones: “Él nos devolvió la noción del niño que todos somos”.

El anciano se llegó a vestir de naranja como por aquel entonces acostumbraban los miembros, popularmente conocidos por los “butanitos”, del Arco Iris. Miyo heredó el bastón de Llum de la Selva, que a su vez había recibido de Lanza de Vasto. El se ha encargado de pasearlo con orgullo por todo el mundo, en sus múltiples viajes y peregrinaciones. Gracias a Emilio Fiel han sabido, allende nuestras fronteras, de la vida y testimonio “del último indígena de nuestros tiempos”.

José Tevar fue también un íntimo de Llum de la Selva, pasó tiempo a su vera. Este profesor de yoga y meditación en Sabadell, monje budista y “sadhu”(peregrino) por seis años en la India y Sri Lanka, nos participa de un aspecto desconocido de “avi Llum”: “El era muy discreto a la hora de compartir esto, pero me consta que visualizaba los auras de la gente. Sobre todo se esforzaba en este ejercicio cuando se le acercaba personas nuevas. De esta forma adivinaba su grado evolutivo y el trato que era preciso dispensarle. Nunca sabremos en realidad todos los poderes que albergaba. Por ejemplo, por la forma de las nubes, sabía también del tiempo que iba a hacer en las próximas horas. ”

José conoció al abuelo en el año 1961, cuando éste contaba con la edad de 84 años, sin embargo nos indica que Llum era un poco dado a inflar las cifras de sus años, por lo que es probable que fuera preciso restarle alguno. Con respecto a la espiritualidad que profesaba el abuelo, José afirma que ésta era muy propia y a la vez de carácter universal: “Acogió dentro de sí influencias orientales, por ejemplo creía firmemente en la reencarnación. No obstante su talante anticlerical, se granjeó la amistad de diferentes monjes y religiosos, entre los que destacaban los padres Basilio y Anselmo, benedictinos de Montserrat.”

Sin fuego

El “abuelo selva” declaró en septiembre de 1982 a la revisa “Integral” a propósito de su alimentación: “Dime lo que comes y te diré quien eres. El primer paso es una alimentación natural. Los alimentos naturales crudos limpian la savia de nuestra sangre y entonces recibimos el rocío bienhechor de la salud. Yo jamás cocino con fuego. La fruta es el elemento más elevado que Dios a concedido a los hombres. Es la liberación del hombre de la cocina. Toda otra comida hace que el hombre caiga enfermo, no inmediatamente, pero sí al cabo de los años. Los hombres piensan en estar fuertes, pero existe una alimentación superior que la llamo Natura. Ella hace que me alimente mucho más de los rayos del Sol, que de la comida que como. Por eso, desde los 17 años he comido fruta sin fuego y nunca he estado enfermo”

 
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