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El laurel reverdecido

En 1321 fue conducido a la hoguera en Villerouge-Termenès el último cátaro conocido, Guillermo Bélibaste. Dice la leyenda que esta postrera víctima de la barbarie que pretendió exterminar a los “bones homes”, espetó con fuerza a sus verdugos en la lengua de “Oc”: “Al cap de set cents ans, verdegeo le laurel”, es decir que el laurel, símbolo solar y occitano, volvería a verdear después de setecientos años… El resurgir de lo cátaro en nuestros días habría dado la razón a la profecía del sentenciado.

Teóricamente el catarismo se habría extinguido, pero cómo explicar, tal como apunta Jean Cluade Genel, que el corazón de los occitanos lata más deprisa cuando se nombra la palabra “cátaro”. El fuego no pudo con lo que ahora habita, no ya sólo en el alma de un pueblo, sino de tantos místicos y buscadores repartidos por todo el globo. Poco pudieron las llamas con tan extraordinario testimonio de servicio desinteresado y pureza. Los cátaros no eran en realidad sólo un grupo humano, sino que representaban el germen de una humanidad libre de tiranías y con anhelo de comunión con lo absoluto.

Sólo ese testimonio de hombres y mujeres serenos caminando con cantos espirituales en los labios hacia las llamas es capaz de atravesar los siglos, sólo la heroicidad de esos “Perfectos” condenados a muerte por el único “delito” de haber encarnado en la tierra pureza y fraternidad, es capaz de horadar la historia y presentarse en nuestros días con toda su pujanza.

El fuego no fue nada. Las llamas justo acabaron con los cuerpos. Pírrica “victoria”, poco pudo la ira de las llamas, poco pudieron las hogueras con las que París y Roma pretendieron acabar con estos hombres y mujeres imbuidos de una fuerza superior. Tan sólo quemaron físicas envolturas, el espíritu de los “catharoi” (en griego “los puros”) sigue hoy más vivo que nunca. En el presente artículo damos cuenta de ello.

Breve ensayo
¿Por qué resuena con tanta fuerza el eco de los cátaros en nuestros días: por la pureza que testimoniaron o por la hoguera a la que sin pestañear se dirigieron; por el modo de vida excelso que encarnaron o por el fuego que en vano pretendió borrarlos de la historia? ¿Representa el resurgir de los cátaros el afloramiento de una heterodoxia más, o su encarnación genuina del principio crístico de amor universal, les convierte en justos depositarios de la esperanza de un mundo más fraterno?

En la hora en que florecen los más variados caminos espirituales hasta hora ocultos, la “herejía de los Perfectos” se hace particularmente seductora, pues lejos de intentar implantar un nuevo credo, se esforzaron en ser ejemplos de auténtico e incondicional amor.

La humanidad aún no estaba preparada para afinarse en la vibración que expandieron. Los cátaros lo intentaron, pero hubieron de retirarse, aceptaron sacrificarse para siglos más tarde, hoy, resurgir con una fuerza inusitada. Dejaron la impronta de su gloria grabada en las piedras de los castillos que los albergaron, en las grutas que acogieron sus cantos y oraciones, en los campos en los que vertieron su sudor junto a los campesinos, en los caminos en los que dejaron sus huellas de santos…

Ellos sabían que su aparición en el medioevo era tan sólo un ensayo. Debían de salir a la escena de la vida en el Sur de Francia para después ocultarse. Pero el laurel de Guillermo Bélibaste ha reverdecido, han sido más de setecientos años entre bambalinas, pero ya están aquí. Son otros pero a la vez son los mismos. No se nos ocurra buscarlos por las túnicas blancas de áspera lana. Los encontraremos en aquellos capaces de testimoniar en sus vidas un amor fraterno, en quienes alientan la religión universal del espíritu, por encima de la religiones y divisiones humanas del pasado.

Inútiles llamas
Ahora es el tiempo esperado en que lo cátaro vuelve a florecer. Se escondieron entre llamas para manifestarse hoy de forma más abierta, menos clandestina.

Podemos constatar que no sólo en Occitania, el país de Oc, no sólo en el Sur de Francia sino en todo el mundo, el catarismo representa una fuerza incontenible. No un catarismo de archivos, almenas y nostalgias, sino el catarismo entendido como la atracción por el ejemplo excelso de estos hombres, el interés por los principios de fraterno amor y esmerada pureza que ellos encarnaron.

Los cátaros, sobre todo los llamados “Perfectos” que gozaban ya de un grado de iniciación, sabían ya con anterioridad el fin que les aguardaba en su misión. Sabían que debían de seguir los pasos de Cristo y ofrendar su vida tal como el Maestro Jesús lo había hecho en favor de la humanidad y bebieron sin dudarlo de ese cáliz del sacrificio con ejemplar obediencia e infinita entrega. Sabían que serían abono de esa semilla crística, nexo con el pasado excelso de Jesús de Nazaret; sabían que una hoguera de fuego, ignorancia e incomprensión les aguardaba al final de su camino en la tierra y aún y con todo no dudaron, jamás se revelaron ante su, aparentemente, fatal destino.

Tesis como ésta es defendida por autores hoy en día en auge como Jean Claude Genel. El autor francés en su libro traducido al español “La vía de los cátaros” (Luciérnaga 1999) nos ha acercado una visión diferente de lo que fue la historia de “les bones homes”, de los últimos depositarios del Evangelio de San Juan, presentándola con un enfoque nuevo y con unas dimensiones hasta el presente desconocidas.

Madrugadores en la historia
A pesar de la cruenta represión, el mensaje cátaro ha alcanzado nuestros días. Madrugaron en la historia. No es que llegaran excesivamente pronto, es que alguien debía de poner las primeras y más arriesgadas semillas.

Un mundo tan ahíto de materialismo se reconcilia al acercar la memoria de quienes vivían por y para el espíritu, por y para el servicio al prójimo; se recompone al evocar la impresionante fuerza mística, la fe titánica, el temple de acero de los hombres y mujeres puros del medioevo. En tiempos de libertades absolutas a precio cero, es inevitable acercar la memoria de quienes promovieron el alto ideal de la libertad a todos los niveles, pero a un coste altísimo.

Innumerables son las razones que hacen izar a la bandera con la cruz cátara en las ruinas de los castillos, en las balconadas de las aldeas, que hacen colocar este símbolo en los objetos de la floreciente artesanía de la zona, sobre todo en lo profundo de los corazones de los lugareños y de tantos que han afluido a esta tierra sagrada. Otro símbolo cátaro igualmente multiplicado por doquier es el de la paloma de Jean-Luc de Severac, cuyo original se encuentra en Minerve.

El espíritu universalista de los cátaros es el que hoy triunfa con el emerger de una nueva espiritualidad basada en la unión en el fondo y en la pluralidad de las formas. No es por lo tanto de extrañar que sean los movimientos espirituales de nueva era, de nueva conciencia, los movimientos acuarianos… quienes se adhieren con especial firmeza al espíritu cátaro.

Al subrayar los “hombres buenos” que cada ser es responsable de sí mismo, al apuntar la importancia de explorarnos por dentro y vincularnos a la propia divinidad que nos habita…, estaban pujando en la vanguardia de nuestra historia, con una delantera de siete centurias. Muchos de sus postulados van encarnando por fin en nuestros días: sencillez ritual, igualdad social y espiritual, rechazo de la imagen de Jesús crucificado a favor del Jesús triunfante y ascendido, reivindicación de una espiritualidad más femenina, defensa de la unión libre de parejas, lo cual no implicaba falta de fidelidad…

Promovían, al igual que en nuestros días, una esmerada limpieza corporal, pues era preciso ese templo puro para albergar un espíritu elevado. Se alimentaban exclusivamente de frutas y verduras, vestían con gran humildad. Practicaban ayunos con una cierta asiduidad. Creían ya en la reencarnación.

En lo que a su organización se refiere, y una vez más en consonancia con el emerger de estructuras grupales horizontales de nuestros días, los cátaros simplemente disponían de una organización comunitaria no jerárquica, en la que los obispos no tenían más autoridad que los propios Perfectos.

El tan mentado dualismo cátaro, que habría sido insuflado desde Oriente por la religión maniquea de Zoroastro a través de los bogomiles, secta religiosa, búlgaros es cada día más puesto en cuestión. Ese supuesto desprecio de todo lo referente al cuerpo y a la tierra, parece que se manifestaba en realidad no como un rechazo, sino una firme voluntad de elevarse por encima de todos los deseos y pulsiones inferiores.

Pioneros de la religión universal del amor
Predicar la libertad religiosa en medio del ocurantismo medieval era adelantarse en muchos siglos a la evolución humana. Tan audaz pionerismo conducía directamente al exterminio, cuanto menos aparante. Había muchos intereses creados a nivel político y religioso como para que el centralismo político de Paris y la rígida ortodoxia de Roma permitiesen la perpetuación de una Iglesia que cuestionaba de raíz sus principios absolutamente interesados y corruptos.

Los cátaros no trataron de instaurar una nueva doctrina, no enseñaron sino amor. Jean Claude Genel apunta que los cátaros “establecieron la vibración exacta de la religión universal para la eternidad”. Según el escritor francés ésta se establecerá mediante etapas sucesivas, si bien se tratará siempre de la misma nota vibracional. Los cátaros habrían heredado esa tradición inmemorial, vivificada y adaptada a su época en razón de las circunstancias y las formas; habrían sido capaces de transmitir con pureza la nota de ese linaje universal enraizado en el amor.

Un mismo hilo de oro
Dentro de esta corriente de pensamiento, progresa en nuestros días la teoría que establece una relación directa entre los cátaros y los esenios, vinculándolos a un mismo origen crístico. La trama, el plan divino habría escogido el sur de Francia para hacer de nuevo florecer el ideario de libertad y amor puro, a través de estos hombres y mujeres consagrados.

El clima y la geografía favorables, la tolerancia reinante, el ambiente de libertad política, cultural y económica, la nobleza sensibilizada… habrían creado las condiciones ideales para el florecer de esta nueva “semilla crística”. No en balde en Occitania se consideraba que la nobleza de corazón era superior a la de sangre.

Jean Claude Genel, en el libro anteriormente referido, va más allá cuando afirma: “los cátaros son los antiguos esenios, que han sido llamados a vivir de nuevo la vida para convertirse en perfectos cátaros e instalar en su tiempo unos grados de iniciación”.

Antes de los esenios habrían existido otras fraternidades encargadas de testimoniar el espíritu crístico sobre la tierra. Todos los que ayer fueron tendrían sus ojos puestos en el presente. Todos sus esfuerzos se citan en el ahora, pues hasta nuestros días no habría habido la oportunidad de hacer realidad esa tierra fraterna por todos ellos anhelada. La misma línea de pureza, de auténtico amor, a través de al cuál se habrían trasmitido las enseñanzas de Jesús el Cristo, alcanzaría por fin nuestro tiempo.

Linaje crístico
En un desarrollo natural de esta teoría no es difícil concluir que hoy en día se concitaría la esencia de unos y de otros. En estos tiempos de transición hacia la anunciada era de acuario, hacia una tierra más elevada, se nos presentaría la esencia y el mensaje, no sólo de esenios y cátaros, sino de todos aquellos que a lo largo de la historia pujaron por el fomento de los ideales de fraternidad humana y filiación divina.

Un hilo de oro, un mismo linaje habría unido hasta nuestros días a todos los movimientos desplegados a partir de una misma esencia crística. Esta esencia habrá podido cambiar de nombre en razón de las circunstancias históricas, pero su verdad viviría eternamente. Estas fuerzas se encontrarían hoy en pleno desarrollo.
En nuestros días se concitarían todos los esenios, todos los cátaros, todos miembros de las fraternidades que en verdad alcanzaron a encarnar el principio crístico, con la finalidad de dar vida a un nuevo tiempo definitivamente diferente. La fraternidad mística que todos ellos han auspiciado estaría ya presta a encarnar sobre la Tierra.

De unos años para aquí asistiríamos a la vivificación de esa semilla de incondicional amor. La nueva era no sería por lo tanto sino el florecer de ese principio que hasta el presente, por las circunstancias sociales y religiosas de todos conocidas, se ha mantenido de forma oculta. La tan anunciado llegada de un nuevo Mesías, Maestro de Maestros o Avatar de la era de Acuario, no sería ajena a la multiplicación en nuestros días de seres dispuestos a encarnar el principio crístico en sus vidas.

Manifestaciones del renacer cátaro
Por todo lo expuesto, no es de extrañar que el 16 de Marzo de 1994 se celebrara con particular fervor el 750 aniversario de la hoguera de Montsegur. Pero, hay muchas más evidencias del renacer cátaro.

Por un lado se observa la afluencia de muchos buscadores espirituales, de gentes místicas y alternativas que se instalan en esa tierra de libertad y creatividad. Florece igualmente una gran red de artesanos y artistas que se han reunido en tan singular y privilegiada geografía.

Se está operando también una revitalización de todos los lugares impregnados de energía cátara, comenzando por sus castillos, siguiendo por sus ermitas, bosques, grutas… Todos esos parajes cátaros conservan una particular impregnación. En ellos se llevaron a cabo iniciaciones cátaras, rituales del fuego… A pesar de las “aduanas turísticos”, son numerosas las gentes que acuden a estos lugares en el anhelo de contagiarse de esa energía crística. Es habitual ver a grupos acuarianos realizando sus ceremonias en esos espacios.

No sólo Montsegur, “ciudad del vértigo”, último bastión cátaro en rendirse, atrae todos los años a miles de peregrinos que desean sumergirse en la atmósfera cátara. Otros castillos como los Queribus, Puivert y Peyrepertuse registran también un número importante de visitantes.

Puivert goza del aliciente añadido de ser la “Meca” de los trovadores y cuenta con un museo erigido en su recuerdo. El “castillo aéreo” de Peyrepertuse, la “Carcassonne celeste” está a su vez imantado de la energía de María Magdalena. Sus piedras habrían recogido la vibración de esta mujer extraordinaria, tan popular en nuestros días.

Dice la tradición oculta que la discípula de Jesús, cuando todos los apóstoles hubieron ya muerto, en su mayoría asesinados, peregrinó desde Jerusalén hasta sus encrespadas rocas, obedeciendo un mandato supremo. Ella como buena representación de una humanidad renacida y revivificada habría cumplido el cometido de preparar la venida, diez centurias después, de los Perfectos, los hombres puros. Esta seguidora entrañable de Jesús, ya debía de ser sabedora del alto cometido de los hombres y mujeres que habitarían esas curiosas y altivas rocas.

Por otro lado, sólo dentro de este gran movimiento de recuperación de la esencia cátara se podría entender la gran afluencia a la que ya es considerada como la gran montaña sagrada de Bugarach, cerca de Quillán, en plena geografía cátara. Esta montaña es vista como un poderoso centro telúrico, como una gran puerta dimensional. Según los testimonios de espiritualistas y lugareños, en sus alrededores se apercibe un movimiento importante de objetos voladores no identificados.

Dos sendas cátaras
El peregrinaje por estas tierras se encontraría también en pleno auge. Dos son las rutas más transitadas. De este a oeste y de sur a norte, las dos principales sendas cátaras nos ofrecen una visión completa de la amplia región que vio florecer esta “santa herejía”.

La primera y más transitada, con mejor señalización y toda una red de albergues, es la que se conoce por “Senda Cátara” y enlaza los castillos más importantes del catarismo: Aguilar, Peyrepertuse, Queribus, Puivert, Montsegur, Roquefixade y Foix. A una media de 20 kms., requiere una dedicación de doce jornadas para recorrerla a pie. Tiene un desnivel aproximado de 600 ms.

La segunda se conoce como el “Camino de los Buenos Hombres” (“Camí del Bons Homes”) y sigue el itinerario que utilizaron los cátaros que huían de la represión. En la vertiente catalana y tal como afirma la especialista en el tema Montse Rius, el catarismo se conoce más por haber acogido a los refugiados que por la práctica de su religión.

Para su huida los perseguidos utilizaron los caminos de los pastores en sus traslados de rebaños. Según la mencionada historiadora, “El Camí del Bons Homes” marca un trazado que más tarde será utilizado por hugonotes, bandoleros, huidos de la guerra civil, contrabandistas, maquis… Estás son las localidades que atraviesa desde la vertiente española: Berga ( Santuario de Queralt), Gosol, Bagá, Belver de Cerdanya, Portella Blanca d’Andorra, L’Ospitalet, Merenc de la Vals, Oregis, Prades, Comus y Montsegur. Las guías editadas proponen invertir alrededor de ocho días en este recorrido, que cuenta con desniveles importantes.

El resurgir de “esa fuerza”
Decían los cátaros que todo lo creado debía de ser salvado, que todo debía volver al Padre. Incluso esta tierra sufriente, difícil y convulsa; incluso esta humanidad que se resiste a progresar por el camino de la armonía y las rectas relaciones…

Hemos visto como atendiendo a un plan de amor superior, el espíritu crístico debía de ser sembrado en diferentes épocas. Así habría ocurrido con esenios y cátaros. A dos mil años de la encarnación de los primeros y más de setecientos de los segundos, el espíritu crístico se manifestaría de nuevo ahora, ya no sólo en seres aislados, sino en grandes grupos.

Permítasenos citar una última vez al Jean Claude Genel cuando afirma que “el sacrificio cátaro permitió sembrar el germen sagrado del Hijo, que poco a poco irá reapareciendo con un ímpetu que todavía no podemos ni imaginar”. El escrito y escritor y guía espiritual francés va incluso más allá al afirmar que “gracias a la pureza cátara y gracias a la misión de estos seres, se instalará en el mundo un nueva comprensión del plan de Dios, una nueva forma de ver las cosas”. “Esa fuerza cátara, concluye, debe de retomar su lugar, porque así fue previsto por el Cielo”.

“A la gloria del Padre, a la gloria de Cristo, unidos en el corazón de la Madre y en cada ser” era el lema de estos hombres generosos, que levantaron una civilización de ensueño en los tiempos más difíciles. Habría pues llegado el momento de extender por la tierra los principios por los cuales los cátaros dieron su vida. La manifestación de esos principios sería necesaria para introducirnos paulatinamente en la nueva civilización dorada que ahora a nosotros también nos aguarda.

Rayo purificador (recuadro)
Hemos acudido en diferentes ocasiones a las fuentes, hollado las rutas cátaras en el anhelo de impregnarnos de su energía crística. La última en el verano del 2004 en el que concitamos a diversas tradiciones espirituales, más de 150 personas liderados por Emilio Fiel (Miyo), para caminar juntas en lo que denominamos la “peregrinación cátara de la unidad”.

Hemos sido pues, en varias oportunidades, colmados en los senderos, bendecidos en las almenas. Sin embargo, el primero y más impactante peregrinaje tuvo lugar en verano de 1996. Mis dedos tiemblan al trasladar por primera vez a la letra escrita lo que vivimos en las murallas del castillo de Montsegur. Hay experiencias que pertenecen a los anales del alma y no es fácil sacarlos de esa íntima geografía.
Llovía a mares cuando una treintena de peregrinos españoles desembarcamos, ya bien entrada la tarde, con nuestros vehículos en el aparcamiento del castillo. Las visitas turísticas habían finalizado y el agua no lograba frenarnos en nuestro deseo de llegarnos hasta las murallas de tan significativo bastión.

Alcanzamos empapados las puertas del castillo, pero la fuerza de la naturaleza lejos de detener nuestro ascenso nos invitaba a remontar las desafiantes murallas vedadas al público durante el día. Una vez arriba y absolutamente conmocionados por la belleza de una naturaleza primigenia y salvaje que se habría a nuestros pies, comenzamos a cantar con una fuerza que no sabíamos de donde surgía.

El panorama era ya sobrecogedor, antes de que aparecieran los primeros y poderosos rayos. Los veíamos aproximarse y sin embargo en medio de aquel precipicio nos sentíamos asombrosamente seguros. Veíamos casi encima los rayos y nuestras brazos seguían en alto en señal de gratitud, nuestras gargantas volcaban a los verdes y exuberantes valles todo su gozo…, hasta que el rayo nos tocó. Fue una descarga seca, un ruido instantáneo, impresionante… De repente nos encontrábamos tirados sobre los grandes adoquines de la muralla.

Ni un rasguño… Un enorme pedrusco se desprendió muralla adentro, el calzado de uno de los compañeros apareció absolutamente calcinado…, pero, pese a la enorme descarga, no hubo daño físico alguno. Caricia celeste, alarde de fuerzas superiores…, más bien lo vivimos como prueba de fe. Absolutamente nada debía turbarnos: ni el fuego de la hoguera de hace setecientos años, ni el fuego eléctrico del rayo podrían nada contra los hombres y mujeres henchidos de fe.

Sólo una noche, apresurada por el mal tiempo, nos empujó muralla y monte abajo, no sin dar infinitas gracias a cada uno de nuestros pasos en las piedras, el charco y el barro, por aquella celeste bendición del rayo, aquel sorpresivo bautismo de fuego.


Universo cátaro. Breve bosquejo histórico (recuadro)
¿Quiénes fueron estos seres extraordinarios, de dónde les vino esa fuerza impresionante? ¿Cuál fue la particular contribución a la evolución de la humanidad de estos hombres y mujeres colmados de compasión, capaces de bendecir a sus verdugos? ¿Que habían aportado, qué habían dejado en herencia…? Los innumerables libros de historia poco nos aclaran al respecto. Los manuales al uso difícilmente alcanzan a captar su gesta sin par. Blanco de brutales cruzadas lanzadas desde Roma y de la codicia de los regentes capetos de París, ellos sabían que una humanidad más evolucionada no olvidaría su testimonio, que un futuro más luminoso les otorgaría la verdadera victoria.

Los “buenos hombres” se distinguían por la extrema sencillez de sus costumbres y su vida piadosa y plagada de buenas acciones. Se granjearon la simpatía y apoyo de los poderosos del Sur de Francia por la autenticidad de su ejemplo. Los nobles observaron que una auténtica Iglesia con profundas convicciones espirituales, con desprecio del mundo y sus posesiones emergía en su territorio.

Los cátaros internamente habrían accedido a un conocimiento de gran profundidad esotérica. De cara al exterior constituyeron toda una Iglesia coetánea con la católica, llegando a tener sus propios obispos. Su presencia en Occitania era tan inspiradora y liberadora, que originó una cruel persecución y represión.

Un mundo saturado de información y palabras es natural que lance su guiño sobre quienes predicaban con silencio, con manos dispuestas siempre a ayudar, con oídos siempre prestos al consuelo. Los cátaros iban en parejas por los campos del Occitania no sermoneando a los campesinos, sino ofreciendo su ayuda en las labores agrarias, a cambio de manutención. Sólo si observaban una especial inclinación espiritual, sólo si eran abordados con preguntas accedían a compartir su legado y sus conocimientos de la creación y las leyes superiores de la forma más sencilla y natural.

Sin embargo cometeríamos un error si consideráramos el fenómeno de los cátaros como algo aislado. El florecer de su mística, de su sensibilidad y creatividad, el progreso de su Iglesia paralela, sólo se puede entender en medio de un entorno físico y unas circunstancias históricas especialmente proclives.

El sur de Francia era por entonces una isla de sana convivencia, de libertades, de tolerancia religiosa, de florecer comercial… Todo ello dio vida a fenómenos sincrónicos como el de los trovadores, verdaderos juglares del espíritu, cantores de la Madre Divina.

El resurgir de lo cátaro está vinculado en nuestros días a un despertar de las esencias culturales de la región, a una revalorización de la lengua y singularidades occitanas.

 
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