Ser espiritual es simplemente tomar conciencia de la vida y estar agradecidos

Entrevista con Javier León  
Javier León nació en Barcelona en el año 1973. Su militancia pacifista de joven le predispuso a la búsqueda de una paz cada vez más profunda. Volcado durante un tiempo con las minorías marginales en Andalucía y Cataluña como trabajador social, se especializó más tarde, en cuanto antropólogo, en masonería y utopías.
Nuestro entrevistado ha hecho de la utopía, no sólo objeto de sueños, sino también de estudios. Tras su rastro ha recorrido medio mundo. De la utopía le llama sus cimientos y sus aleros: los valores en los que se asientan estos arriesgados proyectos, así como el los límites y el techo que encuentran en su desarrollo. Ha saltado de comunidad en comunidad, reuniendo cuantiosa información de un movimiento con alcance ya planetario. Al día de hoy compagina su trabajo de antropólogo con una de sus mayores pasiones: editar libros.

MASONERIA

¿Qué es lo que te atrajo de la masonería?

Durante mucho tiempo estuve estudiando y trabajando sobre la pobreza y la marginación. Trabajé con lo que algunos denominaban lo peor del mundo y descubrí, bajo mi asombro, que detrás de todos aquellos escenarios habían personas con sus historias, con sus manías, con sus sueños. Tras muchos años intentando comprender nuestra naturaleza en circunstancias terribles, sentí curiosidad por adentrarme en su condición antagónica. La riqueza me aproximó a la misma inquietud: lo humano, en ese estadio social, también tiene sus propias historias, sus propias manías, sus sueños y sus miserias. En la masonería descubrí un mundo asombroso e increíble que muchos ignoran y desconocen.


¿Los masones son pioneros en la gestación de un nuevo mundo?

Los masones, por lo general, son personas de espíritu inquieto que pretenden hacer de hombres buenos, hombres mejores. Con esa premisa, trabajan día a día para hacer de un mundo bueno, un mundo mejor. Son librepensadores que desean conservar lo bueno de la vida y transformar lo caduco y lo erróneo.


¿Cuánto de esencia y cuánto de ritual y parafernalia hay en la masonería?

Desde un punto de vista antropológico no puedo hablar de parafernalia pues todos los ritos tienen un significado profundo para aquellos que intentan comulgar con los mismos. La misa tiene un significado profundo para los cristianos, así como la meditación vespertina lo pueda tener para los budistas. Cada ritual está teñido de una profundidad esencial. El interés y la labor de cada uno es descubrir en ese ritual la esencia de todas las cosas.


¿Está la masonería plenamente ubicada en nuestros días? ¿No vive de un exceso de nostalgias?

Hay instituciones que vienen de muy lejos y que, desde un punto de vista crítico, podríamos decir que son producto de la nostalgia. Tenemos, por ejemplo, el caso de la monarquía, un producto plenamente medieval que nace, actúa y se posterga mediante intervención divina y que, sin embargo, sigue en total vigencia y actualidad en nuestros días. Podríamos pensar de la masonería algo parecido desde ese punto de vista crítico. Algunos de ellos claman que son los depositarios de la sabiduría perenne, y en ese sentido, habría que profundizar en sus enseñanzas y cometidos para entender el significado profundo de esa afirmación. Hay instituciones que se transforman a lo largo de la historia, hay otras que permanecen siglos y siglos gracias a su capacidad de adaptación a los tiempos.


UTOPIA

¿Hay algún lugar en el que hayan encarnado verdaderas utopías?

A lo largo de estos años he descubierto en todas las partes del mundo proyectos auténticamente utópicos. Pero no hay que irse muy lejos para encontrar auténticas utopías. Resulta una verdadera utopía ver a nuestros padres reciclar la basura. Eso era impensable hace unos años. Existen pioneros que están marcando las pautas a seguir, pero trabaja una mayoría silenciosa que practica diariamente la utopía con la que todos soñamos. La verdadera utopía somos nosotros en nuestras buenas acciones diarias. Los pequeños gestos, los pequeños actos que realizamos con espíritu de cambio son la utopía transformadora. Experimentos utópicos han existido en toda nuestra historia. La utopía es necesaria para adaptarnos y sobrevivir en un mundo cada día más difícil.


¿Cuáles son las comunidades o ecoaldeas que más te han llamado la atención?

He visitado ecoaldeas por medio mundo, sobre todo por California, cuna y pionera de casi todo lo que tenga que ver con la transformación del individuo y la sociedad. Últimamente, estoy recorriendo comunidades por toda Europa. La comunidad de Findhorn, en la que conviví varios meses y desde donde escribí mi segundo libro, “Creando Utopías”, es sin duda una de las pioneras y una de las que más impactan. También Sieben Linden, en Alemania, o Esalen, en el Big Sur californiano, me impactaron profundamente. Auroville, en la India, es el paradigma por excelencia.

Siempre que pensamos en utopías tendemos a imaginar una comunidad de hippies aislados del mundo que pretenden llevar a cabo un experimento social. Sin embargo, hay compañías que inventan el coche ecológico, o la energía limpia, o las relaciones humanas dentro de la empresa. Eso también es utopía. La utopía también se encuentra en la empresa, en la educación, en la psicología, en la política, en la economía, en la religión. Desmantelar los ejércitos, acabar con las jerarquías, el hambre y la pobreza, desarrollar energías limpias…, existen muchas utopías por las que luchar, y por eso necesitamos potenciar el utopismo y sobre todo, la figura del utópico.


¿Y en el pasado cuáles fueron los intentos más sinceros?

En mi tesis doctoral intento profundizar en los aspectos pasados de la utopía, para compararlos con los presentes e imaginar los futuros. Los ermitaños y ascetas que habitaron los desiertos de Egipto y dieron origen al monacato primitivo son, para mí, un ejemplo de gente que buscaba la utopía. La búsqueda incesante del Reino de Dios en la Tierra es, sin duda, claras muestras de ese intento de construir un mundo mejor. Pero también los pitagóricos o los esenios o los cátaros o tantas y tantas “herejías” pasadas que lo único que pretendían era aproximarse a la ventana de un mundo mejor.

Existieron muchos movimientos que buscaron en la nueva tierra el crear esa utopía. Por ejemplo, en las primeras oleadas de emigrantes que fueron el Nuevo Mundo, a América, creando nuevas comunidades utópicas. En Israel se intentó con los kibutz, en toda América con los falansterios, ahora, en nuestro presente, son las ecoaldeas, donde se pueden encontrar movimientos de toda índole que buscan desde la espiritualidad, la ecología o la política, una nueva utopía a explorar.


¿Por qué no se prodigan las comunidades en el mundo? ¿y en España, por qué gastamos tan poco de utopías?

Al principio pensé que era difícil encontrar lugares utópicos. Pero si empezamos a indagar, vemos que existen muchas utopías en todo el mundo. Incluso la mayoría están organizadas en el Global Ecovillage Network (GEN). Las encuentras en las ciudades, con las ecocasas o los ecobarrios, también en el campo con las ecoaldeas. Pronto quizás podamos hablar de las ecociudades. La utopía es no dejar de soñar.

En España también existen envidiables ecoaldeas, y algunas, muy conocidas en Europa, como he podido comprobar. La utopía es un acto de generosidad extrema que requiere la renuncia, a veces traumática para muchos, de un montón de comodidades y seguridades previas. Renunciar a nuestro tiempo, a nuestro espacio y a nuestro antiguo orden social y de valores a veces resulta ser demasiado. En España es ahora cuando estamos despertando a la generosidad civil y social, y en eso, algunos países como Alemania nos llevan algo de ventaja.


¿Qué es lo que aún nos aleja en la conquista de esa utopía?

Vivimos en un tedio continuo, bajo el manto aplastante de la rutina impuesta. Nos cuesta creer en un futuro mejor pues vivimos instalados en un pesimismo realista. Hay algunos que han apostado sus vidas por alejarse de esa somnolencia y profundizar en otras formas de vida alternativa. Aún nos queda pendiente la asignatura de conquistarnos a nosotros mismos y creer apasionadamente en nuestra propia utopía. Seguir nuestro corazón y luchar por nuestros ideales es lo que nos hace más humanos, más limpios, más puros. La sinceridad de ese acto nos hace más libres y felices. Romper con el miedo y la rutina de una vida segura nos atrofia y nos mata. Vivir en la incertidumbre de nuestros sueños es el camino a recorrer, es el camino a conquistar para aquellos que deseen explorar un infinito de posibilidades.


EDITORIAL

¿Qué le empuja a un antropólogo a crear una editorial?

Si eres amante de la cultura y además amante de los libros, no es mala idea crear una editorial para expandir ambas pasiones. Uno nunca sabe por qué ama las cosas, pero cuando convierte ese amor en propósito vital, sólo debes lanzarte a la utopía de seguir tus sueños. Eso conlleva riesgos, pero también la satisfacción de sentirte vivo, de ser actor de tu propia obra, y no un mero espectador. El viaje a Itaca es posible, sólo debemos creer en ese primer gesto transformador, ser osados, nadar sobre el infortunio. Como pacifista convencido, creo que la cultura y los libros son una apuesta entusiasta por crear la cultura de la paz. Ese es el lema de nuestro sello Séneca. El sello Nous, más dado a temas de nueva conciencia, ya lo lleva impreso en su propia naturaleza.


¿Creaste la editorial para hacer más entendible la utopía?

Crear una editorial en nuestro país y en los tiempos que corren es más que una utopía. Pongo como muestra esa extrema generosidad y pasión que nace, especialmente, de todos aquellos que trabajan y colaboran en ella. Tenemos un equipo humano excelente y admirable, dotado de una infinita paciencia y generosidad extrema. Para muchos, nuestros grandes maestros siempre fueron los libros. En ellos encontramos aventuras, sueños imposibles, viajes, enseñanzas profundas, amores. Siempre pensamos en lo maravilloso que debía ser poder algún día ser nosotros mismos portadores de esos milagros. Ahora descubrimos con satisfacción que editar libros es algo más que ser portadores de ilusiones. El arte encuentra en la palabra una forma hermosa de expresión. Los editores son puentes que sujetan con fuerza ambos extremos para que se rocen, se amen, se alimenten. Eso forma parte de nuestra propia utopía. Editorial Séneca y Editorial Nous pretenden ser un encuentro de utópicos.


¿Hay futuro para el papel en plena era digital?

Quedó poco futuro al papiro cuando se inventó la imprenta. No debemos asustarnos por los avances tecnológicos. Las sociedades se transforman y el pensamiento se amolda a los avances. Lo importante no es si leemos a Cervantes en papel o en digital… Lo importante es que Cervantes permanezca, que la loca utopía de Don Quijote llene nuestras vidas de gigantes y molinos…


ESPIRITUALIDAD

¿Qué le puede ocurrir a un intelectual para que rinda su erudición y abrace una vida espiritual?

Conozco a mucha gente espiritual que son intelectuales y muchos intelectuales que han abrazado la vida mística. La emoción de lo místico y la razón del pensamiento pueden ser totalmente compatibles. Podemos tener una visión erudita del universo y sentirnos conmovidos de su infinitud desde una espontaneidad mística. Las claves del universo y de la vida pueden ser entendidas o sentidas desde ambos hemisferios. Aún así, hay gente que no se conforma con analizar el mundo desde el plano material o mental o sentirlo desde el plano emocional, sino que además, se atreven a experimentarlo desde la voluntad y la acción. Para algunos, la vida plena sería una mezcla entre esas tres facetas del ser.


¿Está de moda ser espiritual? ¿Qué conlleva para ti una vida espiritual?

Ser espiritual es simplemente tomar conciencia de la vida y estar agradecidos por esta oportunidad única de poder disfrutarla, actuando para que los demás experimenten el mismo agradecimiento y gozo. Ser espiritual es ser extremadamente generoso. Esto conlleva a una transformación lógica.

Mucha gente se pierde en la parafernalia de la mística, con regímenes estrictos alimenticios, grandes meditaciones y efímeras expansiones de conciencia olvidando, en ocasiones, la verdadera sencillez de la espiritualidad. Es el místico materialista o el místico egoísta del que hablan muchas escuelas, excesivamente centrado en los adornos externos de la personalidad. Eso está bien porque la generosidad debe empezar por nosotros mismos, pero luego debe transformarse y minar la vida de actos generosos para el otro. Es en la generosidad donde nos encontramos con la esencia de todo: con nosotros mismos, con la cultura, con la familia, con los amigos, con la sociedad y con lo espiritual. Ser generoso es ser espiritual y ser espiritual es ser generoso. Los caminos que elijamos para llegar a esa conclusión o para ponerla en práctica ya difieren de unos a otros.


¿Porqué tanta distancia entre la universidad y el templo, entre la razón y el espíritu?

Esa distancia surge de un complejo mal digerido. Diría que es un complejo histórico en el que antiguamente se quemaban a los ilustrados porque se alejaban de los dogmas religiosos de la época y ahora, como venganza, se queman a los religiosos porque se alejan de la visión científica de las cosas. Ambas posturas son erróneas y no debemos hacer de la ciencia una nueva religión plagada de dogmas y creencias que sólo obedecen a una verdad extrema.

Algún día lo espiritual se reconciliará con lo científico por la sencilla razón de que el infinito construye en nosotros los mismos interrogantes siglo tras siglo, y también construye diferentes puentes para intentar dar respuesta a esos interrogantes. Lo material y lo espiritual son caras de una misma moneda. Tan sólo debemos mirar el todo y no una de sus partes. Un científico se conmueve al mirar una estrella de la misma forma en que lo hace un místico. Los patrones son los mismos, lo único que cambia es la explicación que cada cuál intenta esgrimir sobre la realidad de esa estrella. Pero para ambos, lo importante es que la estrella brilla, y está allá arriba, en el universo.

 
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