Periodismo de conciencia | Crónicas de eventos de conciencia (península) | Varios | Viajes espirituales y solidarios

La partida aplazada de la Doctora

Lista se encuentra para volar quien preparó a tantos hombres y mujeres para su propio vuelo, lista se halla quien parece haber comprendido en su grandiosa y muy exacta medida el sentido último de la vida: estamos aquí para sanarnos unos a otros y a nosotros mismos. No una sanación como en la recuperación física, sino una sanación mucho más profunda. La sanación de nuestros espíritus, de nuestras almas.

Desde hace tiempo añora a la “mariposa” que se eleva libre sobre la tierra y sin embargo a ella no le es aún permitido desprenderse de su cuerpo parcialmente paralítico. Son ya más de siete años los que permanece inválida, retenida en su “crisálida”.

Desde hace tiempo anhela volver a Dios y sin embargo se encuentra atrapada por una enfermedad que aún le impide volar a su antojo. Elisabeth Kübler-Ross, la madre de los moribundos, el amparo de los enfermos terminales, no ha muerto tal como se ha venido difundiendo con insistencia a lo largo de los últimos meses. Se halla ahora ella también acuñando paciencia, forjando aceptación, que no resignación, en espera de su ansiado “turno”. En realidad difícilmente podría morir quien más tierra ha echado sobre el engaño de la muerte.

“La gente hace enormes cambios al final de su vida” dice la gurú de los enfermos terminales. ¿Pero cuál es en realidad la metamorfosis que ha operado en ella la vivencia de su “recta final”? Por de pronto, la mujer rebelde por excelencia se muestra airada por el atrasamiento “sine die” de su “turno”, por la “mariposa” que no despliega sus alas, por un tránsito que se demora más de lo previsto.

Lleva años agotando los últimos latidos, pero aún resuena la vida física en su cuerpo agotado. Desconocemos cuándo saltará la noticia del tránsito de esta mujer excepcional, pero mientras tanto nos sigue revelando sus experiencias desde la “última hora”. “Lecciones de vida” (Luciérnaga. Diciembre del 2001), es su última entrega cargada de testimonios de esperanza, entre los que incluye vivencias de su actual estado de postración. Se trata de un libro escrito junto a su amigo David Kessler y que recientemente ha visto la luz en nuestro país.

La doctora Kübler-Ross suspira por volver a Dios “que es un lugar donde jamás estamos solos, donde continuamos creciendo espiritualmente, cantando y bailando, donde estamos con nuestros seres queridos, rodeados por un amor que es imposible imaginar”, sin embargo aún le retiene algún pendiente. Esta mujer todo vitalidad, todo nervio cursa aún su última y siempre postergada lección de la quietud y la contemplación: ”Dios es muy perspicaz: mi cabeza no se vio afectada por los ataques. No puedo usar la pierna y brazo izquierdos, pero puedo hablar y pensar. En este tipo de padecimientos, la gente suele quedar con todo el lado izquierdo afectado, incluida la capacidad de hablar bien. Pero eso no me ocurrió a mí: del cuello para arriba estoy completamente intacta y bien, aunque todo el lado izquierdo de mi cuerpo está paralizado, y por eso califico de paradójico mi ataque.”

Quien recorrió los cinco continentes en frenética actividad anunciando que la muerte no existe, limita ahora sus movimientos al paso de la cama a la silla de ruedas y viceversa. Paradojas de la vida; la que hubiera deseado convertirse en “mariposa”, hacer su tránsito al haber tenido que detener su actividad profesional, se pasa el día en obligada contemplación tumbada a la vera de la ventana. “Supongo que es apropiado que, después de haber asistido a tantos moribundos, disponga de tiempo para reflexionar sobre la muerte, ahora que la que tengo delante es la mía propia” afirma con pocas dosis de resignación.

Su rebeldía es grande. En el epílogo de la “Rueda de la Vida” (Ediciones “B”) se queja de que necesitaba atención las veinticuatro horas al día, se lamentaba de un timbre que sonaba y ella no podía atender, de la falta absoluta de intimidad… En “Lecciones de vida” establece la gráfica metáfora a propósito de su situación actual: “Me siento como un avión abandonado en una pista de despegue. Preferiría volver al hangar, es decir mejorar, o despegar por fin. Si pudiera elegir, viviría, pero eso significaría volver a caminar, ser capaz de trabajar mi jardín, ser capaz de hacer las cosas que me encanta hacer. Si voy a seguir viva, quiero vivir”.

A la vera de la ventana

“Hemos pedido a los moribundos que sean nuestros maestros porque no podemos exprimentar con la muerte o experimentarla anticipadamente. Debemos confiar en aquellos que se han enfrentado a enfermedades terminales para que sean nuestros instructores”, afirma E.K-R. en el epílogo de su última obra. Hela ahí pues, convertida en su propia maestra, investigando su propio “tramo final”. Hela ahí, a la que a tantos moribundos acompañó hacia su tránsito, postrada en la cama aguardando también, como todo “mortal”, su turno de barca hacia la “otra orilla.”

La doctora Ross no ha muerto, tal como se ha extendido a la vista de su prolongado silencio. En realidad la madre de los moribundos no morirá nunca. Esa es su principal lección. Si muriera sus libros, su mensaje, su testimonio caducaría, mas vive ella y vive su legado, su susurro, traducido a innumerables idiomas, de que la vida, en realidad, no se acaba nunca. Esta doctora en medicina, galardonada con 28 “honoris causa”, con más de treinta años acompañando en el momento de la muerte a miles de personas y autora entre otras joyas de “La muerte un amanecer” (Luciérnaga 1989), atraviesa su particular noche en forma de parálisis como resultado de un infarto, transita su última prueba en esta etapa suya camino de infinitos.

Mientras tanto apura el limitado margen de entrega que le permite la enfermedad: “Sigo alimentado a doscientos pájaros desde mi ventana y a catorce coyotes y zorros”, comenta en una breve carta abierta que dio a conocer hace unos meses. Mientras tanto deleita su mirada con ramos que le llegan de todas las partes del mundo y se manifiesta agradecida por la vida pues: “Primero, puedo comer todo lo que deseo. Segundo, puedo bañarme sola. Tercero, tengo amigos y vecinos a los que puedo llamar en caso de urgencia. Cuarto, puedo también continuar con los tratamientos semanales que me permiten andar en el agua, que no sobre el agua… (esto tendrá que esperar a mi transición), cosa por la que estoy rogando.”

En el año 95 pidió a sus amigos y lectores de todo el mundo que oraran para poder tener un tránsito pacífico “en el proceso de pasar de crisálida a mariposa”. Sin embargo, experimentó una mejoría y el salto se demora: “Pasé varios años a las puertas de la muerte. A veces pensaba que ésta vendría en unas pocas semanas. Otras muchas me sentía defraudada de que no ocurriera, porque estaba preparada. Pero no he muerto porque sigo aprendiendo las lecciones de la vida, mis últimas lecciones” afirma en el prólogo de “Lecciones de vida”.

Lista se encuentra para volar quien preparó a tantos hombres y mujeres para su propio vuelo, lista se halla quien parece haber comprendido en su grandiosa y muy exacta medida el sentido último de la vida: “Estamos aquí para sanarnos unos a otros y a nosotros mismos. No una sanación como en la recuperación física, sino una sanación mucho más profunda. La sanación de nuestros espíritus, de nuestras almas.”

Intensa rueda de la vida

“Hay muchas personas que han existido, pero realmente nunca vivieron. Gastaron cantidades inmensas de energía en mantener ocultos sus asuntos inacabados”, afirma la doctora. Muy probablemente no sea ese su caso. Quien explore la “Rueda de la vida”, su apasionada y apasionante biografía, hallará un entusiasmo inquebrantable en cada uno de su capítulos. Aquel bebé que apenas pesaba un kilo en el momento del nacimiento, haría más tarde tronar el mundo.

E.K-R. se tomó en serio aquella celebre frase de Hellen Keller, “La vida es un audaz aventura, o no es nada”, si no habrá que ver a la muchacha suiza viajando por la Europa de la postguerra con su botiquín en la mano acercándose al mayor números de heridas. Habrá que seguirla en los EEUU viviendo el día a día con los enfermos esquizofrénicos que gracias a ella retornarían a la vida normal. Habrá que observarla preocupada por una digna estancia hospitalaria para los más desheredados, construyendo, contra viento y marea, ranchos para procurar a los enfermos de SIDA un espacio hermoso donde apurar sus días. Habrá que contemplarla una y otra vez traspasando la línea de demarcación de lo que se considera explorable, desafiando al “stablissement” médico, receloso siempre de su “integridad científica”, de sus prácticas médicas poco ortodoxas.

A pesar de las manifestaciones de hostilidad recibidas, continuó con coraje hasta que el cuerpo se lo permitió, relatando los resultados de sus investigaciones. Tal como afirma de sí misma, pasó la mayor parte de su vida luchando contra las fuerzas, tamaño Goliat, de la ignorancia y el miedo. Pero sobre todo, si queremos captar la instantánea más representativa de su intenso y vital itinerario, habrá que observarla donde pasó más horas, a pie de cama, volcando toda su ternura sobre el enfermo. La eterna rebelde se desbordaba en dulzura en el momento del consuelo para con el niño con cáncer, el joven con SIDA, o el anciano aquejado por el peso de toda una vida.

Magda Catalá, profesora de la Universidad Pompeu Fabra, afirma a propósito de Kübler-Ross. “El amor y la dedicación de esta mujer excepcional permite que hoy muchos médicos, enfermeras y personas del mundo, estén científicamente preparadas para entender, acompañar y ayudar a cualquier ser humano en los difíciles momentos que anteceden a su muerte, así como para comprender y consolar efectivamente a las personas que sufren la pérdida de seres queridos”.

Asuntos pendientes

Acurrucada en su lecho, la doctora activa la “moviola” sobre su vida ancha y prodiga en inquietud exploradora, en valientes gestos de servicio. Lo ha repetido hasta la saciedad en conferencias y libros: “En la vida después de la muerte, todos escuchan la misma pregunta: ¿Cuánto servicio has prestado? ¿Has hecho algo para ayudar?”

Se ve que a ella le inquietaba llegar de vacío a la otra orilla, que le preocupaba no cosechar en la gran medida que se sentía capaz. Por eso y aunque hubo de recoger grandes honores de prestigiosas instituciones, se preocupó por hacer acopio de los pequeños, los diarios, los verdaderos reconocimientos. A ella le colmaban aquellos que obtenía en silencio, junto a las cabeceras de sus enfermos.

En el epílogo de la biografía que escribió en Enero del 97 alude una vez más a la muerte como una experiencia maravillosa, pero se lamenta de que su proceso se prolongue. Desde entonces han pasado cinco años. ¿Cual es la vivencia que le quedaba pendiente a la doctora para prolongar por tanto tiempo su agonía? Con esta pregunta en la boca me acerco a Pilar Basté, fundadora de la editorial “Luciérnaga” y amiga personal de Elisabeth. Nadie como ella en nuestro país ha tenido la oportunidad de acercarse tanto a la mundialmente conocida doctora suiza. No en vano la editorial catalana nació con la finalidad de dar a la luz la obra de E.K-R. y bajo su marca han aparecido la inmensa mayoría de sus títulos.

Pilar no duda a propósito de su última y decisiva lección: “La que tanto había dado, tenía que aprender a recibir”. Parece ser que esto es lo que más le costaba, por eso le han debido dejar ahí, postrada en la cama, suspendida entre la vida y lo que llaman muerte para dejarse ser el objeto de las mil y un atenciones y así aprender a amar recibiendo, de esa forma que ella aún no había experimentado.

“La mujer entregada por entero al prójimo debía de permitir que el prójimo también cuidara de ella, nos comparte Pilar, y así cerrar círculo de dar y recibir, y así saltar al ‘amanecer’ con la lección entera cumplida”. La propia doctora es consciente de la necesidad del proceso que actualmente atraviesa. Así lo refleja en su última obra: “Ahora ésta es mi lección: aprender a recibir amor y cuidados, a ser alimentada en vez de alimentar. Comprendí que tenía un muro de piedra en torno al corazón. Su finalidad era protegerme del dolor, pero también ha dejado fuera el amor.”

E.K-R ha reflexionado mucho en su obra sobre los “asuntos inacabados”, los defectos que no conseguimos fulminar en el interior de nosotros mismos: “Hay tantas lecciones que aprender en la vida que es imposible asimilarlas todas en el transcurso de una sola existencia. Cuantas más lecciones aprendemos, más asuntos acabamos, y vivimos más plenamente, vivimos realmente la vida. Y sin importar en qué momento morimos podemos decir ‘¡Dios, he vivido!’”.

No sabemos los “asuntos incabados” que afronta E.K-R., hasta qué punto le escuecen los “pendientes” no debidamente abordados, pero nos consta que el otro platillo, el de los grandes gestos y obras, le desborda. Ha sabido aplicarse a sí misma ese otro cuento que pregonaba sin cesar: “Es muy importante que hagáis lo que de verdad os guste…, sólo así podréis bendecir la vida cuando la muerte esté cerca”.

Vísperas del aleteo

Kübler-Ross afirma sin rubor que desde hace cinco años está deseando pasar al otro lado. Se hace consciente de que es precisamente su rebeldía la que la ata a la tierra, conoce bien las causas que prolongan su estado: “Según mi Conciencia Cósmica, sé que si dejara de sentirme amargada, furiosa y resentida por mi estado y dijera ‘sí’ a este ‘final de mi vida’, podría despegar, vivir en un lugar mejor y llevar una vida mejor. Pero, puesto que soy muy tozuda y desafiante, tengo que aprender mis últimas lecciones de modo difícil. Igual que todos los demás”.

El que la doctora anhele su final físico, no quiere decir que haya olvidado el significado de un dolor que tantas veces y con tanta experiencia y tacto supo amortiguar: “A pesar de todo mi sufrimiento continúo oponiéndome a Kevorkian, que quita prematuramente la vida a las personas por el simple motivo de que sienten mucho dolor o molestias. No comprende que al hacerlo impide que las personas aprendan las lecciones, cualesquiera que éstas sean, que necesitan aprender antes de marcharse”.

Su proceso “final”, no por doloroso deja de ser consciente: “En estos momentos estoy aprendiendo la paciencia y la sumisión. Por difíciles que sean estas lecciones, sé que el Ser Supremo tiene un plan. Sé que en su plan consta el momento correcto para que yo abandone mi cuerpo como la mariposa abandona su capullo”.

Adelantándose a los acontecimientos ella ya tiene planeado su futuro: “De todas partes del mundo vendrán mis familiares y amigos, atravesarán en coche el desierto hasta llegar a un diminuto letrero blanco que, clavado en el camino de tierra, reza “Elisabeth” y continuarán su camino hasta detenerse ante el ‘tipi’ indio y la bandera suiza que ondea en lo alto de mi casa de Scottsdale. Algunos estarán tristes, otros sabrán lo aliviada y feliz que estoy por fin. Comerán, contarán historias, reirán, llorarán, y en algún momento soltarán muchos globos llenos de helio que se parecerán a E. T. Lógicamente yo estaré muerta.”

Dicen que la humanidad no había tenido ocasión de saber tanto de la muerte y de la vida después de la muerte, de la manera en que hoy gracias a Elisabeth Kübler-Ross. Aún siendo crucial su labor de desentrañamiento del misterio de los misterios, aún siendo capitales las claves que ella ha proporcionado para aligerar el miedo de los miedos, se impone subrayar su faceta humana por encima de la intelectual, su determinación para haber encarnado el testimonio de amor que pregona.

Sanó porque puso alma y corazón a su conocimiento. No en balde ella misma reiteró, una y otra vez, que las mayores satisfacciones en la vida provienen de abrir el corazón a las personas necesitadas, la mayor felicidad consiste en ayudar a los demás. Magada Catalá, en referencia a la doctora, habla de un amor más allá de lo razonable y lo conveniente, “un amor que trasciende los límites de la propia muerte y, en aras de la Verdadera Vida, se desborda”.

¿Cuando conquistará E.K-R. ese vuelo tan añorado como bien ganado? A sí misma se responde: “Seguir viva, significa que aún tengo lecciones que aprender”. El sufrimiento que en estos momentos le aqueja, no es fruto de un azar sin sentido. Ella lo sabe bien: “Nuestra única finalidad en la vida es crecer espiritualmente. La casualidad no existe”.

En su prolongada actividad de conferenciante, Kübler-Roos ha reunido toda una colección de frases llave, de historias y testimonios esclarecedores. Una de esas expresiones brillantes decía que si cubrimos el Gran Cañón del Colorado para protegerlo de las tempestades, no veremos nunca la bella forma de sus rocas. Fuertes vientos apuntan al frágil cuerpo de la doctora en estos días. Desde estas líneas todo el ánimo y la fe a la mujer que tanto coraje y esperanza sembró y sigue sembrando a lo largo y ancho de nuestro mundo.

Una y miles de veces la doctora trasmitió a sus enfermos y moribundos que tenían la fuerza suficiente como para poder afrontar su sufrimiento y agonía. Una y otra vez les trasmitió que nunca se nos da más de lo que podemos aguantar. ¡Qué la fuerza acompañe en su propio reto a quien logró acallar tantos dolores y agonías ajenas!

“Shanti Nilaya”

En la quizá más importante experiencia mística que vivió la doctora, afirma que se fundió con la energía espiritual, fuente de toda luz y le fueron reveladas dos palabras claves en sánscrito que decían “Shanti Nilaya”. Estas palabras eran para ella como un tesoro y las tradujo por “puerto de paz”, es decir la casa a la que volveremos un día después de atravesar nuestras angustias y sufrimientos, “después de haber aprendido a desembarazarnos de todo lo sobrante y ser lo que el Creador ha querido que seamos: seres que han comprendido que el amor verdadero no es posesivo y no ponen condiciones con el ‘si'…”

Estos días la doctora debe de estar particularmente entretenida esbozando su hogar celeste, su particular trozo de cielo. Dice que lo adorna aquí y allá con las flores de las altas montañas suizas. Seguramente azota también su íntimo edén con los rigurosos vientos de los Alpes, al igual que lo hizo con las cumbres de su propia vida. Cada quien dibuja y labra su territorio celeste, su “Shanti Nilaya”.

¡Qué se eleve alto su merecido paraíso! Desde estas líneas lanzamos nuestros rayos agradecidos sobre ese paisaje de ensueño, de pura y perpetua nieve que Kübler-Ross esculpe con su anhelante y profunda mirada interna.

Testamento de quien nunca creyó en la muerte

La verdad de la doctora Ross se haya por encima de las religiones y de las coyunturas de un tiempo determinado, de una geografía. He aquí algunos retazos de esa verdad extraída de sus libros traducidos a decenas de idiomas, pinceladas de esa certidumbre que ha sido capaz de resucitar a miles de personas que comenzaban también a “morir” un poco con la partida de seres queridos:

- Nada de lo que nos ocurre es negativo. Todo sufrimiento puede generar crecimiento.
- Todas las personas procedemos de la misma fuente y regresamos a esa misma fuente.
- Todos hemos de aprender a amar y a ser amados incondicionalmente.
- Todas las penurias que se sufren en la vida, todas las tribulaciones y pesadillas, todas las cosas que podríamos considerar castigos de Dios, son en realidad regalos. Son la oportunidad para crecer, que es la única finalidad de la vida.
- La vida en el cuerpo físico representa sólo una pequeña parte de la existencia real.
- No se puede sanar al mundo sin sanarse primero a sí mismo.
- Si estamos dispuestos para las experiencias espirituales y no tenemos miedo, las tendremos, sin necesidad de un gurú o un maestro que nos diga cómo hacerlo.
- Cuando nacimos de la fuente a la que yo llamo Dios, fuimos dotados de una faceta de la divinidad; eso es lo que nos da el conocimiento de nuestra inmortalidad.
- Debemos vivir hasta morir. Nadie muere solo
- Todos somos amados con un amor que trasciende la comprensión. Todos somos bendecidos y guiados.
- Al final de nuestros días vamos a bendecir nuestra vida porque hemos hecho lo que vinimos a hacer.
- La lección más difícil de aprender es el amor incondicional.
- Morir no es algo que haya que temer; puede ser la experiencia más maravillosa de la vida: todo depende de cómo hayamos vivido.
- La muerte es sólo una transición de esta vida a otra existencia en la cual ya no hay dolor ni angustias.
- Todo es soportable cuando hay amor, es lo único que vive eternamente
- Mi deseo es que usted trate de dar más amor a más personas.

Grupos de apoyo al duelo - E.K-R

Los libros y testimonio de E.K-R han contribuido notablemente a que cada vez haya más personas que creen con certeza que después de abandonar el cuerpo físico nos espera otra vida. Gran cantidad de seres sumidos en la más profunda aflicción por la pérdida de un familiar querido, han visto penetrar en ellos un rayo de esperanza con la simple lectura de alguno de los libros de la doctora. Fue tal el poder movilizador de estos libros que en diferentes ciudades españolas a comienzos de los noventa se comenzaron a constituir “Los grupos de apoyo al duelo”, también denominados de “Grupos de apoyo E.K.R”. Los dos más importantes grupos se hallan en Madrid y Barcelona, pero también se pueden encontrar en las ciudades de Alicante, Bilbao, Gerona y Lérida Se reúnen con asiduidad en un local, o en un domicilio particular, leen y estudian los textos de la doctora y entre una y otra mutua confesión de aliento, van pasando el peor trago de su vida.

Estos grupos también se han visto animados por las diferentes visitas de la doctora a nuestro país. Neus Chordá, de ediciones Luciérnaga, evoca con candor las visitas de E.K-R. hacía a Barcelona, la primera de ellas en 1992. En el libro “Conferencias. Morir es de vital importancia” se puede encontrar la transcripción de la conferencia que impartió en el Aula Magna de la Facultad de Biología el 11 de noviembre del citado año.

Neus nos comparte que los aforos siempre quedaban pequeños para acoger a los miles de personas que querían escuchar a la doctora más popular del mundo. Llegaba con sonrisa en la mirada y cigarro en la boca, rompiendo esquemas donde los hubiera, trasmitiendo su calor humano, su irrefrenables ganas de compartir experiencias vitales.

Fruto de la experiencia de estos grupos nació un libro que lleva por título: “Tras los pasos de Elisabeth Kübler-Ross.” (Luciérnaga, 2000). En él se abordan los testimonios de personas que perdieron a seres queridos y que trabajaron su duelo en el Grupo de Apoyo de Barcelona. En todos los casos, los protagonistas se sobrepusieron a la tragedia. Esa victoria tenía mucho que ver con la fuerza y la fe contagiadas por la doctora.

Uno de los libros más valorados en estos grupos es “Vivir hasta despedirnos”. En él la doctora invita a aceptar esa situación en la que una persona cercana debe irse. Nos anima a que, en el espacio de tiempo que disponemos junto a ella, le acompañemos con paz y sin miedo, pues es la mayor muestra de amor con la que le podemos corresponder.

Más información de los “Grupos de apoyo al duelo” en telfs: 93- 217.11.50 y 91-549.47.56

Nunca

Son las últimas palabras de su último libro. Quizá “nunca” más escriba cosas tan esperanzadoras y liberadoras, quizá “nunca” nos deleite con nuevas y reveladoras enseñanzas. Atrapamos, congelamos estas palabras, con el compromiso de “nunca” olvidar su liberador aroma:

“Hay un refrán que expresa que, cada vez que un niño nace, Dios ha decidido darle al mundo una nueva oportunidad. Del mismo modo, cada día que despiertas, te han regalado un día más para experimentar la vida. ¿Cuál fue la última vez que experimentaste plenamente un nuevo día?

No tendrás otra vida como ésta. Nunca volverás a desempeñar este papel y experimentar esta vida tal como se te ha dado. Nunca volverás a experimentar el mundo como en esta vida, en esta serie de circunstancias concretas, con estos padres, hijos y familia. Nunca tendrás los mismos amigos otra vez. Nunca experimentarás de nuevo la tierra en este tiempo con todas sus maravillas. No esperes para echar una última mirada al océano, al cielo, las estrellas, o a un ser querido. Ve a verlo ahora.” E.K-R.

Zubielki Marzo del 2003

 
   |<  <<    >>  >|
NUEVO COMENTARIO SERVICIO DE AVISOS

 
  LISTA DE COMENTARIOS